El Santísimo Cuerpo y la Sangre de Cristo – Ciclo A (Juan 6, 51-58) – 26 de junio de 2011



Yo soy el pan vivo”
El pan nos alimenta cada día, aunque los nutricionistas nos prohíban, nos ingeniamos para comerlo. El pan de cada día es una súplica constante en el corazón de una madre y de un padre. El pan si sube de precio entristece a todos, aun más cuando se pierde. Comer el pan de los pobres es un pecado grave. Comer el pan con el sudor del “del frente” es de sinvergüenzas. El olor que desparrama al amanecer o al ocaso abre el apetito y nos remonta al seno familiar.

Estas características del pan cotidiano reflejan tenuemente al “Pan vivo”. ¿Qué nos quiere decir con: “Yo soy el pan vivo”?

En el camino por el desierto, los israelitas comieron el “maná”, al cual lo llamaron “alimento divino en el desierto”. Sin el maná habrían perdido vida, además sólo servía para el día, con el calor se pudría. Está unido al camino hacia la libertad, a la comida para vivir, a la esperanza firme en que la providencia les dará de comer mañana. A la memoria para no olvidarse del Dios que no se olvida, protege y acompaña.

Así el maná es como el pan, dispensa vida y es bajado del cielo. Características de Jesucristo, con la peculiaridad de que él no se pudre sino que es eterno; sacia el hambre de Dios. Se hace pan para poder garantizarnos el alimento de cada día.

Pero hay algo más: comer su cuerpo y beber su sangre significa ganarse la vida eterna. Más allá de comer y beber nos implica, nos dona su vida para que la nuestra se parezca a la de él. Es habitar en Jesucristo y él habita en nosotros.

Por eso ¿Dónde habitas Señor? ¿El “Pan vivo” me alimenta? ¿Ser como Cristo significará también sufrir como él? Podemos preguntarles a los cuerpos que están esperando una trasfusión sanguínea para vivir, a quienes cada día analizan su sangre para ver qué harán en los próximos minutos. Los cuerpos inmóviles de niños o ancianos. Los cuerpos expuestos al sol y al sereno de cada día. Los cuerpos que esperan en los pasadizos y en camillas de nuestros hospitales públicos…

Qué podemos pedir al señor en este día. Si del poco porcentaje de católicos en comunión muchos no están dispuestos a alimentar a los demás. Alimentar significa morir, sufrir las mordidas; es un amor hasta el extremo.

El pan que nos recrea el hogar caliente y protector es comunión. De él nos alimentamos toda la familia. Por eso la eucaristía es alimento para la vida eterna.

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