Solemnidad de la Santísima Trinidad – Ciclo A (Juan 3, 16-18) – 19 de junio de 2011

Dios es convivencia, Dios es Trinidad

“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios (Padre) y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con todos ustedes” (2cor 13,13)
San Pablo nombra la Santísima Trinidad en un contexto comunitario buscando la concordia y la unidad entre los Corintios. Además emplea frases o términos imperativos para invitar a la concordia: “estar acordes”, “tengan un mismo sentir”, “vivan en paz”, “un beso santo”,…

En este sentido un gran testimonio de la Trinidad en nuestras vidas es la disponibilidad para conciliar a favor de una buena convivencia. Eso, es justamente lo que en este día del Padre se convierte en un grito desesperado: padres convivan mejor con sus familias, recuerden que como bautizados gozan de la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre y la comunión del espíritu Santo.

Litúrgicamente celebramos la solemnidad de La Trinidad. Los catequistas y teólogos nos rompemos la cabeza cuando tratamos de explicar su misterio. La Trinidad es Dios y no podemos cubrir con nuestro cerebro el conocimiento total de Dios. Además no es mero ejercicio cognoscitivo, implica la fe.

La Trinidad no es un cálculo matemático, va más allá de la cantidad de personas, sino de entender lo que cada persona hace. Son tres, cada una mantiene su individualidad, es un derecho natural inalienable; son distintas, únicas; no andan perdidas en el espacio sino que lo suscitan para el encuentro; no es privilegio de los grandes entendidos sino de los humildes creyentes; no es una ideología que apasiona, sino que ama hasta la pasión,…

Hoy, día del padre, no puedo definir la trinidad, pero sí puedo destacar su comportamiento, su Palabra lo delata.

Las palabras van en el contexto del día del padre como sugerencias para la buena convivencia.

La figura del Padre viene según el libro del Éxodo en la nube, pero no como ido, sino como presente y envolvente. Las familias invadidas por Dios misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad. Nos ama aunque seamos testarudos. “Testarudos”, los hijos que no valoramos a nuestros padres, aunque creamos que ellos lo fueron. Ah… recuerden lentos a la cólera, la misericordia es la riqueza y la lealtad tu fortaleza.

Los niños suelen crecer inseguros cuando los padres no les dan respuestas claras. Perdón, dije que no rajemos de los padres, porque la segunda carta a los corintios habla de tener un mismo sentir y vivir en paz. Tú serás papá o mamá, pero nunca dejes de tener un mismo sentir con tu cónyugue, ponte de acuerdo y den una respuesta clara, responsable y unánime a tus hijos.

“Vivir en paz” es algo como no “fregar” la vida a la persona que te acompaña. No le hagas víctima de tus traumas ni despliegues tus resentimientos. Cuídalo (a). Respeta sus espacios, sé un compañero incondicional y justo sin juzgar de su vida. No calcules sus caídas para rematarle sino para ayudarle a levantarse. No hagas que tu familia pierda la paz, sino que tu hogar sea un manantial anhelado de paz y comunión.

San Juan en su evangelio da una pincelada maestra de la Trinidad: el padre hace que su hijo no permita que la humanidad perezca, sino que tenga vida y de la eterna. Gracias a nuestros padres tenemos la vida, pero ellos serán felices cuando cuidamos y promovemos la vida.

La Santísima Trinidad da luces a los padres y nos permite valorarlos. La buena convivencia es la vida en comunión. Un solo Dios, diversidad y complementariedad sin conflictos, pues Dios es convivencia, Dios es Trinidad.

0 Comments