Domingo XXIX Ordinario – Ciclo A (Mateo 22, 15-21) – 16 de octubre de 2011


"Pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios".




Siempre nos preguntamos si la variedad de candidatos que se presentan a las elecciones ¿es fruto de una conciencia profunda de responsabilidad social o de una nueva forma de invertir dinero? ¿Ganas de servir o de hacerse ricos?

Estos candidatos no dudan en desplegar la mejor imagen, el milagro del diseño gráfico hace de ellos unos divos o unas divas. Cuando están en el mando (Poder) se levantan bustos, graban su nombre en cada obra y la historia tiene que abrirles una página a su excelente o incapaz gestión.

Seguramente está experimentando ese rechazo que sentimos la mayoría de los peruanos ante estos comportamientos. Pero, así no nos guste son nuestras autoridades, quizá nos merecemos el gobernante que tenemos.

Esta comparación, odiosa, nos da una idea del sentimiento del pueblo judío frente a gobernantes que profanaron sus templos, les cobraban impuestos injustos y les despreciaban. ¿Quién no reniega cuando le cargan un impuesto o le descuentan una cantidad del miserable o jugoso salario a cambio de la “inseguridad social”?

Este resentimiento es un buen caldo de cultivo para las insurrecciones. Los jefes religiosos se allanan y pocos, muy pocos tienen voz profética, van más allá de sus apariencias e imagen y dicen la verdad a favor de la justicia.

En un contexto sería fácil arrancarle a Jesús críticas agudas contra los gobernantes. Pero, Jesús expresa una posición propositiva y fundamental para el orden social y religioso.

“Dar al Cesar lo que es del Cesar”, el pago de impuestos, el respeto a la ley romana, la responsabilidad social, el bien común,… son actos humanos, morales, consientes y con responsabilidad de ciudadanos. Aunque consideremos que nuestros impuestos no son bien invertidos.

“Dar a Dios lo que es de Dios” La imagen de Dios es el mismo hombre. Lo que Dios es no puede ser negado por su imagen. “A imagen de Dios lo creó…” (Gen 1,27), es decir, el hombre en su realidad más íntima está sellado por la pertenencia a Dios.

No hay medias tintas, ni extremos, cada quien tiene su lugar, su importancia. No se trata de pasar por el diseñador para tener un poster bonito para la sociedad y otro para Dios. La única candidatura que tenemos es a saber reconocer lo que le pertenece a Dios y lo que le pertenece al Cesar.

No se trata de simpatizar con el Cesar a costo de desvirtuar la imagen de Dios. Tampoco esconderse en las cosas de Dios para no cumplir con nuestras responsabilidades con la autoridad humana. Además, no olvidemos que la autoridad humana debería ser un servicio, motivado por el mismo Dios.

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