XXXI Domingo del tiempo ordinario (C): Zaqueo y Jesús

“(...) hoy tengo que quedarme en tu casa”

 
Zaqueo y Jesús
Niels Larsen Stevens. Zaqueo y Jesucristo, óleo sobre madera del pintor danés Niels Larsen Stevns (1864-1941) La obra pintada en 1913, pertenece al Museo de Arte Randers, en la ciudad de Jutland, Dinamarca

XXXI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)

Hola, hoy te quiero contar una historia de un rico pobre, o de un pequeño grande, de un despreciado amado.

Un rico pobre

Imagina cómo es el comportamiento de un hombre rico, de baja estatura y de mala fama. Lanza tu juicio, tenemos muchos prejuicios y acá puedes lanzar algunos. Ojo, psicólogos, este no se suicidará.


Si ese hombre rico va a comprar, de seguro busca unos zapatos de plataforma alta, unos pantalones que no parezcan una bolsa ancha ni el pantalón de un bebé, una camisa sin estampado de dibujitos infantiles, una chaqueta distinta; pero hay obstáculos, o adecua la ropa o la manda confeccionar. Pero como tiene plata, todo puede comprar, imagínalo en Dubái, luciendo joyas finas y chaquetas que te eleven el ego más que la talla. En el fondo, no puede solucionar, sólo disimular sus principales problemas.

A este hombre rico, sus amigos le dicen cosas como: “cómo andan los valles, cuando caminas el piso se hunde, tus zapatos tienen sótano, etc”. Entonces, es un hombre lleno de dinero, pero también escucha los desprecios disfrazados de ironías. Además, tiene mala fama como muchos ricos que amasan fortuna a golpe de injusticias. Conocemos políticos o “servidores públicos” con más oro que cerebro, bipolares y crueles. 

Este hombre rico, puede comprarlo casi todo. Pero en la globalidad de su vida, la estatura, la vida futura, no dependen totalmente de él. Sufre el desprecio, es consiente de sus pecados, va aterrizando su vida, más allá de su talla. Descubre el ser de un hombre digno y amado con más valor que sus estafas. Un corazón libre es mas grande que sus malas intenciones.

Entonces, llega el Hombre llamado Jesucristo, que precisa esa libertad, misericordia, amor. Pero a Jesús no se llega dando unas monedas; hay que vencer los obstáculos: disponer su corazón, su casa, verlo de cerca, escucharlo,…

A estas alturas del pequeño rico los obstáculos pueden ser Buenas Noticias transformadoras. 

El árbol de la superación

Jesús pasa por ese pueblo de comerciantes y ricos, hay mucha gente, de seguro la más pobre que le sigue, el pequeño rico no puede verlo, entonces se sube a un árbol. Allí, con mirada panorámica, en el foco donde la gente podría potenciar sus burlas. En ese árbol descubre su grandeza sin costos, la mirada puesta en una oportunidad de vivir con sentido, aunque con el riesgo de caerse pero mejor es salvarse. 

Un buscador encontrado

Y, este rico pequeño, ya era un blanco fijo de burlas, ahora es el foco de la mirada de Jesús. Jesús, tiene palabras de amigo: “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa”. El rico pequeño fue a verlo y fue visto, subió pero debe bajar a tierra, Jesús tiene los ojos en este mundo. Se va quedar en su casa, no está pensando en los costos, de tan despreciado que era para la gente ahora es apreciado; su casa era símbolo de injusticia pero ahora llega el Señor de la Justicia; su tristeza profunda ahora es una alegría eterna.

Un gran rico salvado


Las críticas siguen llegando, ni Dios se salva de ellas. ¿Qué importan ya los desprecios cuando Dios se hospeda en tu corazón? Además el mismo Dios te reconoce como hijo, todos los hijos de Abraham.
Pero el corazón cercano a Dios arde por la justicia, por expresarse: su riqueza es de los pobres, sus ganancias son de los sobrecostos, los restituirá. Ya no importa la talla, ahora es grande ante Jesús.
Este hombre rico decidió ser pobre, necesitaba tener raíces en Dios, ha sido encontrado, su humildad en el árbol le ha elevado al cielo. Las murmuraciones son excluyentes, pero alegra que un rico necesite de Dios; pues la avidez del dinero a veces nos corroe.

Homilía y Reflexión, 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.
Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.
Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo:
–Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.
El bajó en seguida, y lo recibió muy contento.
Al ver ésto, todos murmuraban diciendo:
–Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.
Pero Zaqueo se puso en pie, y dijo al Señor:
–Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.
Jesús le contestó:
–Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.


Homilía y Reflexión, 

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