Morirán cuando los olvides, un encuentro con la familia de acá y de allá
La tradición del culto a los muertos en el norte del Perú tiene un poco de lo propio y otro de lo que llevó la conquista del nuevo mundo. Lo que sí tienen en común es en preparar a los difuntos para una realidad diferente a la nuestra.
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Ni herejes ni calabazas
Hola, hermano, ayer te felicité por día de todos los santos; hoy también, pero te invito a resucitar, a ser feliz. No mueras. Despierta, te contaré estas celebraciones en “La Encañada”, la tierra donde nací.
Vengo de un pueblo encañado en tradiciones, y una muy popular, después de carnaval, es la fiesta de Todos los Santos y lo hacemos rindiendo culto a los muertos, también a la Eucaristía en Corpus Cristi. Las tradiciones están mezcladas y por ello no asimiladas en su verdadero sentido.
La fiesta de Todos los Santos se celebra en los cementerios, aunque el calendario litúrgico lo tenga claro, no nos culpes. Mira, llegaba el cura (Mundaca, Zurita, no recuerdo a otros) cuando alguien con un poco de monedas los llevaba. Los que llegaron sometían nuestra tradición a sus “altas teologías” que no asimilábamos, ojalá se hubieran dado tiempo para mostrarnos un poquito del camino a la eternidad; pues no somos “calabazas”.
El culto a los muertos es tan recurrente en los egipcios con sus coloridas tumbas, en los romanos con sus mausoleos de mármol, en los incas envueltos en finas telas de algodón nativo, etc. En todos, hay una claridad de la existencia de otra vida, la misteriosa, temida, llena de historias. Una historia que trata de entender la vida del más allá es la película mexicana “Coco”.
Regresamos a La Encañada, un pueblo pequeño al norte andino del Perú, el cementerio está a menos de un kilómetro de la plaza de armas. Cada día escolar lo mirábamos con una señal de la cruz de camino al colegio. La llegada de la fiesta era como un descanso de fin de año, llena de expectativas.
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Prepararse para esta vida
Los preparativos para las fiestas era una tarea familiar. Mamá preparaba el trigo para el pan; criaba las gallinas y cuyes para invitar a los familiares. Papá salía al campo a buscar buenas y baratas papas, choclos, cebada, etc. Llegaban los tíos y primos con azúcar blanca, frutas, alcohol, y alguna prenda de vestir.
Ente los ritos de preparación estaba hornear el pan. El horno, lo construimos en casa: ladrillos de arcilla, vidrios para reciclar, guano, chancaca, cal, piedras de candela, etc. El horno artesanal nos dio algunas alegrías y tristezas. Mi madre preparaba la masa con la harina de trigo, la manteca de cerdo, los huevos de gallina que eran criadas en el corral de casa. Ayudábamos a dar forma al pan y a las figuras, de sal, de azúcar, para regalar a los primos un carnero y a las primas una “guagua” (bebé). Era un trabajo en equipo, al fuego del aprendizaje, a la vigilancia del punto justo, a la alegría de compartir el pan caliente. Ese aroma a pan y a chicharrón inolvidables inundaban la casa, se compartía y se disfrutaba con los vecinos y la familia.
Todos los santos era una feria. Los “costeños” llegaban para vender velas, romero, fruta. Además, para comprar cereales, tubérculos y animales. En esa fiesta, las ventas eran un éxito.
Ofrendas a los difuntos. Potajes preferidos de los muertos
El culto a los antepasados era o es sagrado. La noche de Todos los Santos, se servía una mesa decorada y abastecida con los potajes y licores de la preferencia de los difuntos. Entonces la tía ofrendaba dos paltas porque eran sus preferidas del abuelo y del hijo difuntos. El tío preparaba el aguardiente, un calabazo con cal y la coca porque le gustaba “chacchar” al tío o al hermano.
Además de la mesa de ofrendas, en el piso de la puerta, con un harnero se cernían las cenizas. Era un astuto “lacrado” para identificar qué alma (a veces viva) llegaba por la noche a disfrutar de los potajes. Al día siguiente, después de una noche de historias sobre el más allá, nos acercábamos a identificar las huellas; entonces, las voces “iluminadas” identificaban al alma que llegó a disfrutar de los potajes preferidos o al próximo difunto; en seguida comenzaban las premoniciones, cada historia nos mantenía con los 'pelos de punta' y en el misterio de la muerte.
Algunas familias del pueblo aprovechaban la víspera del 1º de noviembre para visitar a sus difuntos en el "panteón". Varios son comerciantes y necesitaban atender a los clientes que vienen de los pueblos aledaños. Una costumbre que cada vez se va perdiendo es el 'luto' que consiste en vestirse de negro.
Es conmovedor ver a las personas llorar por el difunto, sin importar los años de muerte. Existe un estilo de llanto, como un semitono que va narrando las cualidades, los consejos, las últimas palabras del familiar difunto.
¿Qué significa velar a los muertos?
Se compraban las velas, ellas tienen significado de perfección como la sociedad de las abejas, de color blanco para significar la pureza. Las tumbas tienen candelabros para las velas, o se inventan alguna estrategia para protegerlas y mantenerlas encendidas. Una vez encendidas, se queman las ramas de romero para generar un ambiente aromático. Algunas personas vigilan la forma que va adquiriendo la vela y le dan una lectura futurista, formas de una virgen, un zorro, unas lágrimas, etc.
Velar los muertos significa también llorar, contar chistes, anécdotas, tomar algún licor y si es posible cantar. Cada vez se hacen más frecuentes la presencia de orquestas típicas para recordar a los difuntos.
En estas tradiciones locales, pocas veces estaban presentes las orquestas y los bailes. Son tradiciones más presentes en otras ciudades. Concentradas en la capital, Lima, por la gran migración durante el terrorismo.
El culto a los muertos merece respeto
Esta fiesta, me parecía hermosa, en el sentido vivencial, ligados los sueños y fantasías eternas al sentido familiar. Recuerdo todavía algunas cartas llenas de disculpas porque no podían llegar a “quemar” a sus difuntos. “Quemar” el romero en la misma tumba tenía el sentido del agradecimiento de un hijo, revivía el funeral, marcaba una conexión trascendente y necesaria. Es un rito de expiación, gratitud y comunión, con una fecha y un lugar concretos.
La fiesta de todos Los Santos en los colegios
Pasaban, los días de feria, por lo general se alargaba con el domingo más cercano. Los familiares regresaban a sus trabajos y los estudiantes a clases. Pero en el colegio seguía la fiesta: son tradicionales también los bautismos de los bollos o “guaguas”. Consistía en que las mujeres tenían un pan en figura de bebé. Simulando ser madres, como en un juego de muñecas, le ponían un nombre, le vestían y sólo faltaba bautizarla. En cada aula, algún voluntario fungía de sacerdote para oficiar el bautismo, y cada mujer buscaba un compadre; luego, obviamente se hacía una pequeña fiesta. Lo más recordado, era el respeto serio que se tenían los compadres, una consideración que acompañaba en la vida.
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La familia y los sueños
Finalmente, es claro, no siempre las tradiciones se ajustan a las normas litúrgicas. Muchos santos y beatos que no tienen un día en el santoral católico, en este día son recordados, tal como fue el deseo del Papa Gregorio III en el siglo VIII d. C. También, el 2 de noviembre se conmemora a los fieles difuntos, especialmente por los del purgatorio. La fiesta de los difuntos se inicia en Francia, ( 998 d. C.) por el monje benedictino San Odilón; siendo aceptada por Roma hacia el siglo XVI d. C.
El culto a los difuntos en la película Coco
La película mexicana, “Coco”, tiene una trama interesante del culto a los muertos. Ellos son nuestros antepasados. Si no les recuerdas, las calaveras desaparecen, mueren realmente. Por ello, una foto, un licor, la comida preferida, incluso alguna prenda, son símbolos para traerlos a seguir viviendo en aquel lugar que no conocemos.
“Coco” expresa también, la relación profunda con los muertos, somos como la continuación de sus cualidades, de sus pasiones, de sus amores, de sus odios, etc. Incluso de sus frustraciones, porque puedes estar obligado a cumplir sus sueños no logrados, o a evitar aquellos corrosivos.
“Coco” muestra al niño Miguel apasionado por lograr sus sueños, egoísta. Pero que no puede escapar de ese legado económico (zapateria) y vínculo familiar. Debe superar sus sueños egoístas con aquello que pareció un fracaso familiar. Abrazará a su abuela porque ha logrado superar las chancletas de los prejuicios. Pero sin ellas, sólo hubiera conocido el fracaso disfrazado de éxito, y sus grandes dones al servicio del egoísmo.
En realidad, los efectos nocivos del condicionamiento social, en la familia y los sueños, ambos importantes. No te quedes solo, tienes familiares, vivos y difuntos, santos y en camino. Son nocivos si los olvidas. Superarlos es tu reto y el mío.
Las calaveras en casa asustan a los ladrones
En algunas casas, todavía tienen una calavera que es celebrada este día, no se sabe quién fue, pero hay respeto, es el craneo de algún difunto y quizá habrá sido santo. Además, esa calavera cuida la casa: existen varias anécdotas, por ejemplo que cuando los ladrones se acercan para robar escuchan bulla en las casas y se escapan.
Que en el día de los Santos sientas la presencia de Dios, el amor de tus familiares y la decisión de ser una 'buena calavera', una persona que dio testimonio de alegría y de ayudar a mejorar la vida de las personas.
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