La última vez que le vi tenía una chaqueta media despintada por la antigüedad o por el sereno, sus ojos trasnochados pero atentos al movimiento de las personas, a la vez, estaba atento a las palabras de su radio. Me saludó con una voz de ultratumba mofándose de la prisa con la que caminaba.
Ese día, el presidente saldría a saludar a los pobladores pero necesitaban allanar el camino para desplazarlo sin problemas. Unos comandos elegantemente vestidos y armados cuidaban el pasó del presidente; otros dentro de la gente facilitaban el acceso de algunas personas.
Los extremos hacen difícil el acercamiento. Uno con poder, sus agentes de seguridad deben tomar muchas precauciones, hay un acercamiento físico. Otro sin poder, está dentro de la gente casi encubierto, no lo identifican ni lo valoran. Acercar los corazones depende de ambos lados.
Su última misión “de avanzada” fue en una ciudad dentro del país. Varios días antes de la llegada del presidente, preparó cada detalle en la ciudad. Cruzó información con sus colegas, les preparó para desarticular cualquier movimiento y garantizar una agenda de visitas segura.
El avión presidencial debió llegar a las diez de la mañana, pero llego a la una de la tarde. La misión de seguridad no se altera, sigue disponible, vigilante, atenta a cada orden, ponen todo su esfuerzo, nadie se duerme, el sol y el hambre son superables.
La comitiva ha llegado, el primer ministro ha anunciado las reuniones, las agendas, las inauguraciones, los saludos, los reconocimientos. El encuentro ya está preparado, el pueblo espera con efervescencia la llegada. Cada palabra debe contener la voz y el sentir de la gente.
DOCUMENTO DE APARECIDA
Bendecimos a Dios con ánimo agradecido, porque nos ha llamado a ser instrumentos de su Reino de amor y de vida, de justicia y de paz, por el cual tantos se sacrificaron. Él mismo nos ha encomendado la obra de sus manos para que la cuidemos y la pongamos al servicio de todos…. (Documento de Aparecida nº 24).
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