Domingo de Pascua – Ciclo C (Lucas 24, 1-12) – 4 de abril de 2010

“¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que está vivo?”
¿Cuántas veces una desilusión ha enterrado tus proyectos? ¿Quieres formar o eres parte de la mejor empresa, la mejor familia, el mejor equipo de trabajo y al final quien lidera parece desaparecer y/o acobardarse en el camino? Es un contexto cargado de pesimismo, tristeza, decepción,...

Ante tal situación hay que analizar el hecho, hilar ideas, unir cabos, buscar razones para creer, recordar las mismas palabras de Jesús. La mañana fresca alivia y estimula la esperanza para María Magdalena que va a visitar al sepulcro de Jesús. El hecho concreto es que encuentra movida la piedra del sepulcro, reacciona corriendo a casa para avisar a Pedro y Juan, los dos discípulos más cercanos a Jesús; ella interpreta como un robo la desaparición del cuerpo.

Ante la tumba vacía ingresa primero Pedro y queda perplejo, Luego Juan “vio y creyó” lo que Jesús ya les había anunciado antes de su muerte. Coinciden en que Jesús ¡Ha resucitado! La resurrección es el grito característico de todo cristiano, es la fuerza de la acción evangelizadora, es tener fe. ¡Percibir una nueva presencia!

Así, Jesucristo no está en la tumba vacía, muchos tienen la experiencia de comer y beber con él después de su resurrección. Compartir el pan y el vino en memoria de Jesucristo es experimentar la presencia del resucitado. Ya no es la presencia física antes de su muerte, sino una presencia espiritual que corresponde a una dimensión trascendente.

La experiencia del resucitado comenzó a difundirse hasta la actualidad y seguirá hasta la eternidad. La sed de eternidad que tenemos ya no puede nutrirse si no es de Jesucristo. Las realidades eternas superan lo efímero y lo frívolo de nuestra existencia, nos dan un modus vivendi: la vida triunfará sobre la muerte, la luz sobre la oscuridad, el gozo sobre el dolor, la fe sobre el pesimismo existencial, la resurrección sobre la muerte…

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