Amor y lágrimas
Domingo XXXII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 12, 38-44) – 11 de noviembre de 2018
La viuda generosa. Cuida la ofrenda del amor, cuidado sea injusta!
Ser una viuda generosa no caracteriza a un nivel social. Se sabe historias de viudas que tienen sus ‘mantenidos’ con el cliché de “generosidad”. Mujeres comprando voluntades y conciencias, los primeros puestos. Hoy hablamos de otro tipo de viudas. Obvio, que debe ser indigno quitarle el pan a una viuda.
Las viudas presentadas por las Sagradas Escrituras se caracterizan por estar desprotegidas, marginadas; posibles víctimas de robos y abusos. Se agrava la situación si la viuda no tiene al menos un hijo que la proteja.
En este sentido, historias como la viuda de Sarepta y el profeta Elías; Noemí y Ruth; la viuda que enterraba a su hijo y Jesús lo resucita; incluso, se pueden recordar las palabras tiernas de Jesús: “madre allí tienes a tu hijo, hijo allí tienes a tu madre”.
Es esta situación se habla de mujeres a quienes no les espera nada ni nadie; quienes no son sustentables para un crédito; quienes van muriendo lentamente en el sin amor; se han ido volviendo invisibles a nuestros ojos; el estado solo les ha robado, con el peor seguro social; sus manos están débiles; su rostro sólo muestra las huellas de la vida.
En esta situación tan desposeída, no han perdido el sentido de Dios, el de agradecimiento con Dios, el de ofrenda. Son dignas hijas de Dios. Por eso, Dios se conmueve al ver este tipo de situaciones. Hará que en Sarepta la viuda tenga harina y aceite para ella y para su hijo, Jesús hizo que la viuda tenga vivo a su hijo; y María se convirtió en la gran discípula y modelo de haberlo entregado todo.
El gran detalle es que muchas mujeres, de manera particular desposeídas han ido fortaleciendo la fe con su testimonio. Las mujeres pobres han construido grandes obras. Por eso, los pastores deberán tener mucho cuidado con el uso de estos vienes que son producto del amor y no de la injusticia, de la alegría y no de las lágrimas; de la generosidad y no de la soberbia.
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 38-44.
En aquel tiempo [enseñaba Jesús a la multitud y les decía:
–¡Cuidado con los letrados! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas con pretexto de largos rezos. Esos recibirán una sentencia más rigurosa.]
Estando Jesús sentado enfrente del cepillo del templo, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos les dijo:
–Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero esta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.
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