I Adviento - Ciclo A (Mateo 24, 37-44) - 28 de noviembre de 2010



“El Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen”
 
Al final del año parece que muchas cosas ya están desgastadas, nos están cansando y agobiando, pero es más fuerte la esperanza que nos revitaliza la inteligencia y el corazón. Pongamos una mirada positiva y esperanzadora en los días venideros.

Se avecinan las fiestas y muchos tienen la experiencia de dejar la casa al cuidado de alguien de confianza o que brinde seguridad. Según la experiencia de los expertos en seguridad cuando se realizan grandes robos hay implicados conocidos dentro del banco, empresa o casa. 

A veces la policía sabe quién es el ladrón pero no tiene pruebas fehacientes para levarlo a la cárcel. Los ladrones para hacer sus fechorías estudian a sus víctimas a detalle y saben muy bien a qué hora Morfeo hace perder la noción del tiempo hasta llegar a la inconsciencia, sin fuerzas para espabilarse.

La oscuridad es un momento de riesgo y el sueño debilidad. En esta circunstancia la solución es estar despiertos y atentos. Además, implementar ciertas estrategias efectivas para evitar el robo hoy y no mañana. La historia es presente para vivirla sin ansiedad ni angustia porque sabemos vigilar. Vigilar como si en este momento fueran a robar y estar seguros de que no lo harán porque superamos las debilidades y los riesgos.

No podemos estar de espalda al mundo, a sus peligros y a sus esperanzas. Hoy que iniciamos la preparación litúrgica para esperar el nacimiento del Hijo de Dios, Jesucristo, pongamos nuestra esperanza y nuestra vida, sin dudas ni temores, sin oscuridades internas. Hay que llenarse de la Palabra que alimenta y da sentido a  la existencia.



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