Domingo XXII Ordinario – Ciclo A (Mateo 16, 21-27) – 28 de agosto de 2011



“¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, sí arruina su vida?”



“Una niña contó que ocho veces lo habían violado, esa sensación de estar con su mamá que lloraba… les pregunté: ¿por qué habían contado esto? Porque queríamos que se sepa” Expresa el P. Gastón Garatea recordando una de las audiencias de la Comisión de la Verdad y Reconciliación que está cumpliendo ocho años de la entrega de las conclusiones finales.

¿Para encontrar la vida tenemos que perderla? Jesucristo no es amante de la violencia ni un masoquista. Es quien derrama su propia sangre y no la sangre de los demás.

Los planes para cambiar el mundo no son los mismos de Dios a los de los hombres. Así lo sentimos en nuestra manera de sentir el dolor y la gracia, el perdón y la misericordia, la ternura y la confianza. La cruz que vivieron en Ayacucho, Abancay, en la Provincia del Santa y en otros lugares se ha convertido en un símbolo de que la violencia Nunca más se repita.

Los comisionados que conformaron la CVR han sido desautorizados y, muchas veces rechazados. Pero la sabiduría de este mundo nunca va superar a la de Dios. Cada uno de ellos con una visión profética siguió incansablemente su misión.

“Lo que más nos gastaba era la pena, el dolor,… yo recuerdo una vez cuando estábamos viendo el caso de los Ashaninkas levanté la cabeza y todos estábamos llorando” “siento mucha pena, porque uno ha ido tomando conciencia más de lo que significaron estas muertes injustas,… esto de que uno se muere porque es quechua, porque no sabe leer, porque es pobre; al final la falta de consideración con los pobres ha sido espantosa… ¿qué pasó acá con los defensores de los pobres? No hubo nada” (P. Gastón G.)

En este sentido la seducción de Dios se manifiesta en quienes no se resistieron a callar. Lo han tenido que vivir primeramente en su corazón y luego comunicarlo, aunque no siempre es posible que lo atiendan y lo acepten.

Hoy se busca una sociedad fecundada por la Palabra de Dios, por el amor y no por la injusticia y el dolor. La violencia fue causada porque: “Se fue juntando la injusticia, la marginación, el olvido, el movimiento loco de Sendero Luminoso… no tenían consideración con nada ni con nadie”.

Nunca más se repita, tampoco se repitan las causas. Que gane la vida.

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