Domingo XXI Ordinario – Ciclo A (Mateo 16, 13-20) – 21 de agosto de 2011




“Te daré las llaves del reino de los cielos…”

La piedra angular, la llave,… es Jesucristo. Pero él mismo da la misión a Pedro para defenderla contra todas las acechanzas demás conocidas en la historia: agnosticismo, ateísmo, modernismo, relativismo, la hipocresía y la incoherencia,…

“Tu es Petrus”. Pedro es elegido para cumplir la misión de la salvación de las almas, más que para ser Papa (institución posterior). Aunque no se puede entender la misión del Papa sin la figura de Pedro, gracias a la infalibilidad doctrinal.

La confesión que hace Pedro es nuestra gran roca para la salvación. Ya quisiéramos dejar de lado las preguntas: ¿Quién es Dios para mí? ¿Qué modelo de Jesucristo me han enseñado? ¿Mi espiritualidad está abrigada por el amor o el temor, por la libertad o el condicionamiento?

Podemos decirle palabra lindas a Jesucristo, a Dios, pero él va más allá que nuestras declaraciones de amor, algunas de un adolescente inestable (“sorry adolescentes”). El sentido de nuestra vida no está solamente en las palabras que declaramos, nuestra salvación final no depende de cuán buenos y lindos parecemos, está en el corazón.

Incluso, Dios va más allá de las palabras y de tu corazón, es propio de su gracia. Y eso nos molesta, porque la salvación de las almas es una misión dada a Pedro, pero no depende de él completamente.

“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo” Sí, dichoso tú: Rosa, Juana, Carlos, Luis, Carmen, Alex, Mariela,… porque tu vida está dedica al servicio, porque tu fe está fundada en la piedra angular: Cristo.

Dichoso quien pueda orar como San Pablo: “¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!

¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?

Él es el origen, gula y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.”

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