Navidad II: "Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros"

Homilía y Reflexión, 
II Domingo de Navidad
Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

“Palabra de varón”
 o 
“Palabra de mujer”

Adoración de los pastores. ANÓNIMO. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

Homilía y Reflexión, 
Si quieres revolucionar tu vida te propongo desarrollar las capacidades: crear, dialogar y amar. Ante los problemas, dialoga; ante las adversidades sentimentales, ama, crea el cosmos ecológico. ¿La Palabra está en ti?

“Palabra de varón”, “mujer de palabra”, es la frase empleada como sello de seguridad del cumplimiento de algún acuerdo. Si hacías una promesa, oral o escrita, la “palabra” es siempre el primer sello a la confianza, crea un clima de fraternidad y también lleva a una aceptación de las consecuencias.

En este sentido, la palabra estampa acción, es creadora de un encuentro, del diálogo, del acuerdo. Sin esta palabra segura, las personas sufrirían de soledad, no se desarrollaría la sociedad en el respeto a las diferencias, en la ética y la estética. Por ello, debe ser clara.

Cada sociedad, época, edad, grupo pequeño o grande, tiene un lenguaje común y necesario para comprenderse. Es el reto de los migrantes, sufren hasta comprender el lenguaje. Igual sucede a los investigadores de escrituras antiguas, deben saber comprender cada palabra en su contexto.

En nuestro contexto, debemos aprender a comprender la Navidad. Dios nace entre nosotros y no lo conocemos como sucede en los condominios. La Navidad significa: El “Verbo (Palabra) se hizo carne (hombre) y habitó entre nosotros”. Es decir, la Palabra es Dios, y tiene estas capacidades acá y ahora: crear, dialogar, amar.

Crear: Dios tiene palabras eficaces, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” y era el “más bueno” de sus criaturas. En las Sagradas Escrituras, la “Palabra” es sabiduría, es espada de doble filo, es eterna. “En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a Dios. Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”

Dialogar: Nace, crece, muere, resucita “durante el tiempo de Poncio Pilato”, en una sociedad e historia concreta. Sus palabras son comprendidas por todos porque usa el lenguaje común. Explica “con dibujitos” a su gente. El gran problema no será la palabra o el lenguaje, sino el corazón o las interioridades rotas por la maldad. Se hace hombre como los hombres para que los hombres tengamos la gran oportunidad de ser semejanza de Dios.

Amar: el amor está expresado en palabras y acciones. “Amar a los enemigos”, “el gesto por el cual les reconozcan que sea porque se aman”. El amor siempre es compromiso a favor del otro, no a mi favor. Jesús predica el amor y defiende a los enfermos, a las mujeres, a los más débiles de la sociedad. Y para mostrar su amor se deja crucificar. Amar, a veces nos causa problemas cuando debería ayudarnos a ser felices, por algo la Palabra se hizo amor, se entregó hasta la muerte en la cruz.

Esta es la Navidad, celebrada todavía hasta Epifanía o fiesta de Reyes. Crea una vida ecológica integral, dialoga para superar siempre y ama, no temas a equivocarte; recuerda Jesús al amar es libre y observa que las dependencias son enfermizas. Entonces puedes decir que tienes “Palabra de varón” o “mujer de Palabra”: un (a) gran creador (a) de la vida, dialogante y amante de la salud divina. Y así, la Palabra se hizo carne y habitó en ti!
  
 Homilía y Reflexión, 

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18

En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios.
Él estaba en el principio junto a Dios.
Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz.
El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.
En el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció.
Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron.
Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne,
ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios.
Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo».
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos ha llegado por medio de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.


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