Escándalo del Reino de Dios

Domingo Ordinario XXIII – Ciclo C (Lucas 14, 25-33) 8 de septiembre de 2013
El verdadero discípulo de Jesús tiene que amar lo que él ama.
Una agenda llena es imagen de un gran trabajador y eso sí ama Dios. Pero hay agendas sin tiempo para Dios. Al finalizar la jornada regresamos como máquinas programadas a nuestros hogares, al mismo sillón, la búsqueda inútil de algo interesante en los canales denigrantes. La almohada no siempre puede responder a las grandes preguntas, las preferencias, los proyectos,… ¿quién soy? ¿Qué soy frente a Dios? ¿Quién soy frente a la economía? El sentido de la vida y la libertad no está en la agenda de un Smartphone.
Caminamos apurados buscando saciar nuestra vida, hay un deseo natural de trascendencia, llevamos algo en el corazón, y punza urgente en el correr de los años, parece que la vida se escapa. Por ello, algo tiene que vivir, nunca con los conservantes de la comida rápida para triplicar la durabilidad.
Esta sed es la de la libertad. Se cuenta que mientras Pablo estaba prisionero  llega un esclavo, Onésimo, que había huido de la casa de su patrón, Filemón. El esclavo se hace libre espiritualmente, se convierte al cristianismo. Pablo entiende perfectamente, y busca también su libertad social. No había, en aquel tiempo, una propuesta “jurídica” ante el terrible problema de la esclavitud. Entonces Pablo recurre a Filemón para pedirle que trate al esclavo como a un hermano porque también es hijo de Dios con todas sus consecuencias.
No hay peor lacra en la esclavitud que el sentirse esclavo y sin salida. Pablo, Onésimo, Filemón, son hijos de Dios y fieles seguidores de Jesucristo y, por tanto, marcan una característica importante como propuesta para ser libres. Tratarnos como hijos de Dios, lo somos.
 Para ser libres hay que liberarse o ser liberados. Cada día andamos atados por los compromisos, las responsabilidades, el trabajo; los afanes aparentan agilizar nuestras manos, nuestro cerebro, nuestra vida. ¿No es triste pretender ser libre cuando uno libremente ha cavado su esclavitud? ¿Hay oportunidad para construir la libertad? Sí. San Pablo entendió bien la libertad cristiana, se dio cuenta que no podrá ser el gran apóstol si está dominado por las preferencias familiares, las ataduras sociales y culturales.
Radicaliza la libertad. No significa que odia a su familia, la sigue amando pero no en el sin sentido de la glotonería y la ambición; crueles cadenas de esclavitud y “grandes cruces” en las familias que se desintegran porque no ven la utilidad de ser libres. Las esclavitudes suelen ser cunas abrigadas, engañosas, con proyecciones pero siempre tienen como centro el egoísmo porque es un proyecto meramente humano, Dios no aparece. ¿Qué es le hombre frente a Dios?
En esta sed de libertad, nos queda pedir la capacidad para discernir y pensarlo bien cuando queramos  construir una torre, cuando – como el rey- pretendamos ir a la guerra. Esta radicalización parece escandalosa, pero la buena nueva está en que con esas grandes renuncias puede mejorar el bien común, solucionarse la pobreza, destruir la injusticia. El mundo es injusto por culpa de los que aman la riqueza y el poder. Sacrificamos vidas por culpa del egoísmo. Estas preferencias, a veces,  nos enseñan en la familia, ¿lideres? en ese sentido Jesús pide una renuncia radical a la familia. Así es, el Reino de Dios es un escándalo.
En consecuencia, para la actitud de los cristianos en el mundo contra la injusticia, la guerra, el mercantilismo o una globalización inmisericorde, debe ser la verdadera alternativa de identidad. Si no lo hacemos, por no traicionar el entorno de “los nuestros”, habremos perdido nuestra identidad como seguidores de Jesús y de su evangelio.

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