Tengamos fe
Domingo Ordinario XXVII – Ciclo C (Lucas
17, 5-10) 6 de octubre de 2013
“Los apóstoles pidieron al Señor: – Danos
más fe”
¿Cuáles son tus sueños? ¿Ya los realizaste?
¿Cuáles no, por qué? Estas preguntas se enganchan en la lectura de mis
ilusiones. Desde el sueño de una buena dieta y una rutina en el gimnasio hasta
los de escribir a tiempo este artículo, desde leer poesía hasta redactar la
tesis que me falta, desde la angustia hasta el optimismo, desde el respeto
hasta la práctica de las virtudes. Estos sueños laten cada día en el corazón,
son aspiraciones difuminadas en el aire, que regresan para tener vida y, ojalá,
en abundancia. Lo bueno es que los sueños pueden tener detractores pero nadie
los puede evitar.
“Soñé que un día los hijos de los antiguos esclavos
y los hijos de los antiguos amos se sentarían juntos en la misma mesa de
fraternidad…” (Martin Luther King). Este sueño del Nobel de la Paz (1964) se
cumplirá y por entonces el Papa Juan XXIII otorgó la canonización a San Martín
de Porres (1962). Un poco antes Cristobal Colón soñó con descubrir al nuevo
mundo, se desorientó en su viaje pero logró descubrir ese nuevo mundo que nos
implica y está en nuestra historia. Los sueños se logran, con sacrificio pero
nunca desmayando, a Luther King lo asesinaron (1968) y actualmente nos parece
normal que Barack Obama sea el Presidente de Estados Unidos; los peruanos
esperamos como tres siglos para que Martín de la Caridad sea declarado santo; Colón,
espero como seis años para recibir el apoyo necesario de los Reyes Católicos
(1492), y descubrirá recién en su cuarto
viaje (1502) las costas centroamericanas, y con ello la existencia de las
llamadas “altas culturas” en el Nuevo Mundo.
Por ello, no dejemos de soñar, esto implicará
confiar mucho en las virtudes y capacidades que Dios nos ha regalado. Sin
embargo, nunca los objetivos son plenos al margen de Dios.
Confiar en uno mismo es difícil y en los
demás se complica. Si analizamos en nuestra familia, la desconfianza ha dañado
vidas, en los trabajos afecta a la productividad, en la vecindad algunos nunca
dejan de pelear. La desconfianza hace sufrir a las personas “que se aman”; el
orgullo puede más que la reconciliación, la soberbia más que la humildad, el
prejuicio más que el entendimiento; la irá más que la paciencia,… ¡Necesitamos
ser confiables!
Hasta los discípulos que están cerca
sienten este vacío y le dicen a Jesús “Enséñanos a tener fe”. La fe va más allá
de la confianza, es una respuesta, no se puede fingir la fe. En la confianza
necesitamos ser confiables; en la fe
Dios ya es confiable, sólo falta creer. Es tan básico saber creer que Jesús
antes de sanar a alguien siempre le pregunta “¿Crees que te puedo sanar?”. La
desconfianza es causada porque la persona engaña sin escrúpulos y puede mirarte
a la cara y decirte ‘te amo’, hace doble vida; en cambio la falta de fe es expulsar
a Dios. El “piensa mal y acertarás” es propia de la desconfianza, pero en la fe
es: “no me mueve mi Dios para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me
mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte,… aunque no
hubiera cielo yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera”.
La fe es un don de Dios, de nuestra parte
se necesita responder con caridad, con hechos concretos; sin condiciones; Todo
lo que hagamos será sólo porque amamos el servicio. Así, la fe no tiene color,
ni estatus, sólo tiene el amor de Dios. Haz algo, estamos en el año de la fe.
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 17, 5-10
En aquel tiempo, los Apóstoles dijeron al Señor:
El Señor contestó:
–Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: «Arráncate
de raíz y plántate en el mar», y os obedecería.
Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor, cuando
vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: «En seguida, ven y ponte a la
mesa?»
¿No le diréis: «Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo; y
después comerás y beberás tú?» ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque
ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado,
decid:
«Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.»
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