Domingo de la Pasión del Señor o de Ramos

¡Jesucristo es Señor! 
para gloria de Dios Padre!

Domingo de la Pasión del Señor o de Ramos–Ciclo B (Marcos 14,1–15,47) – 29 de marzo de 2015

Con el Domingo de Ramos se inaugura la semana más importante del año para cada cristiano. La hermosura de las palmas y ramos nos introduce en la experiencia de vivir cada acto litúrgico celebrado solemnemente en el triduo pascual (pasión, muerte y resurrección de Jesús).

En el año 30 aproximadamente, un hombre llamado Jesús de Nazaret va camino a Jerusalén, cuidad ícono que concentra los cultos de la pascua judía. Jesús no es un actor teatral sino que vive realmente una misión, sabe lo que quiere y marcha en pro de sus objetivos. Su entrada triunfal en Jerusalén es improvisada pero esperada y anunciada en la misma Sagrada Escritura. Sin embargo, las alabanzas, los gritos de “Hosanna” no le ilusionan porque luego se convertirán en causales y los gritones en testigos de una falsa acusación: blasfemia, es más, se empeñarán en “buscar 5 patas al gato” para matarlo.

Así de cruel es la interioridad de la persona, las ansias de poder desarticulan corazones; ya el profeta Isaías (50, 4-7) habla de la humildad y la mansedumbre de “el siervo de Yahvé” que parece débil e indefenso frente a la ignominia de un mundo violento. ¿Qué consecuencias tendrá si llevamos ese mundo violento en nuestro corazón y también a nuestro hogar? En esa lucha, a un corazón con pesadilla le tiene sobresaltado la mansedumbre y que brille la verdad.

La humildad de Jesús, cabalgado un burro,  nos desubica. En el fondo, nos gustaría un Dios con buena billetera y muchas influencias. Ante un dios portentoso, seguramente, nos esforzaríamos mucho por ser sus amigos, fingiríamos urbanidad y vulgaridad para caerle bien. Jesús, humilde servidor, “Un estilo que nunca dejará de sorprendernos y ponernos en crisis: nunca nos acostumbraremos a un Dios humilde” (Papa Francisco, homilía de Domingo de Ramos 2015).

La humildad propuesta por Jesús no nos gusta mucho, es un estilo de vida de Dios para caminar junto a su pueblo; él soporta infidelidades y el pueblo responde con violencia. Es clara la aversión, las quejas, del pueblo contra un Dios que sólo quiere mostrarle la libertad, su verdad.

La entrada de Jesús en Jerusalén aparenta el “éxito” que nos llenaría de orgullo y vanidad. Pero esa espuma auto-suficiente que choca con los traumas de “poca cosa” es contraria a la humildad propuesta por Jesús, la cual es denominada ´por el Papa Francisco: mundanalidad. Esa mundanidad que propuso el maligno en el desierto y Jesús la rechazó tajantemente.

Trabajar la humildad es una tarea cotidiana, para ser humildes hay que ser humillados. Y esa tarea sí parece desfasada y no nos gusta. En algunas circunstancias, herimos sin escrúpulos, triunfamos con la mentira, nos desubicamos por unos cuantos soles, nos malogramos la vida con bajas pasiones, nos desestabilizamos por nuestras dependencias, la lujuria nos deprime, el amor propio es un descomunal cuchillo que mata al verdadero amor (Dios).

Semana Santa inicia el Domingo de Ramos con la humildad de Jesucristo montado en un burro y la hermosura de los ramos, oiremos y veremos la historia de quién Siendo Dios no alardeó, sino que se hizo hombre como nosotros y ojalá nos hagamos humildes como Dios (Fil. 2, 6-11). Un Dios que siendo eterno optó por morir en la cruz, no destruyo con su poder sino que espero con su misericordia.

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