TO, A, XXIX: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios ”

Dios no es dinero. El dinero no es Dios



XXIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

 


 

No queremos que nos falte Dios, menos el dinero. ¡No seamos hipócritas! Mi boca está llena de plegarias a Dios para que no falte el trabajo y el dinero para cubrir las exigencias cotidianas. Y cuando tengo dinero me siento bendecido. Y si me falta el dinero oro a Dios para tener un mejor trabajo porque, ayer, hoy y mañana, todo se compra.

 

¿Tú crees que es justo pagar impuestos? O quizá debamos preguntar: ¿Es justo el manejo que dan a nuestros impuestos? La corrupción de los gobiernos en sus políticas económicas sigue, al estilo de los antiguos invasores, saqueando, sin importar el desarrollo de sus compatriotas. Éste tema es inagotable como las pocas soluciones que vemos.

 

El dios de los hipócritas

 

¿Tú crees que es legal pagar impuestos? Sí. Por ello, el mismo peso de la ley debe caer a los corruptos que hacen trampas para escapar. ¿Has escuchado del “vacío legal?

 

Durante la cuarentena se abrieron ofertas para ingresar a los museos más costosos, todos por Internet, con tarjeta de crédito. Los que no tenemos la “moneda electrónica” no nos beneficiamos con aquellas “ofertas” que chorrean en los correos. Ahora, imagino que estarás criticándome: ¿Cómo es posible que no tengas una tarjeta de crédito?

 

La razón es sencilla: no podemos escapar de este sistema de mercado. Miren cómo las plataformas y las redes está llena de pastores y pastoras pidiendo o exigiendo donaciones. El Papa está escandalizado de cómo algunos malos funcionarios se comen los fondos de los pobres. En justicia, todo obrero tiene derecho a su salario; sólo esperamos que éstos sean justos ante Dios y los hombres.

 

El dinero es una moneda para el intercambio. Con Dios no se negocia las penas ni los milagros. Dios no es dinero. El dinero no es Dios. No seamos hipócritas. 

 

La mala voluntad: conocían la ley de Dios y la del Cesar

 

Los religiosos conocían la ley divina del culto a un Dios celoso (Isaías 45,5) y tenían en su bolsillo la moneda del Cesar (“Tiberio César Augusto, hijo del divino Augusto”).  Esta escena les pone en evidencia: ¡tramposos!

 

Eran tibios críticos del imperio invasor, tenían claridad de la justicia y la ley, y por ello, les quemaba la conciencia (al menos a los de aquel tiempo) y reaccionaban contra Jesús. Es decir, piensan que la paz interior está en sacarse a Dios del camino, incluso llegan a matarlo, pero esos esfuerzos no les dio la libertad ni el culto verdadero.

 

 En este nivel, sólo vemos que, si estás entrampado entre la corrupción y el mal, no maldigas a Dios. Jesús, te pide regresar a Dios tu corazón, tus proyectos,… Dicho de otra manera, no puedes tener como alternativas a Dios o al dinero, no están en el mismo nivel, tu pregunta puede darte la respuesta.

 

En este tiempo de crisis sanitaria, volver a Dios, será poner los precios justos y no robar el dinero de quienes están clamando por un pan o un medicamento. Dar a Dios significará también ser solidario en todo nivel que se pueda con quienes lo necesitan tanto.

 

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 15-21

 

En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.


Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas:
¿es lícito pagar impuesto al César o no?».

Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:

«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario.

Él les preguntó:

«De quién son esta imagen y esta inscripción?».

Le respondieron:

«Del César».

Entonces les replicó:

«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».

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