El banquete de los saciados
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XXVIII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)
“Es fin de semana y el cuerpo lo sabe” solemos expresar como un anhelo de descanso, de vivir sin agenda y sin celular. Y entonces, siempre, aparece la pregunta: ¿Qué haré hoy? Ya quisiéramos obedecer a nuestras emociones (temporales). En seguida aparece otra pregunta: ¿Cómo aprovecho el tiempo hoy? En esa jerarquía de preferencias hacemos lo que personalmente nos es “justo y necesario”. Somos libres, a veces tontos, pero el “discernir” es ya el gran privilegio para superar nuestros complejos.
En este sentido, hoy estamos invitados a saborear el banquete de una boda. Cuando se casan los reyes y príncipes los invitados se sienten privilegiados. Son bodas lujosas y se gastan millones en la publicidad. En esa boda se forjan relaciones, negocios, fotos sociales, “clicks”, etc. Si un invitado desprecia dicha invitación es tomado como tonto y apático.
Hoy, el evangelio de Mateo nos muestra el matrimonio de un Rey al que no acuden los “privilegiados” invitados. Por este motivo, la invitación se amplía a buenos y malos, pobres y ricos, extranjeros, famosos y anónimos.
Entonces, es fin de semana y estamos invitados al banquete de una fiesta del amor. Además, a una actitud donde la “cultura del encuentro” genera una mirada amplia de la vida, de la felicidad, del futuro, en el ámbito familiar y social. Es decir, en el encuentro de las diferencias, el intercambio de opiniones, puede superar los monólogos y la agresividad (cfr Fratelli Tutti 211)
De esta manera, el banquete tiene un trasfondo social. Hay muchos pretextos para no involucrarnos en las soluciones comunes. Al fin, siempre terminarás involucrado, en el grupo de los que participan de un diálogo por el bien común o en el de los “apáticos al diálogo”. Los bienes y males de la sociedad nos afectan a todos. (cf. FT 216-221).
Por ejemplo, si te afecta, ¿Cómo protegemos a nuestra familia de los que degradan la dignidad, atentan contra los Derechos Humanos y se comen el pan de los pobres?
En los países que sufrieron las guerras internas, el abuso de fuerzas revolucionarias y de las policiales o militares se han forjado comisiones de reconciliación. Porque no se deben tapar las memorias de las fechorías humanas para que “nunca se repitan”. Pero es sintomático, cómo, todavía hay grupos políticos que quieren “pasar a página” y quitar la memoria. (cf. FT 241-249). No podremos ir al banquete si no superamos nuestros conflictos.
Finalmente, estamos invitados al banquete de bodas, al del diálogo, de la alegría, de los buenos deseos por la nueva familia. En este banquete que tiene por objetivo celebrar la fraternidad, no podemos “des-invitarnos” -seríamos tontos, apáticos- de superar lo que atente a la vida, de evitar la guerra, tan presente en nuestra historia.
El banquete está servido estás invitado, y seguro falta todavía ver o saborear más potajes con distintos ingredientes. Buen banquete en familia. ¿Algún pobre podría despreciar un banquete?
Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14
En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo, diciendo:
«El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados:
“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas y todo está a punto. Venid a la boda”.
Pero ellos no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás agarraron a los criados y los maltrataron y los mataron.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad.
Luego dijo a sus criados:
“La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda”.
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda?”. El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores:
“Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.
Porque muchos son los llamados, pero pocos los elegidos».
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La abadía de Aldersbach (Baja Baviera). La iglesia parroquial de la Asunción de María: Nártex - Fresco (1760) que ilustra el Evangelio de Mateo 22, 7: "Mira, la comida está lista, ¡ven!"
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