La Asunción de la Virgen María (B), 15 de agosto.

“ Se alegra mi espíritu en Dios ”



La Asunción de la Virgen. CABEZALERO, JUAN MARTÍN. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado


Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)

 

Este Domingo puedes pedirle a la primera mujer que llegó al cielo que te dé los secretos de la felicidad. Una mujer humana grata a los ojos de Dios. Para Dios nada es imposible:

 

Una madre solidaria.

En un encuentro inédito de María con Isabel, se saludan desde le vientre Jesús y Juan, - “saltó de alegría”- además queda clara la solidaridad de María con su prima pero especialmente con la humanidad, y también el servicio de María para que Jesús marque y conduzca el tiempo de la redención. (Lc. 1,39-41a)

 

Una madre agradecida.

María no deja de agradecer la posibilidad de servir. Con fuerza, Isabel agradece a María: “¡Tú eres bendita entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!”. Y, desde la fe, agradece: “¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme?”.

 

Una madre creyente.

“Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor”. Al estilo de Abraham, el padre de la fe, María tiene una fe que la permitirá superar las quejas y acusaciones contra su hijo Jesús, la cruz, la decepción de los discípulos y las primeras misiones apostólicas.

 

Una madre del pueblo.

María es una mujer de un pueblo pobre, con lo suficiente para comer pero no para despilfarrar. Nace en un pueblo, sufre también los embates de las dominaciones de los imperios, la pobreza, los conflictos, la persecución, la difamación. Así, después de su muerte el pueblo la concibe suya, cercana a Dios, Madre del Mesías. No era fácil comprender de cómo la madre de Jesús no podría seguir el mismo camino de su Hijo. De hecho, la primera y larga convicción es que María no ha muerto, sino que estaba solo dormida.

 

Una santa feliz.

Es llevada por su propio hijo a los cielos. Es un mensaje evocador del amor paternal y filial. Si fuera Jesucristo haría lo mismo con mi madre y también con mi padre, mis hermanos, … pero no lo soy, mis padres sólo cuentan con mis oraciones cotidianas como mis hermanos y amigos.

 

Para quienes quieran más argumentos, les presento una pequeña síntesis:


 

«MUNIFICENTISSIMUS DEUS»

👉Leer documento completo


Es la Constitución Apostólica del Papa Pío XII en la que define que la Virgen María fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste (1º de noviembre de 1950)

 

Dios todo lo puede, con amor y para los que le aman (cfr. Rom 8,28). Por esta razón la Virgen no muere, como nosotros, ni espera la “plenitud de los tiempos” (Gal. 4,4), tiene el privilegio de no estar sujeta a la ley natural de la corrupción y ser llevada en cuerpo y alma al cielo.

 

La Asunción está ligada a la Inmaculada Concepción (Pío IX); por ambos privilegios de la Virgen Madre de Dios, María, venció al pecado.  

 

La declaración de la Asunción de la Virgen María fue solicitada por muchos fieles y autoridades eclesiásticas y civiles del mundo. Los obispos fueron consultados por el Papa Pío XII.

 

En la Sagrada Escritura se encuentran evidencias de la vida de la Virgen María, sus preocupaciones, sus dolores, “de las espadas que atravesaron su corazón” (Simeón) a los pies de Jesús crucificado. La tradición de los creyentes no ha dudado de que la Madre haya muerto como el Hijo, sin ser reducidos a las cenizas ni a la putrefacción.

 

Sin esa convicción de la santidad de María no se tendría cantidad de iglesias, imágenes, pinturas, instituciones, diócesis, ciudades, etc. Confiadas a la protección de la Virgen Asunta.

 

También es parte del 5º misterio glorioso: la Asunción de la Virgen María. A los cielos. «Todas las generaciones me llamarán bienaventurada porque el Señor ha hecho obras grandes en mí» (Lc 1, 48-49). «La Santísima Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, en donde ella participa ya en la gloria de la resurrección de su Hijo, anticipando la resurrección de todos los miembros de su Cuerpo» (CIC, 974).

 

Es una fiesta litúrgica celebrada desde la antigüedad en oriente y occidente:

 

- “Sacramentario” donde Adriano I mandó al emperador Carlomagno: “Digna de veneración es para Nos, ¡oh Señor!, la festividad de este día en que la santa Madre de Dios sufrió la muerte temporal, pero no pudo ser humillada por los vínculos de la muerte Aquella que engendró a tu Hijo, Nuestro Señor, encarnado en ella

 

- El Sacramentario Galicano” lo define: “inexplicable misterio, tanto más admirable cuanto más singular es entre los hombres

 

- Liturgia bizantina: A Ti, Dios, Rey del universo, te concedió cosas que son sobre la naturaleza; porque así como en el parto te conservó virgen, así en el sepulcro conservó incorrupto tu cuerpo, y con la divina traslación lo glorificó”.

 

San Sergio I, prescribiendo la letanía o procesión estacional para las cuatro fiestas marianas, enumera junto a la Natividad, la Anunciación, la Purificación y la Dormición de María (Liber Pontificalis). Después San León IV quiso añadir a la fiesta, que ya se celebraba bajo el título de la Asunción de la bienaventurada Madre de Dios, una mayor solemnidad prescribiendo su vigilia y su octava; y en tal circunstancia quiso participar personalmente en la celebración en medio de una gran multitud de fieles (Liber Pontificalis). 

 

- San Juan Damasceno: “Era necesario que Aquella que en el parto había conservado ilesa su virginidad conservase también sin ninguna corrupción su cuerpo después de la muerte. Era necesario que Aquella que había llevado en su seno al Creador hecho niño, habitase en los tabernáculos divinos. Era necesario que la Esposa del Padre habitase en los tálamos celestes. Era necesario que Aquella que había visto a su Hijo en la cruz, recibiendo en el corazón aquella espada de dolor de la que había sido inmune al darlo a luz, lo contemplase sentado a la diestra del Padre. Era necesario que la Madre de Dios poseyese lo que corresponde al Hijo y que por todas las criaturas fuese honrada como Madre y sierva de Dios

 

- San Germán de Constantinopla: “Tú, como fue escrito, apareces "en belleza" y tu cuerpo virginal es todo santo, todo casto, todo domicilio de Dios; así también por esto es preciso que sea inmune de resolverse en polvo; sino que debe ser transformado, en cuanto humano, hasta convertirse en incorruptible; y debe ser vivo, gloriosísimo, incólume y dotado de la plenitud de la vida

 

- Ven, ¡oh Señor!, a tu descanso, tú y el arca de tu santificación (Sal 131, 8), y ven en el arca de la alianza, hecha de madera incorruptible y puesta en el templo del Señor, como una imagen del cuerpo purísimo de María Virgen, preservado de toda corrupción del sepulcro y elevado a tanta gloria en el cielo. A este mismo fin describen a la Reina que entra triunfalmente en el palacio celeste y se sienta a la diestra del divino Redentor (Sal 44, 10, 14-16), lo mismo que la Esposa de los Cantares, que sube por el desierto como una columna de humo de los aromas de mirra y de incienso para ser coronada (Cant 3, 6; cfr. 4, 8; 6, 9). La una y la otra son propuestas como figuras de aquella Reina y Esposa celeste, que, junto a su divino Esposo, fue elevada al reino de los cielos.

 

Los doctores escolásticos

-       La Señora vestida de sol, que el apóstol Juan contempló en la isla de Patmos (Ap 12, 1s.). Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres (Lc 1, 28), una gracia especial, una bendición opuesta a la maldición de Eva.

 

-       Amadeo, obispo de Lausana, afirma que la carne de María Virgen permaneció incorrupta («no se puede creer, en efecto, que su cuerpo viese la corrupción»), porque realmente se reunió a su alma, y junto con ella fue envuelta en altísima gloria en la corte celeste. «Era llena de gracia y bendita entre las mujeres» (Lc 1, 28). «Ella sola mereció concebir al Dios verdadero del Dios verdadero, y le parió virgen, le amamantó virgen, estrechándole contra su seno, y le prestó en todo sus santos servicios y homenajes»

 

-       San Antonio de Padua. En la fiesta de la Asunción, comentando las palabras de Isaías «Glorificaré el lugar de mis pies» (Is 60, 13): “De aquí se deduce claramente, dice, que la bienaventurada Virgen María fue asunta con el cuerpo que había sido el sitio de los pies del Señor. Por eso escribe el salmista: «Ven, ¡oh Señor!, a tu reposo, tú y el Arca de tu santificación». Como Jesucristo, dice el santo, resurgió de la muerte vencida y subió a la diestra de su Padre, así «resurgió también el Arca de su santificación, porque en este día la Virgen Madre fue asunta al tálamo celeste”.

 

-       San Alberto Magno, después de haber recogido, para probar esta verdad, varios argumentos fundados en la Sagrada Escritura, la tradición, la liturgia yla razón teológica, concluye: «De estas razones y autoridades y de muchas otras es claro que la beatísima Madre de Dios fue asunta en cuerpo y alma por encima de los coros de los ángeles. Y esto lo creemos como absolutamente verdadero». Y en un discurso tenido el día de la Anunciación de María, explicando estas palabras del saludo del ángel «Dios te salve, llena eres de gracia...», el Doctor Universal compara a la Santísima Virgen con Eva y dice expresamente que fue inmune de la cuádruple maldición a la que Eva estuvo sujeta.

 

-       El Doctor Angélico, Santo Tomás, siguiendo los vestigios de su insigne maestro, aunque no trató nunca expresamente la cuestión, sin embargo, siempre que ocasionalmente habla de ella, sostiene constantemente con la Iglesia que junto al alma fue asunto al cielo también el cuerpo de María.

 

-       San Buenaventura, el Doctor Seráfico, el cual sostiene como absolutamente cierto que del mismo modo que Dios preservó a María Santísima de la violación del pudor y de la integridad virginal en la concepción y en el parto, así no permitió que su cuerpo se deshiciese en podredumbre y ceniza. Interpretando y aplicando a la bienaventurada Virgen estas palabras de la Sagrada Escritura «¿Quién es esa que sube del desierto, llena de delicias, apoyada en su amado?» (Cant 8, 5), razona así: «Y de aquí puede constar que está allí (en la ciudad celeste) corporalmente... Porque, en efecto..., la felicidad no sería plena si no estuviese en ella personalmente, porque la persona no es el alma, sino el compuesto, y es claro que está allí según el compuesto, es decir, con cuerpo y alma, o de otro modo no tendría un pleno gozo.

 

-       La escolástica moderna, S. XV, San Bernardino de Siena, considera que la semejanza de la divina Madre con el Hijo divino, en cuanto a la nobleza y dignidad del alma y del cuerpo -porque no se puede pensar que la celeste Reina esté separada del Rey de los cielos-, exige abiertamente que María no debe estar sino donde está Cristo”. Además, es razonable y conveniente que se encuentren ya glorificados en el cielo el alma y el cuerpo, lo mismo que del hombre, de la mujer; en fin, el hecho de que la Iglesia no haya nunca buscado y propuesto a la veneración de los fieles las reliquias corporales de la bienaventurada Virgen suministra un argumento que puede decirse como una prueba sensible

 

-       San Roberto Belarmino: “Y quién, pregunto, podría creer que el arca de la santidad, el domicilio del Verbo, el templo del Espíritu Santo, haya caído? Mi alma aborrece el solo pensamiento de que aquella carne virginal que engendró a Dios, le dio a luz, le alimentó, le llevó, haya sido reducida a cenizas o haya sido dada por pasto a los gusanos

 

-       San Francisco de Sales: “¿Quién es el hijo que, si pudiese, no volvería a llamar a la vida a su propia madre y no la llevaría consigo después de la muerte al paraíso?”.

 

-       San Alfonso: Jesús preservó el cuerpo de María de la corrupción, porque redundaba en deshonor suyo que fuese comida de la podredumbre aquella carne virginal de la que Él se había vestido”.

 

- Pero ya se ha recordado especialmente que desde el siglo II María Virgen es presentada por los Santos Padres como nueva Eva estrechamente unida al nuevo Adán, si bien sujeta a él, en aquella lucha contra el enemigo infernal que, como fue preanunciado en el protoevangelio (Gn 3, 15), habría terminado con la plenísima victoria sobre el pecado y sobre la muerte, siempre unidos en los escritos del Apóstol de las Gentes (cfr. Rom cap. 5 et 6; 1 Cor 15, 21-26; 54-57). Por lo cual, como la gloriosa resurrección de Cristo fue parte esencial y signo final de esta victoria, así también para María la común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal; porque, como dice el mismo Apóstol, «cuando... este cuerpo mortal sea revestido de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue escrito: la muerte fue absorbida en la victoria» (1 Cor 15, 54).

 

La palabra del papa Francisco

Esperanza es la virtud del que experimentando el conflicto, la lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la resurrección de Cristo, en la victoria del amor. Hemos escuchado el Canto de María, el Magnificat es el cántico de la esperanza, el cántico del Pueblo de Dios que camina en la historia. Es el cántico de tantos santos y santas, algunos conocidos, otros, muchísimos, desconocidos, pero que Dios conoce bien: mamás, papás, catequistas, misioneros, sacerdotes, religiosas, jóvenes, también niños, abuelos, abuelas, estos han afrontado la lucha por la vida llevando en el corazón la esperanza de los pequeños y humildes. María dice: «Proclama mi alma la grandeza del Señor», hoy la Iglesia también canta esto y lo canta en todo el mundo. SANTA MISA EN LA SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA Castelgandolfo, 15 de agosto de 2013

 

 

 Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56

En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.

Aconteció que. en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, “se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava”.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación”.

Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia” - como lo había prometido a “nuestros padres” - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».

María se quedó con Isabel unos tres meses y volvió a su casa.


La Asunción de la Virgen

CABEZALERO, JUAN MARTÍN

Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado


La Asunción de la VirgenHacia 1665. Óleo sobre lienzo, 237 x 169 cm. Sala 018A

La subida de la Virgen al cielo ayudada por los ángeles permite a Cabezalero combinar una escena aérea y gloriosa con el despliegue de gestos y emociones de los personajes que contemplan atónitos su sepulcro vacío. Para construir la escena, el artista recurre a una tradición iconográfica, unos tipos y una gama cromática que reflejan la gran influencia de la pintura flamenca sobre los pintores barrocos españoles. La obra fue comprada por Fernando VII para el Prado.

0 Comments