XXII Domingo del tiempo ordinario (B): “Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre”
Directo al corazón
XXII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)
Albert Einstein solía decir: “Es más fácil desintegrar un átomo que un pre-concepto”
Qué difícil es moverse del nido y apostar por el cambio en lo personal, religioso y tradicional. Jesús, formatea estos “caprichos humanos” simplemente recurriendo a lo más importante, lo esencial, el corazón del mal y del bien. En fin, en esta controversia, como dice el canto: “Danos Señor un corazón grande para amar, fuerte para luchar…”
Lavarse las manos para estar sanos
Desde tu niñez te han repetido: “lávate las manos”. Si no fuera así, sabemos las consecuencias: influenza, diarrea, hepatitis, pie de atleta, infecciones corporales, fiebre tifoidea, cólera, Covid-19, … Entonces, asumimos el “lavado de manos” como una norma sanitaria necesaria.
El “lavado de manos” también tiene un sentido simbólico, como el de Poncio Pilatos, para marcar distancia de una decisión injusta. Poncio Pilatos se lavó las manos porque sabía del profundo significado para los judíos, más allá de la sanidad significa pureza, lo cual tampoco le convirtió en el gobernador ‘puro’.
Tu mamá no te repite “lávate las manos” para ser puro, sino para no enfermarte, y de seguro tu madre desea en lo profundo de su corazón que seas una persona de nobles sentimientos, no sólo para prevenir dolores y gastos sino también la economía de tu salvación.
Lavarse las manos para ser sanos/salvos
Los templos suelen tener en la sacristía un lava manos para que el sacerdote se lave antes de salir a celebrar, también se lava después de presentar los dones y repite la oración: “Lávame Señor de todos mis delitos y purifícame de todos mis pecados” (cfr. Sal. 51; IGMR 145). Tradicionalmente, tiene el sentido de un deseo de purificación interior y también de cuidar la higiene.
Seguro lo estás pensando, si el sacerdote no se lava las manos igual puede consagrar y repartir la eucaristía. Ojalá sea más santo que higiénico. Y lo mismo, en los fieles, no depende de quién o dónde recibas la eucaristía, sino con el corazón y hambre de Dios que lo comas y bebas (si se puede).
Controversia: la tradición o los mandamientos
La tradición está considerada como fuente de la revelación. Pero, no todo lo que comunica la tradición es revelación. Lavarse las manos es un rito tradicional al igual que otros ritos centrados en el perfeccionamiento de lo exterior.
El “perfeccionamiento centrado en lo exterior”, puede ser un prejuicio mío, tiene una gran dosis de voluntad y de creatividad humana. Así, queda claro, que la santidad no se mide por: lavarte las manos, usar incienso, vestir un hábito, celebrar en latín de espaldas al pueblo, repetir las oraciones en latín, usar una cruz, recibir la eucaristía en la mano o en la boca, de rodillas o de pie, etc. Obviamente, son medios externos que pueden ser expresión de una calidad interior y si te ayudan, felicitaciones.
Los mandamientos. La controversia es que se han olvidado los mandamientos para centrarse en los ritos tradicionales. El peligro está en alejar la voluntad de Dios para imponer la voluntad humana.
Jesús, inmediatamente centra los mandamientos, critica el culto vacío y llega al corazón. Si se recuerda, en la historia, los mandamientos están presentados para liberar a los oprimidos, como un canal de comunicación con Dios, para fortalecer la presencia en el corazón del hombre.
¿De qué fuente bebemos?
Los judíos beben de la fuente de la ley, es cómodo criticarlos por los 613 preceptos de la Torà. La iglesia católica reconoce 73 libros (46 AT, 27 NT) que conforman la Sagrada Escritura, (incluidos algunos de la Torà), por lo menos 1752 artículos del Derecho Canónico y aclaratorias; cada congregación sus Estatutos y constituciones internas, y algunos se quejarán de los vacíos normativos.
Es decir, no seamos básicos, las leyes ayudan al hombre en la convivencia con el hombre y con Dios. Pero las leyes no dejan de ser humanas. Y Jesús se centra en el hombre, en su corazón, donde está la raíz de la libertad humana, de donde nacen las intenciones buenas y malas.
En esta línea, podemos discutir si los superiores portan la voz de Dios o si la misión que disciernen viene De Dios o de sus complejos o debilidades. La autoridad con Dios y De Dios se distingue de la sin Dios. Pero, en este orden de nuestra existencia tenemos que sujetarnos a la norma, y no por eso perder el espíritu para lo que fuimos creados.
Bebemos de lo que tiene rostro De Dios y nos lleva a Dios.
Qué dice el apóstol Santiago:
“Todo lo que es bueno y todo don excelente baja del cielo, de Padre de las luces… Él nos engendró por la palabra de la verdad… Acepten con docilidad esa palabra, que ha sido injertada en ustedes y es capaz de salvar sus vidas. Pongan en práctica la palabra y no se contenten con oírla, engañándose a ustedes mismos. La religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo.” (1, 17-18. 21b-22. 27).
Qué dice Karl Rahner
en sus ‘Oraciones de vida’: “Oración a Dios de la ley”:
En tu palabra se dice de ti, Dios mío, que eres espíritu . Y de tu santo Espíritu se dice que es el Dios de la libertad: «El Señor es espíritu, y donde está el Espíritu del Señor está la libertad» (2 Cor 3, 17). Y esta palabra no se dijo de ti en cuanto dominas libremen- te las latitudes ilimitadas de tu propia vida, sino en cuanto eres espíritu y vida nuestra. ¡Dios de la liber- tad, Dios nuestro! Mira, algunas veces casi podría parecerme que creemos esta palabra acerca de ti porque sabemos que estamos atados por tu ley sobre la fe, que te reconocemos como nuestro Dios de la libertad porque debemos hacerlo, pero no tanto porque la amplia y libre abundancia de tu vida llene nuestro corazón y tu efervescente espíritu, que sopla donde quiere, nos haya hecho libres.
¿Eres Tú en mi vida el espíritu de la libertad o el Dios de las leyes? ¿O eres ambas cosas? ¿O eres el Dios de la libertad a través de la ley? Las leyes que Tú mismo diste no son cadenas. Que tus mandamientos sean mandamientos de la libertad, es cierto. En su austera sobriedad e inapelabilidad me libran del tor- pe sumergirme en mi propia estrechez con su pobre y cobarde concupiscencia…
Palabra del Papa Francisco:
Jesús nos dice que necesitamos tener un corazón puro y recogido, un corazón en el que advirtamos los deseos que lo mueven. Nosotros hoy podemos renovar la práctica muy antigua de la Iglesia, pero buena: el examen de conciencia. ¿Quién de nosotros, por la noche, antes de terminar el día, se queda solo o sola, y se pregunta: qué ha pasado hoy en mi corazón? ¿Qué deseos he sentido? ¿Qué sentimientos han movido mi corazón? Si no lo hacemos, no sabremos vigilar bien ni conservar puro el corazón. (Santa Marta -10 de octubre de 2014).
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 7, 1-8a. 14-15. 21-23
En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).
Y los fariseos y los escribas le preguntaron:
«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con las manos impuras?».
Él les contestó:
«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.” Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».
Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre.
Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Para profundizar:
Adorar en Espíritu y en Verdad
Preacher Exchange. Homilías Dominicales
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