“ Este es mi hijo, el elegido, escuchadle… ”
II Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)
Si él es el hijo, ¡Escúchale!, quizá sigamos sordos. Si Jesús para escucharle fue a orar, qué nos queda: ¡Orar!
Escena de oración
Todo sucedió mientras Jesús oraba. Durante su oración, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos resplandecían. Además, mientras oraba, aparecen el encargado de liberar a su pueblo de la esclavitud, Moisés, y el gran profeta Elías. Este símil de ‘consejo misionero’ tienen como tema: el éxodo a la resurrección, la impronta del amor, la peregrinación a la ciudad santa, las promesas de vida y fertilidad.
El rostro de Dios
Hay un clamor interno en nuestra oración: "Tu rostro, Señor, busco. No me ocultes tu rostro" (Sal 26,8-9). Cada rostro nos da una primera idea de confianza, de la mirada sincera. El clamor amoroso por ver el rostro del ser amado está en lo más profundo del ser humano, es el anhelo entrañable de la creatura por conocer a su creador.
Cambiar el rostro es como encajar en la historia de Moisés que en vida sólo pudo ver la silueta de Dios, antes de entrar en la tierra prometida. En esta figura literaria, Moisés se “saca la espina” de ver el rostro de Dios. La misma dinámica sucede con Elías que encuentra a Dios en una suave brisa.
Es ahora el rostro de la promesa (Lc 9,35. Cf. Lc 2,22), Abraham lo comprende, el de la misericordia y Lucas le tiene como clave espiritual y contemplativa. Jesús revela así su propia intimidad, su identidad, confiada y garantizada por una voz desde el cielo, la misma voz que se oyó a orillas del río Jordán: "Este es mi Hijo, el elegido; escuchadle" (Lc 9,35).
Si Dios parecía una luz inaccesible, ahora resplandece a los ojos de susto y sosiego de los discípulos.
La montaña como experiencia contemplativa
Se sube la montaña, pero antes Jesús ha sido claro, ha anunciado su pasión en Jerusalén. Pedro se opuso, y es escogido junto a Santiago y Juan para ser preparados también para la pasión dolorosa que se acerca.
Es una alegoría al camino de todo discípulo, al compromiso de todo cristiano, especialmente cuando los poderes matan.
Estás invitado(a) a subir el camino empinado, cada paso revela la fragilidad humana, cada respiración el ahogo de las luchas internas. En esa subida, están incómodos con Jesús, su confianza está pasando por la lectura histórica de su experiencia compartida en su liberador. Debe suceder esto porque está en juego la necesidad infinita de Dios y escuchar al Hijo de Dios.
Has llegado a la cumbre, el panorama es distinto, el aire todavía frío y las piernas tambalean. Es el momento de la contemplación, sus ojos son testigos de la oración de Jesús, refrendadas por quienes sufrieron también al subir: Moisés, Elías, Abraham, Isaac, etc. Los discípulos, están como David, quieren construir una casa para el Arca de la Alianza, las tres chozas. Pero se dan cuenta de lo que significa "No sabían lo que decían".
Puedes bajar del monte, todavía con dudas, preferirías quedarte en la choza, pero Jesús sigue su peregrinar a Jerusalén y aunque no le comprendas del todo puedes estar seguro de que la vida junto a él ya te hizo diferente. Los discípulos lo expresarán así:
- San Pedro afirmará en su primera carta: "Hemos oído esta voz del cielo; estábamos con él en el monte santo".
- San Juan le escribirá: "Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que nuestras manos han tocado con la Palabra de vida, te lo anunciamos para que tu alegría sea completa".
El descenso es más soleado para la confianza, es la pascua, el paso luminoso, es la resurrección. La dinámica cristiana, ya en la llanura, en la vida cotidiana tiene un sentido de renovación.
Escuchar a Jesús hoy
Es el pedido del Padre pero tengo algunas preguntas a reflexionar.
- ¿Si hay un anhelo de ver el rostro de Dios porque todavía suenan las esquirlas que los desfiguran?
- ¿Si hay una promesa, una alianza, por qué la desconfianza ha llegado al grado de la duda, de la sospecha, de la eliminación?
- ¿Si la transfiguración es una pre experiencia de la resurrección, entonces Jesús puede acompañar y llenar de esperanzas a los crucificados de hoy?
Te recomiendo leer la meditación sobre la pasión de Jesús en los millones de muertos a causa de los genocidios en el siglo XX.
- · Genocidio de los turcos contra los armenios (1915-1923): un millón de muertos.
- · El Holodomor del gobierno de Iósif Stalin contra los ucranianos por hambruna (1932-1934): cuatro millones.
- · En la Unión Soviética contra disidentes en los Gulags (1930-1960): un millón setecientos mil.
- · El Holocausto del gobierno nazi de Adolfo Hitler contra los judíos, los gitanos y otros grupos (1941-1945): más de seis millones.
- · En China la Revolución Cultural de Mao Zedong por hambrunas (1966-1976): treinta millones.
- · En Ruanda del gobierno hutu contra la etnia tutsi (1994): un millón en tres meses. La masacre de Srebrenica en Bosnia contra los musulmanes (1995): ocho mil.
Palabra del Papa Francisco:
“Necesitamos, pues, otra mirada, una luz que ilumine en profundidad el misterio de la vida y nos ayude a ir más allá de nuestros propios esquemas y de los criterios de este mundo. También nosotros estamos llamados a subir a la montaña, a contemplar la belleza del Resucitado que enciende destellos de luz en cada fragmento de nuestra vida y nos ayuda a interpretar la historia a partir de la victoria pascual”.(La Transfiguración, signo concreto del amor de Dios, 06 agosto 2021, 09:20)
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 9, 28b-36
En aquel tiempo, tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar. Y, mientras oraba,
el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que él iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño, pero se espabilaron y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
Mientras estos se alejaban de él, dijo Pedro a Jesús:
«Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
No sabía lo que decía.
Todavía estaba diciendo esto, cuando llegó una nube que los cubrió con su sombra. Se llenaron de temor al entrar en la nube.
Y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
Después de oírse la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por aquellos días, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.
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