VI Domingo del tiempo ordinario (B): Jesús sana a un leproso

Quiero: queda limpio

 

Jesús, con amor y misericordia, sana aquello que parece incurable, transforma las vidas asqueadas; tú/yo estamos invitados a responder con fe y gratitud. La curación del leproso transmite un mensaje de compasión, poder divino, fe, testimonio y evangelización. 

 

Jesús sana al leproso

Cristo curando a un leproso, por Jean-Marie Melchior Doze, 1864


VI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

 

Hoy, Jesús está en el mismo lugar donde vives, en tu valle de lágrimas, en tu pradera de esperanza. ¿Lo que estás viviendo, en este momento, te da suficientes motivos para acercarte? No importa quien seas, sino la disponibilidad para acercarte. En esta sanación, el leproso se acerca y se arrodilla. Arrodillarse es un acto de reverencia, de humildad, también de fe.

 

La enfermedad más temida durante miles de años es la lepra. Todavía quedan leprosarios (investiga en tu país) y contagiados con la infección causada por la bacteria Mycobacterium lepraeA nivel mundial, en 2022 se registraron 174.087 nuevos casos y en las Américas 21.398 nuevos casos. (OPS-OMS). Felizmente, puede ser tratada y curada, pero sigue siendo objeto de discriminación y estigmatización.

 

Si quieres, puedes limpiarme

“Si quieres”, si te da la gana lo haces, es una acción que está en tu poder, tienes todas las capacidades para hacerlo; ¿si haz creado el mundo y al hombre como lo más bonito y bueno por qué no podrías limpiarme el cuerpo? Todo esto y más cree, el Leproso, al acercarse a Jesús, de rodillas.

 

El “si quieres” lleva ya implícito el “yo quiero” del leproso, es una mixtura de confianza, fe, esperanza. Es la única opción que se le presenta en un contexto que le ha demostrado apatía y asco. Su contexto está convencido de que la lepra significa impureza, de que la enfermedad define la dignidad.

 

Imagina, el leproso debe caminar diciendo: “soy leproso”. Y todos salen huyendo, como cuando decías: “tengo COVID19” o “tengo VIH”. Cómo sería si tendríamos que andar proclamando nuestras ‘lepras’, algunas avergüenzan a la familia, pero las enfermedades más íntimas, de las cuales, incluso la familia es víctima: “Soy egoísta”, “soy manipulador”, “Soy obsesivo por el poder”, “Soy autorreferencial”, “Soy, pero no soy lo que parezco”, “Soy un peligro para tu salud mental”, … Sólo Dios sabe lo que somos, por eso es mejor presentarse y decirle: “si quieres puedes limpiarme”.

   

“Quiero: queda limpio”

Jesús no escapa del leproso, no huye de nuestras enfermedades. Su actitud hace comprender a sus discípulos que un estigma social no puede estar por encima de la dignidad humana. Sus actitudes vinculan su mensaje: escuchar, compadecerse, dar la respuesta justa. Afinar el oído, pensar las palabras del leproso, identificar sus intenciones, darle tiempo para expresarse, saber compadecerse, comprender el contexto y comunicar algo claro al auditorio.

 

El “quiero” de Jesús, porque “soy el que soy”, clarifica su autoridad sobre todo tipo de enfermedades. Quiere sanar, no sólo al leproso, al auditorio estigmatizado también por lo mismo, manipulado por las normas de purificación, sumido en una normativa religiosa que ya escapó de Dios y se alienó en pensarse el juez de la sentencia final.


Se acercó y le tocó

Tocar, es ya una palabra delicada en este momento. Tocar puede significar contagiarse, ser como el otro, quizá se pueda interpretar como ponerse en los zapatos del otro, asumir el comportamiento del Leproso. Esa es la maravilla de la humanidad, que podemos hacernos como los demás, la misericordia más allá de la mera solidaridad. Al final, Jesús no podrá regresar a las ciudades, también queda marginado, en el desierto, enfrentando la soledad, preguntando la razón de tanto dolor, la causa de los corazones violentos, las consecuencias de la ignorancia, etc. Jesús sana al Leproso y termina marginado, el Leproso es sanado, testimonio vivo de superar la marginación. Jesús y el leproso son testimonios de cambio, superación, sanción.

 

“Queda limpio”

Si Jesús aprecia tu confianza, tu sinceridad, tu búsqueda de sanación entonces, no duda en dártela. En el fondo es la palabra que esperamos: “queda limpio”, de toda la maraña de enfermedades que las guardamos en la intimidad. Quedar limpio tiene varias implicancias: poder compartir con los demás, regresar a la familia, ser saludable, haber sido recreado por el mismo Dios, más que un tratamiento con poliquimioterapiauna lujuriosa cirugía plástica.

 

Pero en el leproso la alegría es grande, no puede contener en su gloria personal testimoniar que ha sido sanado. El estigma del ‘Leproso’ es cambiado por el del ‘sanado’. Nunca más dejará de ser un testimonio, de la marginación a la inclusión, de la corrupción de su piel a la limpieza de corazón, de la confianza en Jesús a ser testigo del Hijo de Dios, de la ofrenda al templo según Moisés al testimonio personal del mismo Jesucristo.

En este día, es importante pensar en aquellas palabras y gestos que uso para manipular o para hacer difícil la vida de los demás. Los caprichos son de breve duración, mientras que la sanación es duradera y un bien para los demás.

 

Palabra del Papa Francisco

 

 Ante esta oración humilde y confiada, Jesús reacciona con una actitud profunda de su espíritu: la compasión. Y «compasión» es una palabra muy profunda: compasión significa «padecer-con-el otro». El corazón de Cristo manifiesta la compasión paterna de Dios por ese hombre, acercándose a él y tocándolo. Y este detalle es muy importante. Jesús «extendió la mano y lo tocó... la lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio» (v. 41-42). La misericordia de Dios supera toda barrera y la mano de Jesús tocó al leproso. Él no toma distancia de seguridad y no actúa delegando, sino que se expone directamente al contagio de nuestro mal; y precisamente así nuestro mal se convierte en el lugar del contacto: Él, Jesús, toma de nosotros nuestra humanidad enferma y nosotros de Él su humanidad sana y capaz de sanar. 

 

(Angelus, 15 de febrero de 2015)

 

 

 

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».

Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».

La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».

Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.

Pintura: 🎨

Cristo curando a un leproso, por Jean-Marie Melchior Doze, 1864

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