III Domingo de Adviento (C): Domingo Gaudete, la alegría que viene de Dios

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?».

Él contestaba:

«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo»

Hay más alegría en la bondad que en el egoísmo, en la paz que en la violencia, en la justicia que en el hurto, en la verdad que en la mentira, en el nacimiento que en la muerte. La alegría interior ante Dios como inspirador de las mejores acciones.

 

Alegría

Adorazione del Bambino, 1619- 1620, Firenze, Galleria degli Uffizi

 

III Domingo de Adviento

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

 

El nacimiento de Dios es el motivo principal de la alegría. Es el personaje principal en esta historia de amor. La trama de nuestra relación con él cada uno lo sabe, pero sólo Dios puede visionar el desenlace.

 

Alegría y paz

Cada mañana tenemos la alegría de la lluvia y del canto de los pájaros. Cada día suena la voz de alguien que quiere tu bien y pregunta por cómo te va la vida. El sol, los amigos y otros signos de paz alegran tu existencia.

 

Pero tú dirás que no siempre sucede así y tienes razón: ¿qué o quién rompe el corazón de la alegría en tu vida? Seguramente quien no te respeta ni te valora, te tiene envidia. Aunque cabe también la pregunta en el sentido inverso: ¿por qué siento que no soy bien aceptado en este grupo de amigos? ¿Soy sembrador de alegría?

 

Alegría y justicia

El profeta Sofonías (640-609 a.C.) comunicador de Dios y defensor del pueblo, busca que su pueblo tenga alegría; pero se choca contra la historia adversa que rompe la dinámica de la paz: el fanatismo, el fundamentalismo, el abuso. Los fanáticos que hacen sufrir las consecuencias de las guerras; los fundamentalistas van fisgoneando y condicionando la vida de los demás; los abusivos dejando a los pobres sin pan ni futuro. Esta misión del profeta de la alegría en un mundo caótico es la de los cristianos, los judíos y los musulmanes; un solo Dios, el mismo Dios. Las tres religiones monoteístas deberían unirse por la paz, y despertar la alegría en su territorio que tanto lo necesita.

 

Es claro, puedes ser profeta de alegría. La consecuencia lógica es ser heraldo de la paz. Es antimoral, un golpe a la conciencia estar en el lado de los que roban el pan del pueblo. No se puede conjugar la avaricia con la generosidad, las migajas económicas no deberían comprar conciencias. Una vida invadida por el dinero injusto es una puerta abierta a la violencia, tristeza.  Es “natural” (incoherente) entonces, pensar mejor en una navidad llena de regalos y de luces artificiales para maquillar la incoherencia, la fragmentación interna, el dolor silencioso, lo insípido del interior, la necesidad de perdón. ¿Allí está la alegría del nacimiento de Dios?

 

Alegría y vida

Con la alegría hasta las arrugas y las canas son simpáticas. Significa disfrutar de la buena vida y vivir bien. Más allá de lo estético y de lo psicológico, los beneficios de la alegría en Dios son necesarios. Lo estético lo maquillas; lo psicológico depende del enfoque, hay gente que se alegra haciendo el mal, la depravación es casi signo del abuso de autoridad y empoderamiento. 

 

La alegría en Dios tiene ese clima de la espera, de estar a la expectativa por conocer el color de ojos, por tenerlo en tus manos apenas nazca. Es la serenidad del corazón al saber que Dios va cuidando de su hijo y de sus hijos. La alegría que te libera de todo pesimismo, de los temores futuros, de las malas intenciones. La alegría de que tu vida tiene sentido porque buscas en tu corazón a Dios, lo encuentras en el compartir con los demás y lo esperas en el mundo futuro más allá de la muerte. Es la alegría que siente el hombre al ser humano, al saber que tiene inteligencia, voluntad, corazón, conciencia, espiritualidad, sangre, huesos y vida. Si eres un ser alegre, eres un ser humano, forjador de humanidad.

 

Alegría y compartir

Produce más alegría el compartir que el acumular. Los ojos no están para la mezquindad. Es parte del mensaje expresado por Juan el Bautista a quiénes le preguntaban: “Entonces, ¿qué debemos hacer?”. El llamado a compartir el pan el vestido, a no exigir al prójimo más allá de sus fuerzas, a ser justos, a no robar, a evitar la violencia.

 

Pero, no nos quedemos sólo en el mensaje un tanto moralizante, veamos más allá, el compartir evidencia un corazón que goza de alegría abundante, una persona tolerante suele disfrutar del respeto a las personas, la justicia ennoblece la conciencia, y el no robar produce la paz ante Dios. En el fondo, está el corazón grato ante Dios, una vida acorde a la fuente de la alegría, que con sus actos genera paz, esperanza, alegría.

 

Feliz domingo “Gaudete”, que tu alegría provenga de un corazón lleno de Dios y del amor a los demás.

 

Palabra del papa Francisco

La alegría cristiana, al igual que la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas. El profeta Isaías exhorta a quienes se equivocaron de camino y están desalentados a confiar en la fidelidad del Señor, porque su salvación no tardará en irrumpir en su vida. Quienes han encontrado a Jesús a lo largo del camino, experimentan en el corazón una serenidad y una alegría de la que nada ni nadie puede privarles. Nuestra alegría es Jesucristo, su amor fiel e inagotable. Por ello, cuando un cristiano llega a estar triste, quiere decir que se ha alejado de Jesús. Entonces, no hay que dejarle solo. Debemos rezar por él, y hacerle sentir el calor de la comunidad.


(Ángelus, 15 de diciembre de 2013 | Francisco)

 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 3, 10-18

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?».

Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacer nosotros?».

Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».

Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros ¿qué debemos hacer?».

Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».

Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».

Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.


Pintura:

Adorazione del Bambino, 1619- 1620, Firenze, Galleria degli Uffizi

- Gerard van Honthorst - Adoration of the Shepherds

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