Permanecer en el amor de Cristo
La humildad
Hoy, en la liturgia, San Pablo nos presenta a Jesús como el verdadero modelo de humildad: “Se humilló hasta hacerse obediente, hasta la muerte, y muerte de cruz”. Jesús, humilde y pobre, nos fortalece con su entrega. Ante el misterio de la encarnación y de la redención, no podemos menos que sentirnos pequeños. Y sin embargo, su humildad nos engrandece, su pobreza nos enriquece, su muerte nos da la vida. Estamos llamados a permanecer en el amor de Jesús.
Estamos llamados cada día a aprender de Él, a ser mansos y humildes de corazón. Porque Jesús tiene predilección por los pequeños, por los humildes… y en ellos se manifiesta su gracia.
Santa Rosa, testigo de la humildad de Cristo
Esa predilección se hizo visible en Santa Rosa de Lima. Ella permanece en el amor de su esposo Cristo. Desde su pobreza buscó siempre ayudar a los pobres. Inspirada en la fortaleza y el ejemplo de Santa Catalina de Siena, eligió consagrarse como terciaria dominica.
Hoy, es normal que una mujer tenga opinión pública, decida qué hacer con su vida. El rol de la mujer en tiempos de Rosa no pasaba del monasterio o del matrimonio. Rosa, como terciaria dominica, tenía incidencia pastoral, social, espiritual.
En medio de las dificultades de una familia numerosa, trabajaba con sencillez en el huerto, como tejedora, como cuidadora de niños. Todo lo hacía con amor, ofreciéndolo a Jesús, su Esposo, y a la Virgen del Rosario. La virgen del Rosario para los criollos estaba en el altar que hoy cobija las imágenes y reliquias de los santos peruanos, al centro Santa Rosa de Lima.
Desde la pequeña ermita en el jardín de su casa elevaba oraciones y cantos por la conversión de los españoles y la evangelización de los pueblos originarios del Perú. En su hogar acogió a mujeres y niños, a esclavos y andinos, a ancianos y a madres embarazadas abandonadas. Malambo era la expresión de la miseria humana, el mercado no ha parado de negociar con las personas humanas.
Espíritu misionero y de servicio
Santa Rosa también alentaba a los frailes dominicos que partían en misión hacia la costa, la sierra y la selva amazónica. Su corazón misionero soñó incluso con un monasterio donde las mujeres peruanas pudieran consagrarse al Señor: aquel anhelo se concretó más tarde en el Monasterio de Santa Catalina.
Hoy, siglos después, su testimonio sigue vivo. Son muchas las mujeres -enfermeras, maestras, madres embarazadas- y también servidores del pueblo como la policía, quienes peregrinan a su casa buscando la intercesión de “Santa Rosita”, deseando aprender de su humildad y fortaleza. En Perú, muchas personas trabajan en muchos oficios, lo que popularmente se dice "mil oficios". Santa Rosa es la “mil oficios” dirigidos a asistir y acompañar a los menos favorecidos.
Que Santa Rosa de Lima nos inspire a vivir la humildad que nos abre al misterio de Cristo, el único que nos hace verdaderamente grandes. Que su ejemplo alimente nuestro caminar misionero, especialmente en el servicio a los más pequeños, los predilectos del Señor.
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