XIX Domingo del tiempo ordinario (C): El Tesoro que alimenta el Corazón
“Donde está vuestro tesoro, allí está vuestro corazón”
El tesoro o la riqueza del cielo necesita de nuestro corazón, mente, vida; por ello se pide una actitud vigilante, cuidadosa, perseverante.
Federico Barocci - The Institution of the Eucharist
XIX Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
La frase de Jesús: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” va directa al centro de nuestra vida. El corazón, en su misteriosa centralidad, es el lugar donde se debaten las emociones que alimentan la mente y los gestos. Paradójicamente, está vinculado incluso con nuestro sistema digestivo: somos lo que comemos, y también lo que soñamos. A veces pensamos con el estómago y comemos con las fantasías de la mente. Nutrir mal el corazón es tan peligroso como nutrir mal el cuerpo; al contrario, un corazón bien alimentado da claridad a nuestros objetivos y firmeza a nuestros valores.
La gran insatisfacción —y la violencia— que vemos en el mundo nacen muchas veces de un corazón “indigestado” y un estómago fuera de lugar. Las intenciones corrosivas del ser humano han desviado el verdadero alimento del alma y del cuerpo. Lo vemos en la política, en algunas relaciones familiares, en modas y tendencias que deslumbran pero no alimentan. Incluso en el amor: algunos aman con el corazón, otros con el estómago.
Por eso, la vigilancia que propone el Evangelio de Lucas frente a la injusticia y la cultura de la exclusión es urgente. Debemos cuidar la pureza de lo que riega el corazón, el oxígeno que llega a la mente y lo que nutre nuestras metas diarias. Al despertar cada mañana, podríamos aplicar esta sabiduría: ¿a quién voy a llamar, o evitar llamar? ¿Qué puedo aportar a esta persona? ¿Alimento mi vida con la oración?
Hoy existen aplicaciones para casi todo: cómo generar riqueza, cómo administrar el tiempo… Pero ¿cómo ser ricos espiritualmente? La respuesta no está en fórmulas rápidas, sino en constancia, vigilancia y una fe que se fortalece incluso en la duda.
En el fondo, todos somos administradores de la vida que Dios nos confía, pero no podemos hacerlo solos. Jesús nos habla de buenos administradores: los que actúan con un corazón evangélico, y aquellos que, aunque lo proclaman, en realidad administran con un estómago hambriento e insatisfecho, buscando sus propios bolsillos.
Ante Dios, la verdad siempre queda al descubierto, incluso si nos creemos administradores “neutrales” o “agnósticos”. Jesús nos pide una vigilancia que evite caer en los extremos de la miseria o de la ambición, para que nuestro tesoro -y nuestro corazón- estén siempre en Él.
- ¿Puedes poner dos ejemplos de los tesoros en tu vida?
- ¿Cuáles son los tesoros que alimentan tu corazón?
Palabra del Papa Francisco
Este es el verdadero tesoro del hombre. Seguir adelante en la vida con amor, con ese amor que el Señor sembró en el corazón, con el amor de Dios. Este es el verdadero tesoro. Pero el amor de Dios, ¿qué es? No es algo vago, un sentimiento genérico. El amor de Dios tiene un nombre y un rostro: Jesucristo, Jesús. El amor de Dios se manifiesta en Jesús. Porque nosotros no podemos amar el aire...
(Angelus, 11 de agosto de 2013)
Lectura del santo Evangelio según San Lucas 12, 32-48
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo.
Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le dijo:
«Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?».
Y el Señor dijo:
«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas?
Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles.
El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos.
Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
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