He venido a prender fuego a la tierra,
¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!
El fuego del Evangelio es una llama que transforma y purifica. Su calor no solo une, también divide; es un tamiz radical que confronta la cultura del conformismo y desenmascara a los liderazgos manipuladores.
XX Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
Estar divididos
Nadie quiere la división, ni en la familia ni en la sociedad. Y, sin embargo, la vivimos. Hay quienes llevan un fuego en el corazón y buscan la unidad, pero también hay quienes, con cuchillos en sus palabras y acciones, generan rupturas.
En la familia, la división deja cicatrices hondas que se transmiten de generación en generación. Por eso la gran pregunta es inevitable: ¿cómo evitar esas fracturas en tu hogar? ¿Qué gesto concreto podrías hacer hoy mismo para unir a tu gente?
Dividir
Jesús no habla de los que hieren por maldad o lanzan piedras de odio. La división que Él provoca es la del fuego del Evangelio, que quema el orgullo, el egoísmo, la mentira y la avaricia.
Los temas que nos dividen deben hablarse. Callarlos es comenzar ya el proceso de rechazo. Cristo, el Rey de las paradojas, nos ilumina con una enseñanza clara: decir la verdad y obrar con justicia. La verdad nos reconcilia con nosotros mismos, y la justicia nos abre al prójimo.
Bautismo
En el bautismo recibimos la gracia de ser hijos de Dios. Allí se hace presente la sangre y el agua que brotaron del costado de Cristo en la Cruz.
La Cruz es el signo del amor más grande que el mundo necesita, pero también revela la crueldad del ser humano: condenar a un inocente, manipular la fe, imponer intereses políticos. En la pasión aparecen la traición de Judas, la negación de Pedro, el miedo de los discípulos, la duda de Tomás.
Si miras tu vida, verás también momentos oscuros y cobardes. En tu familia, quizá recuerdes las veces que buscaste agradar más a los de fuera que a los de dentro, o cuando preferiste aparentar antes que mostrarte en tu verdad.
Necesitamos aprender a arder: a incendiarnos con la libertad del Evangelio. Pedir los dones de la prudencia para expresar con claridad y respeto nuestras opiniones en la familia. Orar para que Dios nos ayude a superar lo que parece insuperable.
Hay personas incapaces de examinarse a sí mismas, atrapadas en su egoísmo y soberbia. Pero la gracia del Evangelio puede quebrar esas resistencias.
En conclusión, El fuego del Evangelio y el amor de Dios nos ofrecen una estrategia paradójica: dividir para unir, entrar en conflicto para alcanzar comunión, decir la verdad para generar confianza.
Ese fuego no destruye: purifica, ilumina y nos hace capaces de amar con un corazón libre.
Palabra del Papa Francisco
"Jesús revela a sus amigos, y también a nosotros, su más ardiente deseo: traer a la tierra el fuego del amor del Padre, que enciende la vida y mediante el cual el hombre es salvado. Jesús nos llama a difundir en el mundo este fuego, gracias al cual seremos reconocidos como sus verdaderos discípulos. El fuego del amor, encendido por Cristo en el mundo por medio del Espíritu Santo, es un fuego sin límites, es un fuego universal. Esto se vio desde los primeros tiempos del Cristianismo: el testimonio del Evangelio se propagó como un incendio benéfico superando toda división entre individuos, categorías sociales, pueblos y naciones. El testimonio del Evangelio quema, quema toda forma de particularismo y mantiene la caridad abierta a todos, con la preferencia hacia los más pobres y los excluidos."
Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,49-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!
¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.
Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra».
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