Domingo XVIII Ordinario – Ciclo A (Mateo 14,13-21) – 31 de julio de 2011



“... denles ustedes de comer”



No extiendas la mano para recibir, sino para dar. No uses tu mano para tomar las cosas, sino para atuar a favor de los demás. Jesús actúa, con Dios, ora, parte y comparte y en el compartir te implica.

Sucede con los programas asistenciales, que muchos no los necesitan pero se registran. Se ponen a la cola por ejemplo en los comedores populares, y en otros repartos populistas.

En realidad, no podemos decir que en nuestro pueblos toda la gente se muere de hambre, tampoco que no hay pobreza. Debemos resaltar muchos actos solidarios que realizan para ayudar a alguien que está necesitado. Por ejemplo, las picaronadas, polladas, “la chanchita”,…

Muchos, antes que ponerse a la fila para recibir son promotores de actos solidarios. Son expertos organizadores de eventos a favor de quienes están sufriendo enfermedades graves o algún accidente. Son también actos motivados por la caridad.

La sencillez de los alimentos, el agua, el pan nos remite a necesidades importantes y necesarias para la vida. No hay vida sin el agua y el pan, no hay alegría sin vino.

El profeta Isaías nos oferta gratis, es un verdadero regalón. Dios quiere regalar aquello que la persona necesita para subsistir. Tengamos en cuenta que el pueblo está fuera de su país, en el exilio.

Esta lectura de de mas de 2500 años resuenan en nuestros oídos con gran actualidad. Vivimos en una sociedad que se cree satisfecha, pero lo cierto es que se gasta su dinero, sus energías en cosas que no alimentas y en bienes que no dan hartura.

¿Qué necesitamos para subsistir? “inclinen el oído, vengan a mí, escuchen y vivirán”

La iglesia va a estas fuentes, recibe el mandato “denles ustedes de comer”. Trabaja en el desarrollo humano sostenible, pero no puede decirles a los pobres que esperen hasta que se logren los objetivos del milenio. Tiene programas asistenciales y también promueve la educación, el aporte cultural, la fe.

No es una idea como “opio del pueblo”, sino que es una acción que te pide estar despierto, atento, vigilante, que respondas a sus llamados. A un hombre se le cayó su casa y le dijo a Dios: ¿Por qué se cayó mi casa Señor, me estás castigando sin hacer nada? Ese es el problema, no hacer algo.

La actitud de Jesús no es la mano estirada para recibir, pasa por elevarse a Dios, por confiar, expresar su palabra, y por bendecir, partir, repartir e implicar en el repartir. La única condición es no apartarse de Cristo, sólo él puede hacernos fuertes, es nuestra fortaleza. 

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