IV Domingo de Cuaresma (A): "Me puso barro en los ojos, me lavé y veo" El ciego de nacimiento

Jesús cura a un ciego de nacimiento

IV Domingo de Cuaresma
Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)

De El Greco - Web Gallery of Art:   Imagen  Info about artwork, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3677585

Homilía y Reflexión,
Nos subestimamos

Hoy, ante el coronavirus hemos comprendido el gran peligro de subestimar. Ya parecía “normal” ser irrespetuosos ante las tragedias de los demás. La fatal consecuencia del Covid-19 llegó para todos. Obviamente sufren más los pobres, sin casa para quedarse, sin dinero para alimentarse. Pobres y ricos, visionarios y ciegos, nos quedamos en casa, con todo el tiempo para redescubrirnos y reinventarnos. Somos barro, necesitados del aliento de Dios.


Subestimados
Cuenta la historia que un hombre hizo una bola de barro para curar la ceguera. Luego pidió que se lave. El ciego obedeció. Si lo subestimaba, seguía ciego. La sencillez de los subestimados es no subestimar lo que puede darles la luz de la vida y de la fe.

El ciego ha sido subestimado. Sus vecinos creían conocerlo, pero en realidad sólo veían un ciego, un foco del pecado, sin palabra, un desahogo de sus prejuicios. 

El ciego hoy se quedaría en casa. ¿Y si no la tuviera? Pero, la solidaridad humana le posibilitaría vivir, como a tantos migrantes, ancianos y personas solas, que por la ventana o el televisor miran la llegada de la “no subestimada” muerte. O quizá no tendría la preferencia para ser conectado a un ventilador.

El ciego tiene palabra pero no es escuchada. “Soy yo” expresa su intimidad humana, su realidad de ser CREADO por Dios. Su palabra se ha puesto al nivel del testimonio, de la seguridad, de la visión. Se envalentona para expresar igualdad, “soy yo” como ustedes, hijo del mismo Dios, ciudadano del mismo planeta. Y ellos no le creen. Él sí lo cree aunque todavía no conoce a Jesús.


Los que subestiman
Si la primera duda era su “carencia”, ya está “viendo”. Ahora necesitan, los vecinos, de algunos “especialistas”, con una ‘visión más clara’ para analizar al ‘ciego curado’. El ciego estaba en la puerta del templo, pero las autoridades no ‘volvían sus ojos’ a quien no les podía ver, sin palabra y sin “un perro que le ladre”.

Los vecinos no nos escuchamos y de pronto nos sorprende descubrir un “ciego con visión”: “Me puso barro en los ojos, me lavé y veo”. El complejo de “ser dueño de la verdad” les mostró su ceguera. Están molestos porque el ciego reconoce a un “profeta”, y las autoridades religiosas tiene fama de matar a los profetas. El ciego es expulsado, cual migrante, sin palabra, sin razón, sin los valores que ellos mismos dicen defender. 

En este vecindario, las autoridades religiosas odian visceralmente a los “pecadores” y peor si “dan testimonio”. En realidad, estas autoridades, sin Dios y sólo con sus normas, interpretadas por ellos, expulsan a un ciego, testimonio de la luz. 


Los subestimados y la salvación
Y en estas circunstancias, sale al encuentro Jesús, lo busca para decirle que quien le sanó no es sólo un hombre, o un profeta, es más, es el hijo del Hombre, es Dios mismo.

La historia seguirá, el ciego conoció al Dios de la salvación y se postró ante él. Mientras que las autoridades, lo condenarán y lo crucificarán. 

Nuestra oración por los religiosos que han ofrecido sus vidas al servicio de los expulsados, marginados, sin palabra, migrantes, abandonados, sin casa,…

Homilía y Reflexión,


Jesús sana a un ciego

Homilía y Reflexión,


Lectura del santo evangelio según san Juan 9, 1. 6-9. 13-17. 34-38

En aquel tiempo, al pasar, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento.
entonces escupió en la tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego, y le dijo:
«Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado)».
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:
«¿No es ese el que se sentaba a pedir?».
Unos decían:
«El mismo».
Otros decían:
«No es él, pero se le parece».
El respondía:
«Soy yo».
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista.
Él les contestó:
«Me puso barro en los ojos, me lavé y veo».
Algunos de Los fariseos comentaban:
«Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado».
Otros replicaban:
«¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?».
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
«Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?».
Él contestó:
«Que es un profeta».
Le replicaron:
«Has nacido completamente empecatado, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?».
Y lo expulsaron.
Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
«¿Crees tú en el Hijo del hombre?».
Él contestó:
«¿Y quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
«Lo estás viendo: el que te está hablando, ese es».
Él dijo:
«Creo, Señor».
Y se postró ante él.

Reflexiones del evangelio dominical:


Homilía y Reflexión,

0 Comments