IV Domingo de Pascua ( C ): “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen”

Jesús el Buen Pastor es una síntesis del amor, de su divinidad, de su relación con la humanidad, y por tanto, es bueno la reciprocidad de los hombres.

 

Jesús el buen pastor

El Buen Pastor. Murillo, Bartolomé Esteban. Museo del Prado.


Jesús el dador de vida


IV Domingo de Pascua

Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)

 
 Rastrear el amor

El 2017 se estrenó la película Lion: Un Camino a Casa del director Garth Davis. El drama se basa en una historia real y muestra la determinación inquebrantable de Saroo para rastrear sus raíces. 25 años después, ayudado por sus recuerdos y por Gooogle Earth se reencontrará con su madre.

 

El niño Saroo Brierley acompañó a su hermano mayor, Guddu, que limpiaba los vagones del tren. Al atardecer, cansado, se durmió en la estación de Burhanpur, cuando despertó no encontró a su hermano y subió al tren esperando encontrarlo, pero se durmió otra vez y despertó 14 horas después, en Calcuta.

 

Saroo, de 5 años, intentó regresar pero no sabía escribir y el vendedor de Tickets no comprendía su idioma. Se resignó a vivir en las calles. Al mismo tiempo su madre lo buscaba sin éxito. Las autoridades no pudieron rastrear a su familia y le dieron en adopción a una familia australiana.

 

Saroo crecía, no dejaba de escuchar la voz de su hermano, recordaba el rostro de su madre y el deseo de buscarlos se hizo cada vez más fuerte. Empezó a buscar su ciudad de origen utilizando Google Eart, sólo recordaba la ciudad donde llegó y las 14 horas que se durmió. Multiplicó tiempo de viaje por la velocidad aproximada de los trenes de la región. En seguida, hizo un círculo con un radio de 1200 Km de Calcuta hasta que encontró su pueblo, Khandwa.

 

Finalmente, se reencuentra con su madre, Kamla Munshi, después de 25 años. Su madre lo esperaba siempre pero no podía creer ver a su hijo menor Saroo, con una triste noticia: su hijo mayor, Guddu, fue encontrado muerto sobre las vías del tren un mes después de la desaparición de Saroo.

 

Es muy grande el deseo inquebrantable de regresar a las raíces, aferrarse a los rastros del amor de madre, de padre, de hermanos. Sentir la voz, conocer la música del amor es un regalo de Dios para todos, creyentes y no creyentes. Quizá Dios espere que hagamos una búsqueda implacable hasta nuestros orígenes y más allá.

 

Rastrear la fe

Considero que si Dios no niega a nadie el amor tampoco le negará la fe. Es una gracia. Escuchar la voz de Dios nos remite más allá del amor a los animales, de la lucha por los derechos humanos y de las obras buenas. Necesitamos también rastrear el sentido de lo que hacemos, de dónde venimos y adónde vamos.

 

Pregúntale también a Jesús ¿Quién eres, dinos de una vez si eres el Cristo? Jesús afirma que “él y el Padre son uno”, lo comprendemos a nivel del amor materno o paterno, ser uno, pero nos falta a nivel de la fe. En esta línea, la humildad y entrega ante Dios puede quitarnos la sensación de vacío y sin sentido.

 
¿Quién eres? El buen pastor

La respuesta a esta pregunta en el contexto de la humanidad, de la fe, del amor, del sin sentido,… es diversa pero regresa constantemente a lo fundamental de nuestras relaciones, Jesús lo aclara: el buen pastor, se encarga de cuidar, de darle más valor que todas la cosas.

 

Para Kamia Munshi sus corderos, Guduu y Saroo, eran los más preciados, y los arrebataron de su mano la pobreza, la injusticia, el azar o lo contingente de la existencia. ¿Con cuánta desesperación habrá clamado a Dios para secar sus lágrimas amorosas?

 

Este domingo, día de la madre para algunos países, celebramos al Buen pastor, y también la oración por las vocaciones. Es la gran oportunidad de Jesús para presentarnos en síntesis lo que es, su identidad, su cercanía y su divinidad.

 

Feliz día a ti madre por conocer cada latido de tus bebés, por intuir en el corazón de tus hijos y por no dejar nunca de ser: “mamá”.

 

Palabra del Papa Francisco

Pero cuando hay un buen pastor que hace avanzar, hay un rebaño que sigue adelante. El buen pastor escucha al rebaño, conduce al rebaño, cura al rebaño. Y la grey sabe distinguir entre los pastores, no se equivoca: el rebaño confía en el buen Pastor, confía en Jesús. Sólo el pastor que se parece a Jesús da confianza al rebaño, porque Él es la puerta. El estilo de Jesús debe ser el estilo del pastor, no hay otro. Pero además Jesús, el buen pastor, como dice Pedro en la primera lectura, «padeció por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas. Él no cometió pecado, ni se halló engaño en su boca. Cuando era insultado, no respondía con insultos, cuando era maltratado, no prorrumpía en amenazas» (1P 2,21-23). Era manso. Uno de los signos del buen Pastor es la mansedumbre. El buen pastor es manso. Un pastor que no es manso no es un buen pastor. Tiene algo escondido, porque la mansedumbre se muestra tal cual es, sin defenderse. Es más, el pastor es tierno, tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y cuida de cada una como si fuera la única, hasta el punto de que cuando llegan a casa después de una jornada de trabajo, cansado, se da cuenta de que le falta una, sale a trabajar otra vez para buscarla y [encontrarla] la lleva consigo, la lleva sobre sus hombros (cf. Lc 15,4-5). Este es el buen pastor, este es Jesús, este es quien nos acompaña a todos en el camino de la vida. Y esta idea del pastor, esta idea del rebaño y las ovejas, es una idea pascual. La Iglesia en la primera semana de Pascua canta ese hermoso himno para los recién bautizados: “Estos son los corderos recién nacidos”, el himno que hemos oído al comienzo de la Misa. Es una idea de comunidad, de ternura, de bondad, de mansedumbre. Es la Iglesia que quiere Jesús, y Él cuida de esta Iglesia.

(Homilía, 3 de mayo de 2020)

 

Lectura del santo Evangelio según San Juan 10, 27-30

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.

Lo que mi Padre me ha dado es más que todas las cosas, y nadie puede arrebatar nada de la mano de mi Padre.

Yo y el Padre somos uno».


Pintura del buen pastor

El Buen Pastor

Hacia 1660. Óleo sobre lienzo, 123 x 101,7 cm 
Sala 017

Murillo ha pasado a la historia como uno de los grandes pintores de temas infantiles, y ello no sólo por sus famosas escenas costumbristas protagonizadas por niños, sino también por representaciones como ésta, en la que aparece el Niño Jesús en la metáfora bíblica del buen pastor que apacienta y cuida de sus ovejas. Se trata de un tipo de imágenes de gran éxito entre la sociedad sevillana de la época, y cuya eficacia devocional se ha mantenido intacta a través de los siglos. En este tipo de obras, que en muchos casos iban destinadas al culto privado, su autor se muestra como un verdadero maestro a la hora de conjugar un estilo sabio y delicado con un contenido amable y dulce. Sin embargo, dueño como era de un poderoso sentido de la composición, las dota de notable monumentalidad y equilibrio. Las ruinas de arquitectura que aparecen al fondo, tienen un doble sentido. Por una parte se enmarcan dentro de una tradición virgiliana que se manifiesta en literatura y artes plásticas y que gusta mucho de la imagen del pastor entre los restos caídos de un pasado esplendoroso. Por otra, la iconografía cristiana utilizó frecuentemente la referencia a ruinas clásicas como símbolo del paganismo vencido. El estudio del colorido, en el que predominan las gamas frías, ha llevado a fechar esta obra en torno a 1660, poco antes de que realizara los grandes lienzos para Santa María la Blanca (P994 y P995). Originariamente era algo más pequeña, pero fue agrandada antes de 1746 para que formara pareja con San Juan Bautista niño (Texto extractado de Portús, J.: Guía de la pintura barroca española, Museo del Prado, 2001, p. 186).

Ver la Película: Un camino a Casa

La primera parte no tiene traducción al español pero se puede comprender el amor y lágrimas de ambas madres, dadoras de vida.

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