III Domingo de Pascua ( C ): "Señor, tú lo sabes todo. Sabes que te quiero”. La pesca milagrosa.

Merecemos una segunda oportunidad. Tú puedes resarcir los errores u horrores del pasado y reconducir tu vida. Si buscas reafirmar, necesitas de gestos, fuerzas e ilusiones. La sabiduría de la experiencia es como un junco necesitado de agua para ser re-encaminado.


La pesca Milagrosa
The Miraculous Draft of Fishes
, 1444. 132cm x 154cm, Musée d'Art et d'HistoireGeneva.


III Domingo de Pascua

Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)

 

Reivindicar al Pescador

La nostalgia de la primera pesca

Aquella tarde, ya no hay nada que hacer para Pedro y sus amigos. ¿Qué hacer cuando los grandes sueños se han roto?

 

¿Te ha sucedido que ante la pesadumbre y remordimiento internos sueles buscar hacer algo para mantenerte ocupado? Mientras, otros están hablando de las apariciones de Jesús, Pedro para disimular sus pesares propone a sus amigos hacer lo que hacían antes de conocer a Jesús, pescar.

 

Han regresado a donde el gallo no canta y son expertos desenredando. A 50 kilometro de la cruz, lejos de los leguleyos y soldados. Conocen el lago de Tiberíades y saben como domar el viento, y remar sin miedo en la noche. El frío interior recorre sus mentes que ya se consideraban “pescadores de hombres”, y han regresado a pescar nada.

 

Nos sucede cuando estamos nostálgicos, a veces decepcionados de nosotros mismos. Es como haber perdido el motor, el sentido, la brújula de nuestra barca. También necesitamos regresar y sumergirnos desnudos – como Pedro- en nuestros orígenes o en la primera vez.

 

La alegría de la nueva pesca

La iniciativa humana, casi personal, de Pedro, fracasa; en una noche sin la “luz del mundo” (Jn. 8,12) aparece la frustración. Están dispuestos a seguir, pero necesitan comprender mejor el significado de la resurrección en sus vidas.

 

No tienen ni un pescado para invitar al que ha llegado a pedir “muchachos, ¿tienen un pescado?”. Inmediatamente les pide echar las redes. Así inicia un nuevo amanecer, un paso de la pesca infructuosa a la abundante, de una existencia triste a una apasionada y fértil, en el Evangelio.

 

Acá te planteo un pero. Si esta actitud la aplicas a tu vida, te preguntarás ¿Por qué las cosas bien hechas, conducidas de manera encomiable permanecen estériles? Lo central de la pesca abundante es reconocer al resucitado, aunque al principio no lo ven llegar.

 

Juan lo reconoce: “Es el Señor”. Pedro se sumerge y nada hacia Jesús, no contradicen, sólo obedecen. Así es como la pesca es abundante.

 
El banquete de la contemplación

El contexto, el clima, los pensamientos que les asaltan al escuchar a Jesús les ha dejado atónitos. Es la cena silenciosa, sin preguntas, como conectados por el entendimiento de las respuestas.

 

Contemplan la abundancia, el sentido de lo vivido, los peces y el pan a la brasa. Jesús parte y reparte. Necesitaban de este alimento. No hay palabras que puedan romper el momento místico. 

 

Esta experiencia les fortalecerá para responder a la persecución, a la cárcel, ante el Sanedrín, y tener la convicción de la Resurrección frente a todas las dudas de las primeras comunidades cristianas.

 

La reivindicación del amor

Pedro ha sufrido la tristeza profunda de haber negado a Jesús. El gallo cantó tres veces. ¿Qué palabra podrías tener ante el amigo que abandonaste en los momentos más difíciles?

 

Jesús, es el Resucitado, tiene más que una ventaja moral para reclamar a Pedro. Sin embargo, comienza por una pregunta sanadora. La pregunta se convierte en fundamental para la tierra y el cielo, el gesto de humildad de Dios como necesitado del amor del hombre es arrolladora.

 

Si Dios no fuera humilde quizá no sería tan amoroso y paciente. Pedro que se sentía ya el “satanás” ante Jesús ahora comprende que nunca dejó de ser amado.  

 

“Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? Suena más fuerte que el canto del gallo y 3 veces. Mira qué reconfortante será tener o dar la oportunidad a un amigo para reafirmar el amor, para desenredar la red del dolor que se apoderó desde el momento de la negación.

 

“Señor, tú lo sabes todo. Sabes que te quiero”. Esta respuesta le libera y está dispuesto a apacentar las ovejas, a cuidar de la iglesia, a ser pescador de hombres. 

 

Pedro, efectivamente, murió feliz. Lo crucificaron como a Jesucristo por anunciar el evangelio de la verdadera vida, hasta el último aliento de su existencia, en la cruz  ubicada de cabeza, estaba convencido de que merece la pena morir por quien le amó y también amar hasta más allá de la muerte.

 

Que no te pinten pajaritos, ¿realmente allí tienes un amor liberador? Feliz domingo de resurrección.

 

Palabra del Papa Francisco.

 

La mirada de Jesús sobre mí

Tras hacer el recorrido sobre los mensajes de Jesús al apóstol Pedro por medio de sus miradas, el Papa invitó a que cada uno se pregunte: «¿Cuál es hoy la mirada de Jesús sobre mí? ¿Cómo me mira Jesús? ¿Con una llamada? ¿Con un perdón? ¿Con una misión?». Y él mismo responde: «Todos nosotros estamos bajo la mirada de Jesús. Él nos mira siempre con amor. Nos pide algo, nos perdona algo y nos da una misión. Ahora Jesús viene sobre el altar. Que cada uno de nosotros piense: ‘Señor, Tú estás aquí, entre nosotros. Fija tu mirada sobre mí y dime qué debo hacer; cómo debo llorar mis equivocaciones, mis pecados; cuál es el coraje con el que debo ir adelante por el camino que tú has recorrido primero».

 

Ciudad del Vaticano (Viernes, 22-05-2015, Gaudium Press)

 

 

Lectura del santo Evangelio según San Juan 21, 1-19

En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
«Me voy a pescar».
Ellos contestan:
«Vamos también nosotros contigo».
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
«Muchachos, ¿tenéis pescado?».
Ellos contestaron:
«No».
Él les dice:
«Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis».
La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro:
«Es el Señor».
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan.
Jesús les dice:
«Traed de los peces que acabáis de coger».
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
«Vamos, almorzad».
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?».
Él le contestó:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
«Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez:
«¿Me quieres?»
Y le contestó:
«Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
«Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
«Sígueme».


The Miraculous Draft of Fishes, 1444. 132cm x 154cmMusée d'Art et d'HistoireGeneva.

Esta obra es la más conocida de su autor. En ella se representa un episodio de los Evangelios: la pesca milagrosa que aparece en el capítulo 21 del Evangelio según san Juan, versículos 4-7:

4 Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis pescado?» Le contestaron: «No.»
6 El les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, pues, y ya no podían arrastrarla por la abundancia de peces.
7 El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: «Es el Señor», se puso el vestido - pues estaba desnudo - y se lanzó al mar.1​

En primer plano, a la derecha, aparece la figura monumental de Cristo, medio vuelto de espaldas y envuelto en una capa de intenso color rojo. Parece estar flotando por encima de las aguas, por ser un milagro ocurrido después de la Resurrección, por lo que aparece como una aparición posterior a la muerte. En segundo plano aparecen los apóstoles, en su barca, recogiendo con dificultades las redes llenas de peces. Los apóstoles están representados de manera realista, como personas normales aunque llevan halo. Se logran efectos de transparencia de las aguas a través de las finas veladuras del óleo. Detrás se ve un paisaje umbrío, en tonos verde oscuro y con el cielo grisáceo, que se pretende representar con realismo, en una de las primeras representaciones paisajísticas que pretenden ser veraces, al reflejar el lago Lemán o lago de Ginebra en calma, con gran realismo en las aguas. Es uno de los primeros cuadros occidentales que representan un paisaje perfectamente identificable. Los montes que quedan detrás son claramente reconocibles: el Salève o el Dôle que es el que queda encima de la cabeza de Cristo y tiene un perfil muy fácil de reconocer.

Se observa que las cabezas de las figuras están repintadas. Fueron dañadas durante el más intenso período de iconoclasia protestante.

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