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Te lo presento otra vez

Hace unos años, un amigo me dijo: “quiero que conozcas a mi novia, te la presento”, la escena se repitió en la oficina, en el ingreso, al intermedio y al final de la reunión. La reacción es natural y le dije, entre bromas, que era la enésima vez que me la presentaba. Ella también asintió con la cabeza, y entre risas queda esta anécdota.

En la vida “conocer”  no se reduce a una presentación, hay algo que creemos que creemos, hablamos de quien no conocemos, decimos que conocemos a quien no conocemos (sólo lo hemos visto).  Grave error, el que ya cree que sabe queda blindado para aprender.

Conocer a una persona nos llevaría a ser testigos de sus palabras y obras. ¿Podrías dar testimonio de quien no conoces? No, sería un maquillaje y una mentira garrafal. Un buen comunicador no anuncia lo que le ha dicho “alguna fuente”, sino lo que ha investigado y contrastado. Tenemos que hablar de lo que conocemos por medio de la investigación y de la vida misma.

El testimonio de quienes conocieron a Jesús de Nazareth nos lo presentan como: la luz (1,7), el Señor (1,23), el cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1,29), el Elegido (o el Hijo) de Dios (1,34), el Mesías prometido (1, 32.33).

Quizá ya conoces mucho de Jesús, recuerda que siempre es necesario profundizar en lo que dijo e hizo. Sólo para recrear algo: su máximo valor moral es el amor, su gran técnica de superación es el perdón especialmente a los enemigos, pone al hombre sobre la eficiencia, el amor divino sobre la justicia humana, la justicia como camino a la paz, la verdad como camino a la libertad, el don de la fe sobre la soberbia, su presencia y acción sobre todo prejuicio,…

Ahí lo tienes, mas de dos mil años de historia, ya te lo han presentado, seguramente, muchas veces, debe ser porque es útil para tu vida, no te equivoques, siempre falta conocerlo. Te lo presento otra vez.

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