Domingo IV del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 5, 1-12a) – 30 de enero de 2011



“(...) Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.”
  
Los fines e inicios de año son el reflejo del transcurrir de la vida. Hace algunos años entendí que somos pasajeros en la vida, y a veces pagamos doble o somos dispensados. Una de mis primeras asignaciones a nuevos proyectos, casa de misión o comunidad, como se llame, igual una buena experiencia depende de las personas que la integramos.

Y como todo tiende a desaparecer, los cambios llegan. En los últimos meses preparaba mi viaje a una nueva asignación, con buenos recuerdos, con el cariño de muchas personas que me cobijaron, con la resistencia a no dejar lo que por años viví. Valoro el aprender cotidiano de aquellos que a primera vista no eran los indicados, ni los talentosos, menos influyentes, de lejos no aparentaban piscas de sabiduría.

Recuerdo especialmente a algunas personas que al final de los días se acercaron a agradecerme (cosa rara), a desearme la mejor suerte en mi nueva casa (más rara). La bendita razón no dejaba de dar vueltas sobre tales comportamientos. Pero hay un detalle, a pocos de ellos les consideraba amigos. Tendemos a cultivar amigos sabios e influyentes. La gran mentira.

Hoy puedo decir, que los amigos, los que realmente son capaces de expresar cariño son los limpios de intereses, los que nunca compitieron, quienes valoraron la persona más que un cargo (más pasajero). Aquellos que hablan con claridad, sin segundas intenciones. 

Bienaventurados aquellos que tienen amistades desinteresadas porque en ellos permanecerá el amor. Bienaventurados quienes son agradecidos porque Dios hará brillar su gracia. Bienaventurados los hermanos, porque aceptarán al hermano incluso con sus pecados y carencias. Bienaventurados los amigos que te tienen en su agenda y sus directorios porque en ellos brillará la libertad y la alegría.

Sólo la vida puede restregarnos la soberbia y la autosuficiencia para hacer caso las bienaventuranzas de Jesús de Nazaret. Bienaventurados quienes cuentan con personas humanas auténticas.

0 Comments