Pascua V – Ciclo A (Juan 14, 1-12) – 22 de mayo de 2011


“El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”


 
Después de 8 años que no vivo en la ciudad gigante, no puedo llegar tan rápido a mi destino, algunas líneas del transporte público ya no están y otras han empeorado o renovado sus unidades. En esta ciudad con el caos del tráfico no orientarse significa perder mucho tiempo. ¿Tantos medios para llegar y no llegas?

Lo peor es que al preguntar a algunos residentes tampoco se orientan bien o dan la orientación errada. ¿Tanto tiempo en esta ciudad y no saben a dónde van?

Tener el objetivo fijado, la dirección señalada,… ya es un gran avance. Buscar los medios para llegar es un trabajo cotidiano, “todos los caminos llevan a Roma o preguntando se llega”. No podemos esperar 5 minutos antes del viaje para pedir orientación, ese detalle necesita ser investigado y calculado previamente, así se superan las dificultades con éxito.

En el tráfico de la vida salimos al paradero y enrumbarnos hacia un destino que queremos con sus sueños, decepciones, alternativas, amores; pero principalmente lo abordamos con optimismo y una fe grande, esa que sólo Dios puede cubrirlo completamente y abrazarnos; el brazo del Padre Dios nos muestra el camino, nuestra verdad y una gran alternativa de vida.

Los jóvenes somos altruistas, optimistas, innovadores (muchas veces autosuficientes)… los adultos se caracterizan por su prudencia y seguridad… Cada etapa con sus perlas. Podemos criticar con dureza a nuestros padres y a los viejos restregarles sus errores (tremendo error nuestro de cada día), pero si nos fijamos hay verdades innegables, ellos no pueden dejar de decirlo porque es importante para nuestra vida. Contagiarnos de su experiencia significa confiar.

Alguna vez te han dicho: ¿“eres igualito a tu padre (o a tu madre”)? Tengo una teoría que puede parecer burda, obvia, cruel: cada uno es resultado de su hogar. “De tal palo esta la astilla, de tal fruto la semilla”. Tenemos que renacer en nuestro hogar –familia- volver a conocerlo, aceptarlo, perdonarlo, valorarlo,… La idiosincrasia familiar permanece en nuestra vida, mi interioridad tiene bases similares a las de mis hermanos.

Anhelamos en el fondo el amor de madre, la seguridad del padre. En el fondo de la fe Jesús nos da la seguridad de que Dios existe, es nuestro padre y que necesitamos ser como él. “…Hace tanto que estoy con ustedes, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo les digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Créanme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, crean a las obras. Les aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.”

Que te digan: “Actúas igualito a tu Padre”, “Eres como Dios manda”, “Dios está en ti”.

0 Comments