Sexto domingo de Pascua – Ciclo A (Juan 14, 15-21) – 29 de mayo de 2011
“Seguridad del futuro, es vida”
“Señales del Futuro (Knowing)”, 1959: durante la inauguración de un nuevo colegio, los estudiantes guardan en una cápsula del tiempo varios objetos. Lucinda, una de las niñas, guarda un papel en el que ha escrito extraños números. Cincuenta años después, la cápsula del tiempo es desenterrada y Caleb (Chandler Canterbury), el hijo de John Koestler (Nicolas Cage), un profesor de astronomía viudo, recibe la misteriosa nota de Lucinda. John descubrirá enseguida que esos números esconden predicciones escalofriantes, algunas de las cuales ya han sucedido mientras que otras aún no.
En la película, en una escena llena de abrazos protectores, el actor promete a su hijo no abandonarle jamás. El niño lo tiene presente a cada momento y no quiere despegarse de su padre.
El hilo de la película está unido a una historia paralela de una madre con su hija, a la cual la protege, busca aclarar lo que está sucediendo para salvarla. Las historias van repitiéndose y buscan que las muerte de cientos de personas sean evitadas.
El astrónomo muestra científicamente que la muerte es inminente, quiere proteger a su hijo y a sus padres. Su padre es un creyente y deja estupefacto a su hijo cuando da razón de su esperanza y le dice que está preparado para morir, algo que el científico no lograba; identificaba la muerte pero no estaba listo para recibirla.
Después de buscar salidas despide a su amiga, a la hija de su amiga y a su hijo, el astronauta llega al fin a los brazos de su padre “con mansedumbre y respeto y en buena conciencia”, éste, le sorprende otra vez con una frase: “esto todavía no es el fin”, algo que el actor no había calculado, la vida del creyente se orienta más allá de la superación de un reto.
La película nos ubica en una sociedad en la que necesitamos una nueva evangelización o nuevas estrategias para comunicar el mensaje. Tenemos el mejor mensaje no para imponerlo sino para proponerlo.
El padre creyente y el no creyente se desgarran interiormente al ver la ausencia y desaparición de sus hijos, el primero le dice que estará unido a él siempre, aunque no le dice cómo; el segundo, le asegura la vida eterna.
Dios no nos dejará desamparados. De ello deberíamos estar seguros.
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