Domingo I de Cuaresma – Ciclo B (Marcos 1, 12-15) – 26 de febrero de 2012




“El Espíritu empujó a Jesús al desierto”

El desierto en nuestro país goza a lo largo de sus 184 900 Km² de ecosistemas entre el Océano Pacífico y la cordillera de los Andes, de la orilla del mar a los 700 y 1000 msnm. Está lleno de misterios, leyendas, historias. Adentrarse es su soledad es un esfuerzo que supera al más grande piloto del Dakar.

El desierto te hace caer en cuenta de la fragilidad de tu piel, de tus ojos, de todo tu cuerpo y hasta de tu espíritu aventurero. Se hace camino después de buscar en vano los recodos y huellas. Sentarse es ver el horizonte empañado entre el brillo solar o la penumbra una realidad que te inquieta.

Detente en tu camino para ser espectador de tu propia película, te cuestiona, te hace tragar aire frío, expiras iracundas frases, sonríes mordiendo recuerdos, te preguntas por tu familia, por quien amas, tus amigos, las llagas de tu ciudad. Pero no puedes salir de tu propia película porque eres el actor principal.

¿Cuánto tiempo podrás adentrarte en tu propio desierto? ¿40 días, horas, minutos? Rodeado de alimañas, de miedos, de preguntas,… te quedan dos salidas: morir en el intento o vivir para contarlo. Sientes que el tiempo ha llegado y necesitas desandar lo andado para anunciar Buenas Noticias.

Pero no sólo el desierto, también estamos en un momento importante para valorar el agua. Se estima que unos 1 100 millones de personas carecerán de suficiente agua potable y que otros 2 400 millones no tienen acceso al saneamiento. En el 2050, una de cada cuatro personas sufrirá la escasez crónica de agua dulce.

El agua limpia, lava, tonifica. Las últimas lluvias en la sierra peruana muestran su fuerza frente a la fragilidad humana y sin duda, es el líquido elemento. Es una creatura de Dios y en la última “marcha por el agua” se reclamaba el respeto a un derecho humano.

Es una tentación ponerse al lado de quienes están a favor de envenenar y secar las venas acuíferas porque obviamente beneficia el sueldo no al suelo. En medio de la defensa del agua también hay tentaciones políticas, de liderazgo, de figuración,… Pero las preguntas caen cual catarata: ¿Qué será de nuestros hijos? ¿Qué digo ante esta realidad?

Seas un buen piloto, o un ágil nadador, o un elocuente político siempre te cuestionarás, por ti y tu realidad. Dios no te puede abandonar caído y perdiendo la vida a causa de las tentaciones, él es quien replantea tu vida, tu existencia, tus sentimientos, tus anuncios y denuncias.



En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.  Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:  –«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

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