Domingo III de Cuaresma – Ciclo B (Juan 2, 13-25) – 11 de marzo de 2012


“¡No hagan un mercado de la casa de mi Padre!”

“Hecha la ley, hecha la trampa” parece ser un lema de algunos legisladores o estudiosos de las leyes que buscan siempre una rendija legal para aprovecharla. Ya puedes tener la razón humanamente, pero legalmente no. La ley es clara, pero hay tantas (leyes, interpretaciones) que se necesita de especialistas.
Los edificios en torno al tema legal crecen cada día más como la problematización de nuestra vida. Con la constitución Política del Perú podríamos regirnos bien, pero… El fallo de un juez es tan importante que incluso teniendo muchas posibilidades de ganar puedes perder. La interpretación de la ley necesita iniciación y profundización.
Algo parecido sucedía con la Torá, la ley de Moisés con el maravilloso compendio del querer de Dios para el hombre. Jesús mismo recomendó al joven que cumpla los mandamientos. Sin embargo en el contexto judío se incrementó la cantidad de leyes, vaciándolas de su auténtico sentido.
La Ley debería proteger al hombre, su santidad, su dignidad. Ser un camino a la libertad. Con los mandamientos la humanidad se adelanta siglos en el respeto integral a la persona, no individualmente sino en relación con Dios y con el prójimo. Jesús lo sintetiza en algo sencillo: "Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón... y a tu prójimo como a ti mismo" (Lc 10,27).
Jesús comienza a ver la Ley como un camino a la santidad, a la liberación. Cuando ingresa al templo, -espero no protesten los protectores de animales- y expulsa a los animales que estaban para el culto, no es que se puso a pegarle a la gente. No está loco tampoco, sino que los animales son el “sustituto” del sacrificio y con este acto profético quiere decirnos que la relación con Dios es nueva y personal, sin “sustitutos”.
Es un acto que molestó a muchos comerciantes, teniendo en cuenta que los judíos están a punto de celebrar la pascua, fiesta religiosa, congrega a muchos que van en peregrinación hasta la ciudad de Jerusalén. Por ello, es un acto profético, critica duramente a una religión “sin corazón” con la que se busca manipular a Dios.
No es que Jesús esté contra la ley o condene el culto, sino que se la ha vaciado de su sentido, de la vida, de su dignidad, de su amor y misericordia. Más que un culto legal es saber servir, saber dar la vida por los demás.
Jesús se juega la vida en “nombre de Dios” y le aplicarán también la ley en “nombre de Dios”. Jesús les critica duramente diciendo que levantará el templo en tres días, Dios no puede permitir que se asuma una muerte injusta y le Resucita. Él mismo es el templo, el sumo Sacerdote, la ofrenda, se sacrifica.
La locura de la cruz está allí precisamente, en que se sacrifica y obtiene vida. Estamos llamados no a ser esclavos de la ley sino a vivir el sentido en el camino a la libertad. No se trata de problematizar las leyes, sino de buscar la auténtica justicia. Ojalá que los legisladores y los profesionales en leyes se preocupen por la persona humillada y maltratada por una sociedad de consumo que no se detiene ante ningún valor para alcanzar el lucro y la ganancia.

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