VII Domingo de Pascua (C): “Qué hacen ustedes ahí plantados mirando al cielo?”


Jesús sube al cielo pero enseña a sus discípulos a mirar a la tierra.

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“Ustedes deben dar testimonio de estas cosas”
VII Domingo de Pascua
Año litúrgico 2018 - 2019 - (Ciclo C)

 “Esta joven es mi hija y ha tenido una gran “experiencia espiritual” en el retiro del fin de semana”. La madre expresaba emocionada la experiencia de su hija. Doña Noemí, tan cándida, estaba preocupada por su hija adolescente. Ángela, se hacia llamar “Angie” en todos sus perfiles; estaba caminando por el cordel de la sexualidad, de la familia, de una carrera profesional y de la vigilancia obsesiva de la madre.

Me emocionó la expresión de la madre, aunque no tanto los ojos dudosos de “Angie”. “Pertenecerás al grupo de animadoras?” le pregunté. Ella, miró a su madre y dijo: “si, pero primero están mis estudios”. Eso ya la ubicó en la hija que tiene horizonte claro, para su espíritu, inteligencia y cuerpo.

“Realmente debe acompañar tanto a “Angie”, porque cerca se puede aprender mucho” le recomendé a la madre. Como comprenderás, si hablas con personas llenas de éxitos espirituales y académicos no queda mas que aprender de ellas. A veces, no sabes si te piden ayuda o sólo presumen.

La madre iba construyendo un cielo con su hija, la motivaba, tratando de no abordar las verdaderas crisis. La hija ayudaba a su madre para que siga edificando el cielo anhelado de toda madre sacrificada; “Angie” parecía tener su lema: “hago lo que pides, pero no te metas en mi vida”. En este caso, la elevación de las palabras no era necesariamente espiritual, de pronto solo lágrimas de 15 minutos de catarsis y 15 anos de soledad.

“Angie” la de la “experiencia espiritual” estaba llena de luchas internas por amarse más, por descubrir su autentica belleza, por sentirse importante. Las noches de licor, los amigos presumidos, las amigas alienadas, etc estaban sumiéndola en el infierno, en el lugar de los muertos. Realmente necesitaba de Dios y de su madre, pero su corazón los rechazaba.

Vivamos la vida con los pies sobre la tierra. Sin los pies firmes es difícil alcanzar las metas. Para edificar humanidad necesitamos ser humanos; las palabras inhumanas construyen actos inhumanos. “Angie, modera tus palabras”.

Jesús, después de la experiencia de bajar a los infiernos, dice una frase estremecedora: “Qué hacen ustedes ahí plantados mirando al cielo?”. El cielo, es un camino firme, no una idea ni una ilusión. Además, Jesús les dice a sus apóstoles: “Yo enviaré sobre ustedes lo que mi Padre prometió.” Eso que necesita dona Noemí, “Angie”, tu y yo, para que con humildad podamos discernir según el espíritu de Dios.

Luego, Jesús los bendijo y volvieron contentos a Jerusalén. Es decir, han ido superando las dudas y las tristezas. La alegría de “Angie” será su resurrección a la vida. No se trata de salir del sepulcro un rato y luego regresar a cobijarse en la soberbia solitaria. El resucitado sigue enfrentando los avatares de la vida, pero con optimismo, con la seguridad de que Dios nunca le abandona.

“Angie” ya no tiene los gestos de “asco” ni los ojos dudosos. Ahora, vive feliz junto a su madre. Ambas enfrentan los sufrimientos. “Angie” esta segura de que “Noemí” siempre la respaldara y viceversa. Angie, da testimonio de Dios en su vida a sus amigos, sin soberbia, sin presumir, sin alienarse. 

El testimonio de vida es difícil ante los que nos conocen. Pero es el que produce libertad y afecto. El amor de Dios transforma y el Espíritu va iluminando el camino. Los discípulos deben testimoniar permanentemente a los demás, como la mejor expresión de la gloria de Dios. Ireneo de Lyon decía al respecto: “la gloria de Dios es el ser viviente ”.

«Así dice Yahvéh: No se gloríe el sabio por su sabiduría, ni se gloríe el valiente por su valentía, ni se gloríe el rico por su riqueza» (Jr 9:22)


Final del santo Evangelio según San Lucas 24, 46-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
–Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Y vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.
Después los sacó hacia Betania, y levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía, se separó de ellos (subiendo hacia el cielo).
Ellos se volvieron a Jerusalén con gran alegría y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Homilía y Reflexión, 

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