“Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad”
Cosimo Rosselli . El Sermón de la Montaña y la curación del leproso. (1481-1482). Fresco 349 x 570 cm. Capilla Sixtina. S. Pedro del Vaticano. Roma.
VI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)
El amor y el carnaval podrían ser buenos pretextos para arrancarte unos suspiros y sonrisas. Evita los pesares, tienes las mejores oportunidades, más cerca, en casa, en familia. Pero, no olvidemos, también existen familias entristecidas, preocupadas por cuidar a sus seres queridos. En cualquier situación que te encuentres no olvides de dar gracias a Dios. Aunque, cada uno se comporte desde sus propias circunstancias.
Con frecuencia se siente la dificultad para ayudar a otra persona. Y la dificultad es clara porque si quieres ayudar tienes que mojarte las manos, arriesgarte al contagio, soltar lágrimas, darle parte de ti, tu tiempo, dinero, etc. Ese gesto seguramente es el mejor que puedes dar en el día del amor.
La historia del leproso nos narra que Jesús le tocó y le dijo: “Quiero: queda limpio”. Entonces, se “ensució” las manos para darle salud. Ese leproso está excluido porque causa repulsión a la gente, pero no al corazón de Jesús, su amor es más grande que nuestras mentiras.
Y, en este punto, quiero ponerte en evidencia el comportamiento del enfermo, sin afán de criticar a quienes rompen los protocolos y no cuidan a la sociedad. Porque si eres beneficiado con la bondad divina de la vida entonces se espera lo mínimo: ser agradecido.
Jesús pide al enfermo: silencio y la bendición del sacerdote. El leproso queda sano y no cumple la prescripción del silencio. Este evento alerta a las autoridades y Jesús ya no puede entrar a la ciudad, ya no va a los enfermos, ellos lo buscan en la periferia.
Es un enfermo necesitado de Dios, su vida epidérmica carece de interioridad, vive de primeras impresiones, todo lo postea. Es decir, sanar es como no sanar, comparte sus superficialidades y así cierra la puerta a Jesús para curar a otros enfermos. De qué sirve ser ‘tendencia’ si alejas a Cristo de los demás.
Es el gran peligro, banalizar la vida nueva, vivir solo para el instinto y el instante, una historia corta, sin mañana. Por qué no vivir el proceso de sanación, meterse en soledad, tú y Dios, vivir el dolor, pedir misericordia, saber caminar a la medida del amor.
Aunque, nos jale la idea de que esa gran experiencia debe ser compartida, celebrada. Jesús te quiere sanar más allá de la enfermedad de tu piel, es importante llegar al alma, a lo más íntimo. El marginado se convierte en pregonero, aunque le trae problemas momentáneos que Jesús debe sortearlos desde su marginalidad a causa de la reintegración a la sociedad del curado.
La ansiedad sufrida durante el confinamiento seguirá trayendo cuadros de depresión. Ésta se manifiesta en comportamientos obsesivos por recuperar la economía o el tiempo. El confinamiento va agudizando el síndrome de burnout o “síndrome del trabajador quemado” y se manifiesta por medio de un agotamiento físico y mental que se prolonga en el tiempo y llega a alterar la personalidad y autoestima.
Es verdad, que nos trae grandes preguntas: ¿qué pasa si mañana muero, tuvo sentido vivir, estoy en paz, qué serán de mis bienes, quién cuidará a mis hijos, …? O también: “ya no tengo miedo a la muerte porque ya he muerto. En esta línea, el silencio y la liturgia de la oración son dos grandes propuestas para la vida.
Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 40-45
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas:
«Si quieres, puedes limpiarme».
Compadecido, extendió la mano y lo tocó diciendo:
«Quiero: queda limpio».
La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente:
«No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para que les sirva de testimonio».
Pero cuando se fue, empezó a pregonar bien alto y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en lugares solitarios; y aun así acudían a él de todas partes.
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