“Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?”
Jesús nos pide no tener miedo ante las grandes tempestades, es importante no dudar y fortalecer nuestra fe.
XIX Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)
La barca es la iglesia en medio del mundo lleno de problemas que la mueve hasta el miedo. La clave está en la resurrección, Jesús a solas para orar, los discípulos tienen miedo, son hombres de poca fe, que oran: “Señor, sálvame”
A solas para orar
Ir a un lugar solitario para orar, respirar mejor, cerrar los ojos, recordar, buscar, pensar, aprender, etc. Cada vez que buscas el silencio es porque necesitas buscar algo más que estar solo. En el archivo de tu propia historia, en lo profundo de tus sentimientos, en el cristal de tu vida, allí necesitas de lo alto para mirar mejor el panorama. Desde el monte puedes ver el cielo, sentir el aire de la tempestad, la fuerza del mar que mueve cuál barco de papel.
A solas, contemplas el mundo y sabes que hay fuerzas difíciles de alterarlas. Y en ese contexto comprendes que la fe y del amor de Dios pueden ser la clave para salvar la vida, la barca, seguir una misión. A solas, como en el huerto del Sinaí, puedes ponerle todo en la voluntad de Dios Padre.
La barca lejos de tierra firme
La barca de los discípulos es de esta tierra y también de las bravuras del mar. Mientras Jesús ora, los remos de los discípulos son arrastrados por la fuerza de las aguas, el viento y la lluvia. Tenemos la impresión de que el mundo camina a sus aires, con sus normas, cada vez más lejos de Jesús. Pero en esa barca, en ese mundo, existen personas que reconocen a quien puede dominar los fenómenos de la naturaleza, al creador, a Jesús.
Lejos de pisar tierra firme comprenden los peligros, y lejos de Jesús entran en pánico, se desesperan y aumentan los miedos.
Con Jesús alejado, en la montaña, o un Jesús muerto, todo parece vacío, tristeza, confusión. Los discípulos también quieren un puerto seguro. ¿Acaso la iglesia no necesita de un puerto, no se desespera ante las tempestades?
"Soy yo, no tengan miedo"
Y aunque abandonen la orilla, arrastrados por la tempestad, el faro, la luz va hacia ellos. Hacen todo lo que está a su humano alcance para regresar a la orilla, pero no pueden lograrlo sin el mismo Jesús.
El miedo puede ser un gran aprendizaje, pero primero es una peligrosa muestra de debilidad. El miedo nos hace olvidar la respuesta correcta, nos genera confusión. Así lo experimentarán los discípulos antes de la resurrección. Jesús va en su auxilio, para curarles del miedo y fortalecer su esperanza y firmeza, su compromiso con la misión.
Es el manotazo en el vacío del agua fría que colma el miedo, sumergirse en el agua quita base y aire, fundamento y vida, firmeza e ilusión. En aquellos momentos, los cristianos anhelamos fe y salvación.
Jesús no se aparece mágicamente a los apóstoles, no como en un efecto especial de Harry Potter. No esperes algo espectacular de Dios. Dios no tiene baja autoestima como para querer manifestarse en el trueno, en la tempestad o en un fenómeno espectacular, se manifiesta en la brisa, en el aire fresco, caminando sobre las aguas, en la noche estrellada.
Palabra del Papa Francisco
La barca a merced de la tormenta es la imagen de la Iglesia, que en todas las épocas encuentra vientos contrarios, a veces pruebas muy duras: pensemos en ciertas persecuciones largas y amargas del siglo pasado, y también hoy, en algunas partes. En esas situaciones, puede tener la tentación de pensar que Dios la ha abandonado. Pero en realidad es precisamente en esos momentos que resplandece más el testimonio de la fe, el testimonio del amor, el testimonio de la esperanza. Es la presencia de Cristo resucitado en su Iglesia que dona la gracia del testimonio hasta el martirio, del que brotan nuevos cristianos y frutos de reconciliación y de paz por el mundo entero.
La intercesión de María nos ayude a perseverar en la fe y en el amor fraterno, cuando la oscuridad y las tempestades de la vida ponen en crisis nuestra confianza en Dios.
Angelus, 9 de agosto del 2020
Lectura del santo evangelio según san Mateo 14, 22-33
Después de que la gente se hubo saciado, Jesús apremió a sus discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran a la otra orilla, mientras él despedía a la gente.
Y después de despedir a la gente subió al monte a solas para orar. Llegada la noche estaba allí solo.
Mientras tanto la barca iba ya muy lejos de tierra, sacudida por las olas, porque el viento era contrario. A la cuarta vela de la noche se les acercó Jesús andando sobre el mar. Los discípulos, viéndole andar sobre el agua, se asustaron y gritaron de miedo, diciendo que era un fantasma.
Jesús les dijo enseguida:
«Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!».
Pedro le contestó:
«Señor, si eres tú, mándame ir a ti sobre el agua».
Él le dijo:
«Ven».
Pedro bajó de la barca y echó a andar sobre el agua acercándose a Jesús; pero, al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó:
«Señor, sálvame».
Enseguida Jesús extendió la mano, lo agarró y le dijo:
«Hombre de poca fe! ¿Por qué has dudado?».
En cuanto subieron a la barca amainó el viento. Los de la barca se postraron ante él diciendo:
«Realmente eres Hijo de Dios».
Pintura 🎨
Andando sobre las aguas, por Ivan Aivazovsky (1888)
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