XIV Domingo del tiempo ordinario (B): ¡Jesús es el profeta, escúchenlo!
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos.
Y se admiraba de su falta de fe.
Jesús tiene muchas escenas en las que sin duda es un profeta, por ejemplo, su entrada triunfal en Jerusalén, sus predicaciones en la Sinagoga. Sus palabras y acciones de anunciar la Palabra de Dios, mostrar el camino de salvación, prometer el futuro, sanar lo incurable para el hombre, no tergiversar las escrituras, etc. El pueblo tiene los conocimientos previos para reconocer al Profeta, al Hijo de Dios; pero no lo reconocieron.
XIV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)
Una sabiduría sin fe
La sabiduría en cada persona es una virtud, muy valorada, en el contexto bíblico y en el actual. La sabiduría como conocimiento del ser humano, de la cultura, de la Palabra de Dios. Gracias a la sabiduría hemos recibido de generación en generación cada experiencia de la Sagrada Escritura. Justamente, la sabiduría es tal porque el hombre está en comunicación con Dios. Así se puede comprender que Jesús se sienta triste al identificar gente que se considera sabia pero sin fe. Las tristezas siempre son más profundas de lo que se muestra.
Comportamientos superficiales
Con humildad podrías identificar cuántas veces tus palabras y comportamientos han intentado dar un mensaje; el triste mensaje de incomodar o insultar. La cobardía de no hablar el tema central puede desviarte y dejar resentimientos en vez de propuestas y soluciones. El tema central es la carencia de fe, no la procedencia. Carencia que impide identificar al profeta, al mismo Hijo de Dios. Creen conocerlo, pero su ángulo de fe no ha girado más allá del marco familiar, de sus meras anécdotas de unos paisanos.
Conocer a Jesús va más allá de tu inteligencia, es necesaria la fe. Lo más difícil es conocerse así mismo, lo más fácil es hablar mal de los demás. Conocemos a nuestros coterráneos, como “creemos” identificar el nivel de inteligencia de los compañeros de estudios. Somos el rostro de nuestras familias. En ese contexto de familias, en los pueblos pequeños, esperamos ser valorados y también valorar a cada persona, sin embargo, puede ser decepcionante cuando alguien te califica sin conocerte, te critica sin haberte escuchado, y da por hecho aquello de se rumorea. Por ello, aunque esperaban al Mesías no lo reconocieron, y ni siquiera analizaron los rumores.
La tristeza de Jesús
La falta de fe frena la generosidad de Jesús. Los milagros vienen después de la fe. Las equivocaciones después de los prejuicios. En las aldeas es conocido por sus milagros, por su predicación, mucha gente lo reconoce profeta; pero en su aldea es sólo el hijo del carpintero y María. Históricamente, los profetas eran escogidos desde la humildad, por ejemplo David, Salomón. Lo triste es que sabiendo el proceder divino no lo aterrizan en su propio paisano Jesús. "Qué de bueno puede salir de su pueblo pobre y marginado".
El mensaje del profeta llega a oídos de un auditorio carente de fe, a pesar de que en la historia los profetas nacen de los pueblos sencillos.
La sabiduría tradicionalmente comunicada, la espera del Mesías, la poca fe,… son motivos suficientes para no reconocerlo, incluso para buscar castigarlo, no es raro que llegaran a matarlo.
Jesús esperaba que al menos sus compatriotas crean. Ese pueblo que conoce las escrituras pueda identificarlo. Esos corazones llenos de la ley de Moisés reconozcan al nuevo Moisés.
Esa es la tristeza de Dios, Jesús frenado por las acciones de cada persona, por su falta de fe, por la violencia, el egoísmo, el prejuicio, lo ideológico, etc. Esto es serio para nuestra vida, nuestra forma de pensar, de hablar, de procesar las circunstancias nos puede dejar al margen de Dios, de la alegría de su palabra, de la esperanza ante la tristeza, de la fortaleza ante las amenazas, del futuro en un mundo que nos trata como finitos y reciclables. No es que la felicidad dependa sólo de ti, depende también de cómo sabiamente incluyes a Dios, te haces más humano, rompes las cadenas de esclavitud y pones tus grandes defectos y carencias en las manos de Jesús, él puede hacer milagros, y hoy hemos aprendido, "no hay milagros sin fe", si no creas, pide a Dios la fe antes que satisfaga tus caprichos.
Palabra del papa Francisco
La inversión que hace Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una verificación personal y comunitaria. También en nuestros días puede suceder que alimentemos prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor nos invita a asumir una actitud de escucha humilde y de espera, porque la gracia de Dios se nos suele presentar de una manera sorprendente, que no corresponde a nuestras expectativas. Pensemos juntos, por ejemplo en la Madre Teresa de Calcuta. Esa monjita pequeña,- a la que nadie daba importancia- que iba por las calles para llevarse a los moribundos para que tuvieran una muerte digna. ¡Esa monjita con la oración y su obra hizo maravillas! La pequeñez de una mujer revolucionó la obra caritativa en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días. Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos por abrir el corazón y la mente, para acoger la realidad divina que nos sale al encuentro. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios. Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: los gestos y signos de fe se repiten, pero no corresponden a una verdadera adhesión a la persona de Jesús y a su Evangelio. Cada cristiano - todos nosotros, cada uno de nosotros - está llamado a profundizar en esta pertenencia fundamental, tratando de dar testimonio de ella con una forma de vida coherente, cuyo hilo conductor sea siempre la caridad.
(Ángelus, 08.07.2018)
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 6, 1-6
En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
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