Sexto Domingo de Pascua – Ciclo A (Juan
14, 15-21) 25 de mayo de 2014
Es una realidad, quien no ama no le
interesa la obediencia o la buena comunicación, no le interesa guardarse, lo
acaba con su ego y su lujuria. Esto es clave para la vida espiritual, solidez
afectiva e inteligencia emocional. No es difícil experimentar en la vida
cotidiana cómo la gente se maneja por sus propios intereses o por el amor;
incluso los propios intereses son ráfagas de reclamos para disfrazar la navaja
que va hiriendo, de muerte, lo que se ha ido construyendo basado en el amor. Por
tanto, sólo el amor puede dar la capacidad del encuentro con Dios, con el ser
amado y con los demás.
Así como en el amor hay algo inspirador, el
amor de Dios tiene la acción del Espíritu Santo. Jesús lo llama “Espíritu de la
verdad”, “otro defensor”; también San pedro: “Espíritu de la gloria, el Espíritu
de Dios” que habita en nosotros y nos comunica su amor. De muchas maneras para
decirnos que el amor de Dios se manifiesta siempre en nuestra intimidad
espiritual y en toda la historia.
El gesto de amor de parte de Dios no es
valorado en su real dimensión. Por ello, para algunos, el leer la Sagrada
Escritura, participar de la eucaristía, vivir un retiro espiritual, se
presentan como última opción, y en muchos casos es una obligación. Si la
obligación está primera no nace el amor, pero si en el amor nace lo demás se
asume libremente. Mejor dicho, nuestra vida espiritual cristiana no se la vive
como una obligación sino como una experiencia que brota del amor de Dios.
La ternura de Jesús es como la de una
madre: “Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que os
dé otro defensor, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El
mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo
conocéis, porque vive con vosotros y está con vosotros. No os dejaré huérfanos,
volveré. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y
viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy con mi Padre,
y vosotros conmigo y yo con vosotros. El que acepta mis mandamientos y los
guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me
revelaré a él.”(Jn 14, 15-21).
Sólo el amor de Dios nos puede dar la salud
espiritual. Sin este amor, lo demás sólo son palabras bonitas, gestos
diplomáticos, mera obligación, auto engrandecerse,… el amor de Dios perdura, lo
demás es una pasión inútil. La pasión te puede hacerexpulsar a la gente, verlos como cosas inservibles
que ya no sirve ni para reciclar. El amor, en cambio, es eterno, perdura,
inspira, cuida, acoge, respeta,… dice la verdad porque tiene el Espíritu de
Dios.
Rio cordial
Mucho frío... pocas praderas...
y el río suena al golpe de la lluvia...
cual cerebro de elefante el río recobra sus
recorridos,
así es su naturaleza, lleva la fuerza turbia,
arrastra con todo...
sí… mucho frío,
el poncho es cómplice y el sombrero pierde forma.
Pero, sale triunfante el astro y
despereza los huesos;
las ranas, los pájaros, los gallos,
las vacas y el cordero sacuden la monótona lluvia;
el río sigue sonando; la armonía va
arrancando sonrisas;
miradas al cielo;
retoma la vida, secar lo mojado.
La Madre tierra ya tiene lista la
menta, el hinojo, el cedrón, el anís, ... se va el frío.
Las flores silvestres se visten de
gala;
Y el hombre,
entiende que hay caminos
polvorientos, llenos de barro, praderas, nuevos paisajes,
y que el río sigue sonando, debajo
el sauce, cual estaciones de Vivaldi con sus alegretos y bemoles... Un poquito
de vida.
Cuarto Domingo de Pascua – Ciclo A (Juan
10, 1-10) 11 de mayo de 2014
“Yo
he venido para que tengan vida y la tengan abundante”
“Pastos abundantes” promete Jesús, es decir
una vida plena. En un mundo de insatisfechos la vida plena es buscada con el
aire en la garganta. Este anhelo es irrenunciable: se felices.
¿Soy feliz con: el esposo, un enamorado, los
estudios, el trabajo, mi carácter,…? El pastor, las ovejas y los ladrones son
los personajes que dibujan nuestra forma de ser y proceder en esta vida.
En la granja “La Collpa” de Cajamarca, los
turistas quedan maravillados al ver cómo las vacas escuchan la voz del pastor
que les llama por su nombre y caminan hacia su correspondiente lugar. Es la voz que conduce a su rebaño hacia
fuentes tranquilas y por verdes praderas. Los oídos atentos a la voz del amado,
no contesta las llamadas de quien no es amado, salta de dicha al escuchar la
voz, se le brillan los ojos, pasa la noche tranquila y segura bajo el amparo
del buen pastor. Es una búsqueda vigilante de la voz en medio de varias voces.
El pastor es el que abre y cierra la
puerta. La función natural de la puerta es: ‘abrir’ y ‘cerrar’, no tiene
sentido que tengas la puerta sólo abierta o siempre cerrada. ¿Cómo está tu
puerta? ¿Permites a otros entrar y salir por tu puerta? ¿Estás tan abierto que
no tienes espacio para tu propia intimidad y para permitir la intimidad de los
demás? ¿Vives bajo llave, encerrado frente a lo distinto, frente a los otros? ¿Entran
dos a la vez? No hay violencia ni prejuicios, menos un corazón esquivo. Cada
quien sabe a quién abrir su puerta, su intimidad y depende de cómo usan esta
intimidad. Un tema lindo pero difícil en la sociedad de los insatisfechos. La
gran puerta es justamente el Buen Pastor, Jesús.
En este texto podemos ser como ovejas
(obedientes o descarriladas), como el pastor o como los ladrones. Los ladrones
tienes estrategias impresionantes para robar. Roban a Dios del corazón de las
personas, a la Virgen María de la dignidad de la mujer, a la iglesia de la
comunidad creyente,… Se quieren robar todo, sin escrúpulos, sin misericordia.
Nuestra sociedad de insatisfechos está saqueada. Lo que era amor exclusivo
ahora es un supermercado; lo que era fidelidad ahora es un cóctel y fuga;
familia ahora es cubículos aislados; lo que era Dios hoy es auto justificación;
lo que se llamaba respeto ahora es ‘te uso’; cuidado de los hijos ahora es ‘que
alguien se ocupe mientras yo me divierto’; lo que era sacrificio ahora es ‘yo
quiero gozar’. Los ladrones no quieren a la oveja, quieren su lana y carne para
adquirir ganancias y siguen en su turismo emocional para dañar a lso demás.
Realmente todavía andamos como ovejas sin
pastor, estúpidamente seguros de nuestros logros, autosuficientes, hedonistas,…
Necesitamos pastores que nos hablen de esas miserias, de las ‘periferias
existenciales’.
Domingo V de Cuaresma – Ciclo A (Juan 11,
1-45) 6 de abril de 2014
“Jesús, al ver llorar a María (...) se
conmovió profundamente”
“Los cristianos tienen cara de resucitados”
decía Nietzsche. Esta frase coge carne en mi vida porque a veces la lucha
diaria, las tribulaciones, el desamor, la crueldad, la indiferencia,… superan
mi alegría de la vida. Quiero destacar la amistad, la humildad y la vida en
esta escena de la resurrección de Lázaro.
“Cuanto lo quería” decían los judíos al ver
a Jesús llorar junto a Martha, María y los judíos (amigos y chismosos). Sollozar
por la amistad construye, la indiferencia y el orgullo aniquila corazones.
Jesús visitaba con frecuencia a sus amigos en Betania; su hermoso paisaje, el
aire fresco y la amistad eran valorados. Sabía Jesús que le amaban y él los
amaba. Que confiaban y lo escuchaban. Esa es la amistad, no crecer sin confianza,
escucha, fe. ¿Llorará Jesús el día que yo muera? ¿Él es mi amigo?
Lázaro no dice una palabra pero sus gestos
son elementales. Sus dos hermanas serían víctimas de abusos y del hambre en una
cultura machista sin Lázaro. Es un hombre de corazón limpio, humilde. Sus
hermanas tienen palabras protagónicas según su personalidad ante el mismo
Jesús. Lázaro es resucitado por su amigo, su perfil bajo es un testimonio que
corroe a cualquier incrédulo, no es casualidad que apenas mataron a Jesús,
Lázaro también corrió la misma suerte.
Vivimos en un permanente camino hacia la
muerte. Jesús ha recibido la noticia de la enfermedad grave de su amigo y
posterga su visita a Betania; casi un desaire, pero lo aclarará: “Esta
enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios,
para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” Jesús regresa por Judea
donde le quisieron matar y en cuatro días estará en Betania. El camino a la
muerte no le limita a Jesús: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en
mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para
siempre. ¿Crees esto?” Ella le contestó: “Sí, Señor: yo creo que tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.”
“El día que yo muera” se lee y escucha en
muchas autobiografías y canciones. La muerte suele rondarnos; ¿qué tenemos en
la existencia? No llevamos algo a la tumba, sólo la oportunidad de amar y de
ser amado por Dios, de ser resucitados por la Palabra del mismo Jesús.
Un amor como el de Jesús es capaz de
llorar, de buscarnos aunque el mal olor de la muerte aleje a nuestros hermanos,
de desatarnos las vendas y no crearnos dependencias, de darnos libertad eterna
y no la esclavitud.
Finalmente, el camino de la fe pasa por
nuestra historia reflejada en la Samaritana en el pozo, el ciego de nacimiento,
la resurrección de Lázaro. El verdadero amor se le revela a una Samaritana
infeliz con sus ensayos matrimoniales, no puede seguir bebiendo de su propio
pozo lleno de historias antiguas (barro), encerrada en sus prejuicios y
sedienta. La verdad se le revela a un ciego que al ver la luz afirma el gesto
del profeta que le tocó, le sanó y le sacó de la ignorancia. El amor expresado
al amigo Lázaro devolviéndole la vida. Así es Jesús en algún momento toma la iniciativa, se acerca
para hacerte ver el verdadero sentido del amor, la luz de la verdad y la vida en
casa, donde te pide ser acogido, esperarle, compartir el pan y escucharle.
Oración:
Señor de la vida, lloraste por tu amigo Lázaro,
Extiende tu compasión por este pueblo,
Nos llamaste a una esperanza firme en tu Resurrección,
Somos seres para la vida, para el amor, la verdad.