Explota tu tesoro


Explota tu tesoro

Hoy me siento indignado. No valoro lo que tengo, sólo veo problemas, miedos, debilidades,.. No comunico lo que siento. No aprovecho las oportunidades de la vida.

Yo como tú, tengo sueños personales: una familia, una ciudad, un país, una iglesia. En mi afán de lograr lo que quiero, (quiero que seas así y actúes así) muestro generosidad. Tengo mis proyectos, no importan los demás, debo lograr sin pensar en muertos y heridos. ¿A esto se le llama hoy: emprendedor (a)?

Sigo indignado. Voy construyendo mi torre al margen de los demás. ¿De qué sirve mi torre sin personas? Tal vez para nidos de gavilanes. ¿De qué sirve lo que construyo si no entiendo mi vida? ¿De qué sirve vivir a tu lado si no nos comunicamos? ¿De qué sirve existir si no amo?

Mi indignación crece cuando reviso el tesoro y no lo quiero aprovechar. Tengo el viento y no me siento vivo. El fuego y no dinamizo mi existencia. El agua y no quiero nacer de nuevo. El aceite y no tonifico el significado de mi realidad ni evoco su fortaleza. Las manos y no comunico. El espíritu para amar plenamente y me niego.

No voy a indignarme. Quiero la sabiduría de Dios para conocer la voluntad de Dios y tomar las decisiones correctas. El Entendimiento, para comprender su Palabra. La Ciencia, para administrar la creación. El Consejo, para orientar. La Fortaleza, para luchar sin desanimarnos a pesar de los problemas y las dificultades. La Piedad, para reconocer el tesoro que tengo (ser hijo de Dios y tu hermano). El Respeto a Dios para evitar lo que me hace daño.

¿Me indigna querer ser como los discípulos si sigo entre los hipócritas, cobardes y presuntuosos? Aprovechemos el gran tesoro siempre presente: “Pero cuando venga el Defensor, el Espíritu de la verdad, que yo voy a enviar de parte del Padre, él será mi testigo. Y ustedes también serán mis testigos, porque han estado conmigo desde el principio”. ¿Seguimos siendo testigos creíbles de la Buena Nueva del Reino que anunció Jesús?



DOCUMENTO DE APARECIDA

“A partir de Pentecostés, la iglesia experimenta de inmediato fecundas irrupciones del Espíritu, vitalidad divina que se expresa en diversos dones y carismas y variados oficios que edifican la iglesia y sirven a la evangelización. Por estos dones del Espíritu, la comunidad extiende el ministerio salvífico del Señor hasta que él de nuevo se manifieste al final de los tiempos. El Espíritu en la iglesia forja misioneros decididos y valientes como Pedro y Pablo, señala lugares que deben ser evangelizados y elige a quienes deben hacerlo (Hch 13,2)” (Documento de Aparecida 150).

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