papá



Hoy no quiero acordarme Papá

Hola papi, todavía no he dejado de ser niño en la forma de llamarte. A mi edad más o menos tú ya eras mi padre, ya tenías por quien vivir, ya sabías despertarte con los llantos del bebé, ya pensabas en el futuro de tus “cholelos” tal como nos llamabas de niños, porque con mi hermano sólo nos llevamos por un año, y no recuerdo haber crecido solo.
Darte gracias es ser como los demás, hoy quiero orar por ti. Decirte feliz día es tan común y frío especialmente si con mi llamada la felicidad no es completa porque hoy no estoy a tu lado, mejor dicho porque tú no estás a mi lado. Parece que te escribo para tranquilizar mi conciencia, pero te aseguro que escribe mi corazón.
No quiero destacar tus virtudes. Tampoco voy a recordar los momentos bonitos. ¿Te acuerdas? el “truco” está en que tú te acuerdes. Dices que de niño cantaba, quiero ser niño. Dices que mi cabello era tan rubio que cuando crecimos tus amigos te preguntaron por tus hijos. También dices que yo era noble y responsable, quiero que no suceda como con el canto y el cabello.
Aquellos llanques (ojotas) marca “good year”, las botas de cuero reforzadas porque las gastábamos tanto y muy rápido terminaban cortadas para hacer una badana de nuestro “jebe” (honda de caucho) y matar ruiseñores y zorzales en las invernas. Los pantalones de tela gruesa y de vestir hechos por tu “pata cojo One” que pronto nos quedaban altos y sucios por las moras y el capulí. Las chompas de lana de oveja tejidas por mamá; sinceramente me sentía pobre; hoy quisiera tener todo ello.
Las caminatas largas, con llanques, en el barro, los pies partidos, la lluvia, la yegua “chúcara” que varias veces nos tumbó. Los días de jornal que eran una fiesta de la cosecha de papás, te juro que me gustaban las de cebada y de trigo. Mi mamá sabe cómo cocinar para mí el trigo. Los viajes en camión y en camioneta desde las 5 de la mañana. Por eso no me gustan los “cruces o desvíos”. Te gustaba madrugar, ahí sí… prefiero dormir.
Sigues celebrando que te seguía a dónde estabas, era fácil papá pues las polcas, huaynos, valses, mulizas que tocabas cada día los tenía grabados, el sonido de tu trompeta era conocida. Te conocían tus “paisanos” y te admiraban; te imaginas… varias veces me ahorré el pasaje, aunque igual la alcancía no crecía tanto. Aquellas veces que caminamos cargando tu acordeón (15 kilos) yo escuchaba la música de las ranas y las chincharras, las estrellas parecían tan cerca, la yerba mojaba mis pies y pantalón, las luciérnagas intermitentes, el barro, el sonido de la puerta de madera y, al fin en casa, no exagero ya son más de la dos de la madrugada.
Podría seguir narrando. Los adobes de barro que hicimos con mi hermano, cada uno logramos construir nuestras habitaciones, hoy es tan difícil encontrar un terreno. La siembra del maíz, rajar leña, buscar pasto, preparar el pan, tomarse un “ponche” de cerveza con huevos y miel de abeja, los jugos de maracuya y manzana, los duraznos a mitades,… los viajes al “Huauco”, la corrida de toros, las fiestas de carnaval, mi cumpleaños,…
Amigo, papá, cómplice,… Oro por ti, por tu salud, para que sigas a nuestro lado. Seguramente mis hermanos pueden darte un abrazo, los envidio. Pórtate bien, mira que ya tienes nietas, son lindas, esperemos que también nazcan en días sagrados. Te amamos papá.

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