Dios no castiga

"Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”
 
Nos solidarizamos con nuestros hermanos chilenos y también con los haitianos. Recordamos los accidentes trágicos en las carreteras. Países golpeados por fenómenos naturales que ni los científicos pudieron prevenir el día y la hora. Familias llenas de dolor. Algunos que sobrevivieron consideran que Dios les da una segunda oportunidad, que les ha premiado porque son buenas gentes.
 
Dios no nos castiga, nos ama para sacarnos del sentido de fatalidad y pasividad. Aparentan ser palabras duras que mal interpretadas presentan una mala imagen de Dios: “¿Piensan ustedes que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Les digo que no; y si ustedes no se convierten, todos perecerán lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan ustedes que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les digo que no; y si ustedes no se convierten, todos perecerán de la misma manera…”
 
El sentido no está en la relación del pecado con la pobreza, las desgracias y fenómenos naturales, sino en la sequedad de vida. La higuera se seca pero si se la abona producirá dulces higos. El corazón seco no es solidario ni servicial. Culpar a Dios de cada desgracia es evitar poner a la luz las verdaderas causas, no es abonar la higuera sino echarla fuego.
 
Dios sí está a nuestro lado, actuando, está presente, su nombre “Yo soy” significa eso: su presencia creadora y misericordiosa. Su llamado es una oportunidad para ser higuera fértil. Es decir, revisar nuestra productividad, indicadores de gestión, efectividad de actividades, evaluación de proyectos, sostenibilidad en el tiempo. Para ello ha suscitado dentro de los sacramentos el de la reconciliación, estamos en cuaresma, en un momento oportuno para reconciliarnos con Dios, con los otros y con nosotros mismos.
 
 Si vemos nuestra vida, familia, trabajo, sociedad, país,… ¿Qué debemos cambiar y qué debemos hacer para aprovechar esta oportunidad que el Señor nos ofrece?
 
 
 

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