En pro de la familia


“La morada de mis amigas”

Una reflexión vieja para mañana

Mi amiga Almira habla de su hogar, recuerda su infancia, a sus hermanos, amigos, los lugares donde jugaba, las experiencias de las fiestas y de la vida diaria junto a sus padres. Como ella, usted y yo también tenemos gratos e ingratos recuerdos… queremos para nuestra vida un hogar diferente, el mejor (¿sabe cuál, cómo, dónde iniciar?).

Es fácil recordar el respeto y los roles de las familias tradicionales, no nos estanquemos en la melancolía ni santifiquemos a nuestros patrones aprendidos. Sin dejar los valores positivos en este camino circular (vicioso) de la historia humana, esbocemos un ideal de familia. 

“No quiero un hogar ideal”

Entramos en la primera dificultad, que tal ideal no es propia de nuestra moral. Eso sería ficticio, como la ‘felicidad a la carta’ que vende el consumismo. Pisemos tierra. Vivimos en una sociedad pluralista, no siempre tolerante. El machismo y el feminismo no encuentran el equilibrio ni la igualdad de género; los extremismos nos hacen daño. 

Para analizar un ideal de familia debemos tener un modelo real en el cual observemos sus valores y contravalores. Por una sencilla razón: “La familia en gran medida es fruto de la mentalidad, cultura e intereses de la misma sociedad que la fomenta. Con frecuencia, en los últimos años, esos intereses han sido marcadamente políticos y económicos”[1]

Si observamos la radiografía de nuestra mentalidad podremos identificar algunos valores a los que antes no les otorgábamos tanta importancia, por ejemplo: la dignidad de la persona, la libertad, la autonomía.

Otra importancia innegable es el avance de los Medios de Comunicación Social. Me atrevo a llamarles “milagro máximo moderno” y también “opio actual” porque su influencia en la valorización de los valores que nos mueven obedece a criterios de anunciar, ofrecer y vender. Alucinamos vivir en un mundo ideal (hedonista) y nos “estrellamos” contra nuestra realidad.

La familia tradicional y la actual tienen deformaciones personalizantes y degradaciones. Es nuestra morada que necesita de un espacio familiar para aprender a ser personas, vivir con dignidad, respetar, amar…

“Mi amiga liberal”

Sigo presentando a mis amigas, hablo de ellas porque la mujer tiene un papel importante en la educación y formación moral de sus hijos. Mi amiga Daila no quiere casarse porque así puede hacer de su vida lo que quiera y no estar atada a un hombre que la controle. ¿Usted tiene amigas que piensan igual?
Los psicólogos suelen ir a la historia personal, identifican a un padre castrador, a una madre sumisa, a una familia vertical… 

Daila tiene una idea peculiar de la sexualidad, del amor, del compromiso, de la fidelidad, de la libertad, del respeto, del rol, de la familia. Buenas intenciones no le falta.

La sexualidad se vive de manera privilegiada en la familia, por eso da miedo ser padre si sabes que debes educar en aquello que no eres una autoridad. El niño al interrelacionarse en la familia y en la escuela establece lazos afectivos que le aportan un aprendizaje y crecimiento en el amor. El testimonio de crecimiento en el amor ayuda a aprender a amar, servir, comprometerse, ser iguales (igualdad de sexos), crecer en masculinidad y feminidad. ¿Cómo harías que tu familia sea una escuela de madurez en la sexualidad y en el amor?
 
“Quiero un hijo pero para qué un esposo”

Otra amiga en esta morada que nos toca vivir es Gilda. No quiere casarse, y como tiene buen sueldo y es una mujer de “mente abierta” dice que cuando quiera tener un hijo recurrirá a la ciencia o a la adopción.

Gilda ha desarrollado su autonomía; la felicitamos. Y es que nos encanta que todo gire en torno a nosotros. El carácter de donación y de responsabilidad social es cosa ajena. 

Quien ama realmente se orienta a la formación de una familia, a la fecundidad y a la responsabilidad. Compartir la vida, tener frutos del amor como regalos de Dios. Crecer en el amor, la convivencia, el respeto. 

Estoy de acuerdo con Gilda en que la pareja debe decidir  libre y oportunamente cuántos hijos pueden atender y educar y cuándo tenerlos. Ya pues, Gilda, creo que en el fondo lo quieres… Atrévete.

El tema del amor tiene sus desafíos. El amor cualitativo (gozar de las cualidades, inteligencia, belleza, utilidad), el posesivo (aliviar la inseguridad apoyándose en la otra persona), el solidario (es la persona misma, una fusión existencial)  nos pueden ubicar en el camino. Naturalmente, no aspiramos a decir “te quiero porque eres un bien para mí”, sino “quiero lo que es un bien para ti”. Eso es difícil, implica descubrirse a sí mismo como persona, descubrir al otro como persona y resistir a la tentación de poseerlo.[2]

“Amigas sensibles, hagan lo que quieran con su vida”

Mis amigas en esta morada son sensibles, exigen respeto a sus espacios, necesitan también cariño, compartir un café, tiempo, ser escuchadas… Si eso necesitan ustedes, reinas de la autonomía, ¿cuánto más necesita un niño? “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Algo que la ciencia del derecho siempre cuida es el bien superior del niño; la moral cuida el bien superior: la vida. Mis amigas deben recordar que en esta morada pueden hacer lo que quieren con su vida; son inteligentes y van a elegir bien, pero no podrán decidir sobre la vida de otra persona. Entendiendo persona desde el momento de la concepción, eso es científico.

Hablando de autonomía, les daré una apreciación. El primer lugar del crecimiento de la autonomía es la familia. Por ello caracterizo brevemente a mi amiga Autonomía. 

“Mi amiga Autonomía es solvente”


 Autonomía, no sé cuándo la conocí, pero ella te lleva a bastarte por ti mismo, a saber gozar de la libertad, juzgar con tu propio criterio, escoger lo mejor para ti y para los que te rodean.

A mi amiga Autonomía la formaron cuando en la familia había respeto mutuo, escuchaban y valoraban su opinión, cuando le permitían ser ella misma en sus preferencias y capacidades. No la trataban como adulta siendo niña, respetaban sus etapas de crecimiento, confiaban en ella, era libre de sus actos y por tanto responsable de los mismos, participaba de las decisiones en casa y realizaba lo acordado, se la promovía en una vida social propia (buen descongestionador de “mamitis aguda” y caprichos en la vida matrimonial)… 

Estimadas amigas, ¿no será que entienden “autonomía” como “solvencia económica”? La mirada crítica y constructiva de sus vidas puede responderles. De pronto están actuando como su padre, que hace lo que quiere porque maneja la caja familiar…  

Soy imagen y semejanza de mi familia
Hay una preocupación evidente por las influencias negativas de la sociedad consumista a la concepción de la vida, de la familia. Pero decimos poco de que la familia conforma la sociedad y debería ser un lugar de gestación para una nueva sociedad. Jesucristo dirá que es la construcción del Reino en justicia y paz.

Mis amigas, usted y yo estamos involucrados en esta morada. Entonces lo que podemos hacer es no apoyar a las estructuras sociales que degradan a las personas, ni hacerse cómplices de las injusticias. La corrupción nos parece tan normal que a veces es lo primero que buscamos para iniciar algún trámite. 

“La familia empezará a hacer realidad la sociedad nueva cuando en ella misma se promueva una actitud de apertura hacia los demás, se evite una mentalidad egoísta de la sola defensa de lo propio; cuando se forme en el respeto y el amor a los demás que ‘no son de los nuestros’; cuando se les haga rechazar la actitud que fomente la desigualdad, la prepotencia o la opresión, cuando se les haga respetuosos y comprensivos ante las opiniones distintas a las suyas”[3].

En conclusión, una familia como “Dios manda” tiene sus retos. La misma familia sagrada entró en conflictos, perdieron al travieso Jesús, no lo entendieron, la mamá guardaba prudentemente todo en su corazón, siguieron a su hijo en las alegrías y en las tristezas, la mamá le acompaño hasta la muerte, incluso fue la primera discípula. Su papá, José, lo protegió desde el vientre de María. También alguien le quiso matar, pero huyeron y lo salvaron. Jesús, al final, tomó sus propias decisiones, su madre confiaba y pedía que hagan lo que él mande.

María, joven y pobre, tenía que ver un futuro mejor; embarazada como estaba, sus vecinos chismosos pudieron apedrearla al amparo de las leyes judías que la condenaban; no sabemos la reacción de sus padres…

Así pues, la familia es el lugar de maduración en la sexualidad y el amor, de fecundidad y responsabilidad, de promoción de la dignidad fundamental de la persona, de crecimiento en la autonomía, de gestación de una sociedad nueva y el lugar de testimonio y promoción de la fe.

Gracias a mis amigas y a usted, y como dice el refrán: “Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo.”


[1] DEL CAMPO MENA, José Luis Martín. Moral de la sexualidad del amor y de la familia. Editorial Realidad, teoría y práctica SA de CV. México 1999. P. 146.
[2] Cfr. BONNIN, Eduardo. Ética matrimonial, familiar y sexual. Ediciones Paulinas, México 2001. Pág. 87-89.
[3] DEL CAMPO MENA, José Luis Martín. Moral de la sexualidad del amor y de la familia. Editorial Realidad, teoría y práctica SA de CV. México 1999. Pág. 155

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