Domingo VIII del Tiempo Ordinario – Ciclo A (Mateo 6, 24-34) – 27 de febrero de 2011




“A cada día le bastan sus disgustos”

Caminamos al futuro, aveces nos ubicamos en el futuro para mirar el hoy y considerarlo un pasado. El hoy tiene que vivirse. Recuerdo a un estudiante que ya no seguía estudiando porque se terminaría el mundo, llegó el 2000 y ahora anda buscando trabajo. Otro, tampoco quiere seguir estudiando porque al final dice quien es hábil para los negocios o para la corrupción puede lograr más dinero que los magísteres y doctores.

Nos gusta visionar el futuro, proyectarlo y trabajarlo, el gran problema es vivir el plan como una camisa de fuerza o que cause problemas en el vivir hoy, sin esperanza. “Sión decía: “Me ha abandonado el Señor,  mi dueño me ha olvidado.” ¿Es que puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no te olvidaré.” (Is 49,15-15).

El futuro es lo único que nos da mucho miedo y también mucha esperanza e ilusión. Nos hace ver personas, lugares, negocios, tierras, influencias, estudios, ropa, colores, sabores,… todos los recursos son buenos para el futuro, pero ellos no estarán si hoy, en este momento, no les prestamos atención.

Haz el ejercicio de valorar lo mejor que te ha regalado la vida en este momento: existir, salud, hijos, amigos, papá, mamá, hermanos, paisajes, trabajo,…  En el futuro estarán presentes con más valor. Alguna vez encuentras después de años a un compañero de estudios y te dice: “estás igualito, no has cambiado”, obvio, es tu amigo o amiga. Agobiarse no hace que aumenten los minutos.

La última vez que nos reunimos con mis hermanos, el mayor decía que antes conversaban con sus amigos sobre las amigas y las chicas que les gustaban, ahora comentan las enfermedades que tienen y se preguntan: ¿Qué es lo que ya no puedes comer? La comida chatarra tiene su tiempo, pero pocos nos resistimos a probarla.

El futuro está presente, debe estar en nuestra visión, el futuro será vacío si sólo le miramos, necesitamos construirlo, fortalecernos, no perder el “hígado” ni aumentar la “gastritis” agobiándonos por lo que no sabemos cómo será. Toda la vida aprendemos y mañana podemos seguir aprendiendo a aprender.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 24-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: - «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.

Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos como crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir. Los gentiles se afanan por esas cosas. Ya sabe vuestro  Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos. »

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