Domingo IV de Adviento – Ciclo B (Lucas 1, 26-38) – 18 de diciembre de 2011
“Mi hijito”, “mi bebé”… exclaman alegres los padres. ¡Oh, qué alegría! (¡Aleluya!); también: ¡Oh, qué responsabilidad! Sí, pero ¿Cómo será eso…? “No tengas miedo,…para Dios nada hay imposible”.
En el tiempo de Adviento nos acompañan en la preparación: las bellas figuras literarias del profeta Isaías, la radicalidad de Juan el Bautista y el silencio sonoro de la Virgen María. A la primera comunidad de dominicos de La Española les iluminó la vivencia de Juan el Bautista, hoy nos ilumina la anunciación del Ángel a la virgen María.
La Virgen María cree en lo que le dice el ángel, aunque no entiende cómo va concebir sin el concurso de un varón. La fe nos pone en el escenario de que otro mundo es posible porque “para Dios no hay nada imposible”.
La Virgen María “no se casa con nadie”, ni con el poder político ni con el religioso. Está comprometida con el mismo Dios. No es para poco, entrega todo su ser, su femineidad, su fama, su vida, su futuro,… Eso le da libertad. Esta actitud libre también a Juan el Bautista le da la agudeza y pasión por anunciar la verdad y pedir la conversión con toda autoridad.
Dios no edifica una casa para “encerrarse” en cuatro paredes y menos por intereses político-religiosos. Dios quiere algo más humano y más digno: se construye una morada en el seno materno de María. Con nuestra Madre María se hace posible así el Dios con nosotros (Emmanuel).
Seguramente muchas mujeres famosas, influyentes y hermosas de aquel tiempo parecían grandes, pero Dios en su proyecto es más cercano, vive nuestra realidad al morar en una mujer sencilla y del pueblo, de los sin nombre, de esos que parecen no valer nada.
María es el perfil bajo, su silencio no es cómplice, sino convencido de que la luz brilla, de las palabras del Éngel Gabriel: “para Dios nada hay imposible”. Es la esperanza encarnada en nuestra lucha. Luchamos por la verdad y la justicia y parece que fracasan las razones humanas, nuestra lógica nos inquieta, irrita, confunde, desequilibra,… En este contexto, ¿Cómo entiendes esta frase de la virgen?: “¿Cómo puede ser esto si yo no conozco varón?”.
Miramos a todos lados y parece todo en contra; la vida, la justicia, el bien, la verdad, la honestidad, la coherencia,… son palabras que nos “destripan”. ¿Cómo defienden la vida cuando se dedican a matar, como pregonan la justicia si han estructurado la corrupción, si se negocia con la verdad, si se maquilla la mentira, si acallan a golpe de miedo,…?
No te turbes, no temas, no desmayes en la lucha,… el Señor está contigo, … La fuerza del altísimo te cubrirá con su sombra,… porque para Dios nada hay imposible”
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: – «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre las mujeres.» Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.» Y María dijo al ángel – «¿Cómo será eso pues no conozco a varón?»
El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»
María contestó: – «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.» Y la dejó el ángel.
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