Queremos la paz
Domingo XVI del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 6, 30-34) 22 de julio de 2012
“(...) Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.”
Nuestro país está deseoso de la paz, de la unidad y de la justicia. Es el clamor por ejemplo de los maltrechos familiares de las víctimas del terrorismo en Tarata y del terrorismo de estado contra los estudiantes y su maestro de la Cantuta (16 y 18 de julio de 1992 respectivamente), de los conflictos en Bagua, en Espinar (Cuzco) y en Celendín y Bambamarca (Cajamarca),… ¿Cómo no despertar la compasión del mismo Jesús cuando el pueblo se siente desamparado, olvidado, amenazado,… como ovejas sin pastor?
Sedientos de la paz. San Pablo afirma: “Jesús es nuestra paz” (ipse est pax nostra, como traduce la Vulgata) (Ef 2, 13-18). La paz recorre la misma vena con la pacificación del hombre con Dios, la reconciliación desnuda con él; sin esta actitud será difícil el acercamiento de las partes en conflicto aunque sea un deseo común. En este sentido es espectacular que Jesús logró la unidad entre pueblos irreconciliables, vale decir, de judíos con paganos, puros con impuros, los gobernantes con los “extremistas”, los inversionistas con los “ignorantes”, los del oro con los del agua (vida),…
El sufrimiento en nuestro país es un clamor con lágrimas por la paz. Hoy justamente se necesita de pastores/gobernantes que nos encaminen a la unidad. El rostro de nuestro país no se dibuja con la acción represiva de los estrategas de la operación “Brujas de Cachiche”, las lacrimógenas no consuelan, los insultos no dan lugar a la palabra. Nuestro Perú, en Fiestas Patrias debería celebrar con palabras de reconciliación. Lo que está roto por el pecado necesita restauración. En este contexto, es imperativo el don de la paz, pero éste es don de Dios, y dicho don es Jesucristo. Gracias a él la humanidad sí puede vivir en paz.
La paz es un Don de Dios al cual se llega por un camino dinámico, a todo pulmón, con mucho “punche”. Por ello, las agendas llenas, la paciencia para entender y la esperanza firme hace que este encuentro conciliador tenga sus momentos de pausa, de respiración libre y de oración íntima; pero el pueblo sigue esperando, desesperado, impotente,… como ovejas sin pastor y sin guía. El señor detectará nuestra desorientación, se compadecerá y escuchará a todos los que le siguen sedientos de su Palabra, de la experiencia con Dios.
“Señor Jesús, tu paz no se alcanza con injusticias. Danos la alegría de los apóstoles que con emoción narran historias de salvación. Haz que demos tiempo a lo importante. No permitas que lo importante desde mi egoísmo destruya mi vida. Clamo a ti, clamamos a ti. Danos la paz, danos justicia, danos reconciliación, danos tu amor”
(Fuente de la fotografía: http://www.capital.com.pe/)
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