XXXII Domingo del tiempo ordinario (A): Las vírgenes prudentes

“Velen, porque no sabéis el día ni la hora

La parábola de las vírgenes prudentes se centra en la vigilancia cotidiana, en estar preparados para el encuentro del hoy y del mañana, es cómo el Reino de Dios se actualiza en la experiencia de vida.

 

Vírgenes necias y prudentes

Las vírgenes necias y las vírgenes prudentes. LISAERT, PIETER

Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado


XXXII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2022 - 2023 - (Ciclo A)

 

Tema: la importancia de estar preparado para la venida del Reino de Dios. 

Lámparas: representan la fe y la preparación espiritual.

Aceite: simboliza la diligencia y la constancia en la fe.

Vírgenes prudentes: el ejemplo de aquellos que están preparados, vigilantes y listos para encontrarse con el Señor.

Vírgenes insensatas: descuidadas, no se han preparado adecuadamente.

 

Las falsas ilusiones

Las grandes promesas de las marcas se concentran en la neurología humana. Los hábitos de consumo nos llevan a ilusiones referidas a la auténtica vida, al amor, a la felicidad. Es sintomático que cada vez veamos menos publicidad que muestre a la familia, al amor fraterno, a la defensa de la vida, a la dimensión espiritual del ser humano. Es una realidad sintomática del combustible que nos mueve en la actualidad, de los valores y objetivos de los seres humanos.

 

Entre los síntomas podemos seguir enumerando: la guerra, el suicidio, la soledad, la tristeza profunda. A las lámparas de la ilustración se les acabó el aceite o tienen luces titilantes. La verdad es que en la historia de la humanidad también las ideologías tienen las lámparas a medio llenar. Es decir, las medias promesas o ilusiones a medias han puesto en evidencia la imprudencia y el poco amor a la fe y a la verdad.

 

Esperar en comunidad   

La vida se desarrolla en comunidad. Cada persona progresa de acuerdo a su comunidad. Las personas nutren y son nutridas por su comunidad, en valores humanos y divinos. Esta comunidad tiene un centro, el amor, el esposo, el amor de los amores. En la comunidad, cada persona es diligente para actuar con sabiduría o cada persona se distrae y no se prepara para recibir a quien dará plenitud al amor y a la vida.

 

La espera desespera

Las primeras comunidades cristianas esperaban la segunda venida de Jesucristo y no llegaba. La “parusía” en la parábola está expresada en futuro, pero con urgencia del presente. Las largas esperas ponen nerviosos a todos, por ello, muchos se decepcionaron porque pensaron vivir para ver la parusía. En la desesperación, la llegada puede realizarse hoy o mañana. La idea central no es desesperarse para verlo con los ojos, sino vivirlo, llevarlo a una realidad en el hoy con la vigilancia y perseverancia. El amor nupcial y el divino se conjugan para no dejar en soledad y abandono a ningún corazón.

 

Ilusionarse en el amor

La ilusión en el sentido del primer amor, del amor que motiva a una acción. Por ejemplo, el amor de los esposos motiva a comprenderse en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza. El amor como motor de una vocación dará sentido a la acción humana y profesional. Este primer amor, queda todavía con el aceite a medio llenar si no está revolucionando el gran motor del amor de Dios, Jesús, el camino, la verdad y vida.

 

Te habrás dado cuenta cuando vives lejos de tu familia queda la ilusión de volverse a encontrar, del saludo y el abrazo, de la comida y las bromas. Regresar a casa, para un hijo, es como retornar a la matriz de su existencia. En el caso de los religiosos, volver a una comunidad es como retomar el sentido de su misión.

 

La ilusión del gran amor es como regresar sobre las marcas imborrables del nacimiento, de los abrazos de los padres, de las travesuras de los hermanos, de la sonrisa de las abuelas y abuelos. Retornar a Dios es ver ya no sólo a un padre ciego de amor sino a un padre misericordioso y bondadoso. Sin el novio no hay boda, ni fiesta, ni ilusiones. Los necios o las necias viven el amor a medias, las lámparas no están preparadas para la espera, para la vigilancia. O sencillamente, no bastan las buenas intenciones si no hay disciplina para prepararse, mantenerse despiertos, y sobre todo alegrarse de la llegada del amor.

 

 Palabra del papa Francisco

Nos recuerda que debemos permanecer listos para el encuentro con Él. Muchas veces, en el Evangelio, Jesús insta a velar y lo hace también al final de este relato. Dice así: «Velad pues, porque no sabéis ni el día ni la hora» (v. 13). Pero con esta parábola nos dice que velar no significa solamente no dormir, sino estar preparados; de hecho, todas las vírgenes se duermen antes de que llegue el novio, pero al despertarse algunas están listas y otras no. Aquí está, por lo tanto, el significado de ser sabios y prudentes: se trata de no esperar al último momento de nuestra vida para colaborar con la gracia de Dios, sino de hacerlo ya ahora. Sería hermoso pensar un poco: un día será el último. Si fuera hoy, ¿cómo estoy preparado, preparada? (…) La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar listos para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor y caridad hacia el prójimo. (…)  La fe inspira a la caridad y la caridad custodia a la fe. 

 

(Ángelus, 12 noviembre 2017)

 

Lectura del santo evangelio según san Mateo 25, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Se parecerá el reino de los cielos a diez vírgenes que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo.
Cinco de ellas eran necias y cinco eran prudentes.
Las necias, al tomar las lámparas, no se proveyeron de aceite; en cambio, las prudentes se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz:
“¡Qué llega el esposo, salid a su encuentro!”.
Entonces se despertaron todas aquellas vírgenes y se pusieron a preparar sus lámparas.
Y las necias dijeron a las prudentes:
“Dadnos de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas”.
Pero las prudentes contestaron:
“Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis”.
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras vírgenes, diciendo:
“Señor, señor, ábrenos”.
Pero él respondió:
“En verdad os digo que no os conozco”.
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora».


Pintura:🎨

Las vírgenes necias y las vírgenes prudentes

LISAERT, PIETER

Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

Las vírgenes necias y las vírgenes prudentes

Finales del siglo XVI - Primer tercio del siglo XVII. Óleo sobre tabla, 73 x 105 cm 
No expuesto

A la izquierda, las vírgenes prudentes: una enciende una lámpara, otra hila, otra cose y las dos restantes leen y oran. A la derecha, las vírgenes necias: la primera baila, dos tañen, otra bebe y la última duerme. En la parte superior izquierda, entre nubes, Cristo. En el centro, arriba, un ángel anuncia la llegada del esposo, cuando las doncellas, tarde ya, corren a comprar aceite.





 

 

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