La Samaritana y Jesús en la fuente de agua
Domingo III de Cuaresma – Ciclo A (Juan
4, 5-42) 23 de marzo de 2014
“¿Cómo es que tú me pides agua a mí, que soy samaritana?”
La samaritana tiene el perfil de nuestra
vida aturdida por nuestros proyectos y descuidada en el amor, pero el
verdadero, porque el de ocasión y oportunidad sólo crea exitosas corazas. El
amor no puede ser postergado, aunque en su nombre se le puede aniquilar.
La Samaritana es una mujer que va cada día
a buscar agua para calmar su sed, está cansada de esa rutina, busca y busca,
cada día tiene más sed pero no es saciada. Tiene razones históricas y
teológicas suficientes para decir que el pozo contiene agua buena. El pozo es
profundo pero tiene agua detenida, barro, renacuajos y otros microorganismos
que le impiden ser saludable. Jesús le habla de otra agua, de aquella que sólo
fluye agua viva.
Ella, como muchos, no encuentra felicidad
en sus relaciones de pareja. Los niega,
pone una coraza en el diálogo con Jesús, pero él la aterriza y anula sus
mecanismos de autodefensa, sus evasivas. Tiene argumentos para anular al
verdadero amor. Su entusiasmo por la seducción ha caído al piso como un coctel
asqueado. Sus actitudes son autosuficientes y sus palabras cuestionan al mismo
Jesús (Dios). Ha bebido de amores que le han infundido desamor. Su corazón está
invadido, como el pozo, por la insalubridad. ¿Qué es lo que no quiero ver en mi
vida y de qué estoy huyendo?
La Samaritana pudo descubrir la libertad, el amor, lo que sacia su sed, la verdad... y no paró de anunciarlo. Tenía mala fama en su pueblo, aunque su vida anda condicionada por el qué diran de sus amigos y conocidos... al fin descubre que su realidad no es mala, ni bommitable, no... sólo descubre que debe anunciar que ama verdaderamente. Es un testimonio que los demás sí creen, no conjeturan, no se meten más que en la Buena Noticia.
Eso es orar en Espíritu y en verdad.
Oración:
Oh Cristo, manantial de vida nueva:
Tú ofreces a la humanidad consumida por la sed,
Concédenos acercarnos a ti;
concédenos conocer de qué sed delira nuestra existencia;
concédenos el don abundante del espíritu generoso sobre
los que caminan hacia ti.
Tengo
miedo a decirte sí, Señor.
Tengo
miedo a beber en tu fuente,
¿Dónde
me llevarás?
Tengo
miedo a firmarte una hoja en blanco.
Tengo
miedo a decirte un Sí que reclama otros Sí.
Y no
obstante no hallo la paz.
Tengo
sed...mucha sed, y tú me ofreces el agua que brota hasta la vida eterna.
Igual
que la Samaritana
tengo sed, Señor…mucha sed.
Pero
estoy bebiendo en fuentes que no me la apagan.
Tengo
sed de paz, sed de libertad, sed de felicidad,
Tengo
sed de ser amado, valorado, perdonado.
Tengo
sed de Ti, Jesús, fuente pura de agua viva...!!
Amén.
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