Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad»
Dios nace hoy en tu casa
Adoración de los pastores, de Matthias Stomer (1632).
- Hemos esperado en casa la llegada de Dios. La cuarentena a causa del Covid19 ha dado más fuerza a lo que escribe el evangelista Juan: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. También, tiene sentido la visitación de la virgen María a su prima Isabel.
- Hemos visto su estrella. Eran las 12 de la noche y del balcón intentaba identificar las luces y las bombardas de colores para sentir como un grito universal: “Feliz Navidad”. Sólo estaban las luces de los patrulleros. Sonaron las campanas de la media noche y pude entender que la gran luz debe darnos esperanza, este año no somos distraídos por ninguna luz artificial, esa luz hoy titila en una voz de los seres queridos, en una “palabra oxígeno”, en una “risa cómplice”, en un mensaje personalizado.
- Nos han anunciado una Buena Noticia. La noticia de que Jesús nació emocionó tanto a los pastores. Esa es la Feliz Navidad. No es feliz para quienes no lo esperan o lo ven como amenaza. Y por qué decir: “Feliz Navidad” de manera automática, si en el fondo no estoy feliz, si quien me lo dice quizá ni lo desea.
- Hemos experimentado su bondad. Es “Feliz Navidad” entendido como la buena noticia, como la concreción verbal de la esperanza, recobra hoy su raíz. Cómo no decir que des gracias a Dios y te pongas feliz porque estás superando la pandemia, no te falta el amor, tienes comida, tienes inteligencia, etc. Sin embargo, queda esa esquirla de dolor, cómo alimentar el entusiasmo en quienes lloran la muerte de un ser querido, la carencia de comida, etc.
- Gloria a Dios en el cielo. Pero, ahora pedimos a Dios, "paz en la tierra. Pero de tras de aquellas mascarillas ya no se sabe si se ríe o llora. Hay un quiebre ya en la forma de vivir, todo será distinto al relacionarnos, al trabajar, al amarnos.
- Somos también vulnerables. Hoy, el hombre en su dimensión desconocida muestra lo mejor y lo peor de sí, o se cuida o se expone. No se puede controlar el virus como las ganas de seguir siendo lo que fuimos, los mentirosos siguen engañando y los solidarios dan de lo que no tienen. Esta radiografía navideña es lo que un campo para la vida, la muerte, la Resurrección y la gloria. Quizá ahora experimentamos la vulnerabilidad, la interconexión. El virus va destruyendo las vías respiratorias como también el ego del hombre. Celebramos una Navidad de los vulnerables que esperamos orar y amarnos mejor.
- Nos ha nacido un salvador: Emmanuel. El niño depende totalmente de los adultos. El niño Jesús nace donde las sandalias no estaban sofisticadas, los pañales no eran antialérgicos, y la calefacción salía de las narices de un burro, un buey y algunos corderos. Las madres saben de los dolores, de su sensibilidad emotiva y de exponerse a la muerte para dar vida. Papá y mamá saben que enfrentan un momento inolvidable, nace su salvador, su todo o nada, su motor y motivo.
- Dios nace ahora, de manera distinta. Dios te llene de la esperanza, la alegría y del sentido de hermano y familia, tan necesarios para enfrentar las pandemias.
NATIVIDAD DEL SEÑOR
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
En esta noche se cumple la gran profecía de Isaías: «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5).
Un hijo se nos ha dado. A menudo se oye decir que la mayor alegría de la vida es el nacimiento de un hijo. Es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad grande, ante la cual ya nada parece que pese. La Navidad es así: el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba. Sí, porque su nacimiento es para nosotros: para mí, para ti, para todos nosotros. Para es la palabra que se repite en esta noche santa: “Un hijo se nos ha dado para nosotros”, ha profetizado Isaías; “hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, hemos repetido en el Salmo; Jesús “se entregó por y para nosotros” (cf. Tt 2,14), ha proclamado san Pablo; y el ángel en el Evangelio ha anunciado: “Ha nacido para vosotros un Salvador” (cf. Lc 2,11). Para mí, para vosotros.
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